Cómo es PN7, la cuasi-luna “oculta” que acompaña a la Tierra desde 1965
Este asteroide, que fue hallado recientemente, orbita el Sol junto al planeta desde hace décadas; plantea nuevos interrogantes sobre la dinámica de los cuerpos celestes en el sistema solar
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Desde hace unos meses, la comunidad científica habla de un descubrimiento que genera asombro y desconcierto: una “cuasi-luna” que acompaña a la Tierra que pasó décadas sin ser advertida. Se trata de PN7, un asteroide desconocido hasta hace poco, detectado por el observatorio Pan-STARRS en Hawái a finales de agosto, cuya presencia generó interrogantes sobre la complejidad de las órbitas de los cuerpos celestes en el sistema solar.
Este objeto, descrito como una roca del tamaño de un edificio, sigue a la Tierra en su viaje alrededor del Sol en una configuración orbital tan peculiar que lo convierte en una cuasi-luna errante. Los especialistas indicaron que PN7 se sincronizó con nuestro planeta alrededor de 1965, mucho antes de que el ser humano llegara a la Luna, y se proyecta que abandone esta configuración orbital cerca de 2083. Su hallazgo, pese a ser reciente, subrayó la idea de que aún existen compañeros celestes invisibles orbitando la Tierra sin ser detectados con facilidad.

Las cuasi-lunas son cuerpos que orbitan el Sol, pero debido a sus trayectorias en bucle —a veces adelantándose al planeta, otras quedando atrás— dan la impresión de ser pequeñas lunas. Se diferencian de las mini-lunas, que son satélites naturales capturados temporalmente por la gravedad terrestre. Ninguna de estas acompañantes se compara con la Luna verdadera, el único satélite natural del planeta, ya que los objetos como PN7 solo pueden observarse mediante telescopios extremadamente potentes, capaces de captar la tenue luz solar reflejada en estas pequeñas rocas que se desplazan rápidamente en la oscuridad.
Con la identificación de PN7, ya se conocen al menos siete de estos acompañantes orbitando junto a nuestro planeta, aunque los astrónomos sospechan que hay más pendientes de detección. La primera cuasi-luna no fue exclusiva de la Tierra, sino que se descubrió alrededor de Venus en 2002. Estos cuerpos celestes entran y salen de su trayectoria compartida por pura casualidad gravitacional, dado que reciben mínimas fuerzas de atracción por parte de la Tierra. Hasta la fecha, las cuasi-lunas observadas miden entre 9 y 300 metros, y se estima que PN7 es una de las más pequeñas de este grupo.

Los científicos destacaron que estas cuasi-lunas ofrecen una experiencia única para estudiar el cosmos. Permiten a los investigadores observar su evolución en tiempo real, a diferencia de otros objetos celestes con períodos orbitales tan extensos que no completarían una vuelta en la vida de un ser humano. Un ejemplo notable es Kamoʻoalewa, descubierta en 2016, que fue una cuasi-luna durante un siglo y se prevé que lo siga siendo por lo menos 300 años más.
En contraste, las minilunas sí son atrapadas por la gravedad terrestre, pero suelen permanecer menos de un año debido a sus órbitas muy inestables. Solo se registraron cuatro de ellas, la última del tamaño de un micro escolar, que se liberó el año pasado. La mayoría son tan pequeñas como rocas, lo que las vuelve casi imposibles de detectar.
Aunque actualmente no hay ninguna miniluna activa, se estima que la Tierra tiene al menos una de varios metros orbitándola. Este tipo de hallazgos vuelve a poner sobre la mesa la riqueza y complejidad de las órbitas compartidas, un fenómeno que la ciencia continúa investigando activamente.
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