Fabricantes recomiendan utilizar el combustible sugerido según el modelo; mezclarlos con frecuencia puede derivar en problemas
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Diseñar un automóvil es un proceso complejo y extenso que puede demorar entre cuatro y seis años, desde el trazado de los primeros bocetos hasta la puesta en marcha de la producción en serie. En ese camino, cada decisión técnica es cuidadosamente evaluada por los equipos de ingeniería, incluyendo la elección del tipo de motor y el sistema de alimentación que utilizará.
Ya sea que el modelo adopte una motorización tradicional a combustión o una alternativa —como híbridos, eléctricos o impulsados por hidrógeno—, los fabricantes determinan con precisión qué tipo de combustible es el adecuado para ese vehículo. Esta elección no es menor: cada motor está diseñado para operar bajo ciertas condiciones de presión y temperatura que determinan su eficiencia y durabilidad.
El combustible, compuesto por hidrocarburos volátiles e inflamables, es esencial para el funcionamiento del motor. La manera en que se comporta dentro de la cámara de combustión depende, entre otras cosas, del índice de octano. Este valor indica la capacidad del combustible para resistir la detonación espontánea antes del encendido programado por la chispa de la bujía. Cuanto más alto sea el octanaje, mayor será su resistencia a encenderse prematuramente.
En el mercado local, los consumidores pueden optar por dos tipos de nafta: la súper y la premium. La diferencia, aunque en apariencia mínima, puede ser determinante para el buen funcionamiento del motor, sobre todo en vehículos de alto rendimiento o con una alta relación de compresión.
Usar un combustible con bajo octanaje en un motor que requiere uno más elevado puede generar un fenómeno conocido como “detonación” o “golpeteo”, que se traduce en un funcionamiento irregular, pérdida de potencia y, a largo plazo, daños en los pistones u otras piezas clave.
Las mediciones del octanaje cambian según la región. En Europa predomina el RON (Research Octane Number), obtenido en condiciones de laboratorio; mientras que en Norteamérica se usa el AKI (Anti-Knock Index), un promedio entre RON y MON (Motor Octane Number), que evalúa el comportamiento del combustible en condiciones más extremas.
Por este motivo, los especialistas advierten que no es recomendable mezclar nafta súper con premium. Aunque hacerlo de manera aislada no suele derivar en fallas inmediatas, la práctica sostenida puede comprometer el rendimiento y la vida útil del motor, especialmente en vehículos que requieren una especificación determinada.
La recomendación, explican los expertos, es cargar el combustible sugerido por el fabricante y recaer en otra decisión de manera excepcional y no como regla.
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