Saben quiénes mataron a sus hijas y los condenan por femicidas, pero sus cuerpo no aparecen: “Necesitamos que no dejen de buscarlas”
Un tribunal de Tucumán acaba de darle cadena perpetua al asesino de Daiana Garnica, una adolescente de 17 años; se suma a otros casos similares en los que la Justicia logra esclarecer el crimen, pero sin determinar dónde están sus restos; organizaciones y especialistas piden que las investigaciones sigan abiertas
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Daiana Garnica tenía 17 años la tarde del sábado 6 de mayo de 2017, cuando salió de su casa en el barrio Julio Abraham, de la ciudad de Alderetes, Tucumán, por última vez. Tenía puesta una remera manga larga blanca con letras doradas, un jean clarito, zapatillas negras y rosas, y aros de ese mismo color. Había quedado en encontrarse con un vecino, Darío Suarez, que en ese momento tenía 40 años.
La adolescente se fue con esa sonrisa amplia que la caracterizaba y su familia la despidió sin imaginar que nunca más volverían a verla.
Después de los seis años que sus padres y hermanos pasaron buscándola y cargando el dolor de no saber qué pasó ese día con la adolescente, hoy, pasadas las 11 de la mañana, finalmente la Justicia tucumana condenó a Suárez a cadena perpetua por el femicidio de Daiana. El tribunal llegó al veredicto de forma unánime y Suárez se retiró de la sala sin hacer declaraciones. Sin embargo, la herida sigue abierta para la familia de la chica: sus seres queridos siguen sin saber qué pasó con su cuerpo.
“A nosotros no nos sirve que Suárez esté detrás de las rejas, pero se lleve el secreto de qué hizo con Daiana. La lucha no termina y no vamos a descansar hasta el día en que la encontremos. Por más que sea dura la realidad, lo que nos va a traer alivio a nuestro corazón es saber qué hizo él con ella”, subraya Sonia, la mayor de los ocho hermanos Garnica, de 37 años.
Carlos Garmendia, el abogado de la familia, explica que más allá de la condena a Suárez, en la Justicia quedará abierto el expediente de búsqueda de Daiana. “Igual que pasó con el caso de Marita Verón”, detalla.
Las historias de Daiana y Marita son dos entre muchas. Antropólogos forense y otros expertos especializados en la investigación de casos de violencias contra las mujeres advierten que en el último tiempo son cada vez más los procesos judiciales que se inician (y algunos terminan en condenas) contra varones acusados de femicidio, pero en los que no pudo hallarse el cuerpo de la víctima.
En el especial sobre mujeres desaparecidas que realizó LA NACION en marzo de este año, se contaron varias historias similares, muchas de las cuales involucran a niñas y adolescentes.
Algunos ejemplos son los de Maira Iris Benitez (se condenó a un hombre a 21 años por “homicidio simple”), Gabriela del Carmen Moreno (su expareja espera ser juzgado este año), Bety Argañaraz (hubo dos condenados), Fernanda Aguirre (el femicida murió sin confesar qué hizo con su cuerpo), Soledad Elvira Olivera (se condenó a un amigo de la joven como responsable de su muerte y la de otra chica), Milagros de los Ángeles Avellaneda Ojeda (el padre de su hijo fue condenado por el asesinato de ella y el pequeño), Paula Perassi (hubo dos condenados por privación ilegítima de la libertad), Luz Morena Oliva (la niña tenía dos años cuando despareció junto a su mamá y hay un imputado por el caso), Yamila Elizabeth Cuello (su exnovio y su hermano están imputados) y María Luján Barrios (hay un detenido).
Las familias de todas ellas comparten un mismo reclamo: que no se deje de buscarlas. En ese sentido, el reconocido antropólogo forense Alejandro Inchaurregui reflexiona: “Una sentencia condenatoria puede mitigar el dolor de la familia, pero no concluye el problema de ninguna manera. Los deudos padecerán esa especie de síndrome que es el de los ‘muertos insepultos’. Es muy difícil dar por muerto a alguien a quien uno no vio morir o no vio el cadáver”.
Y agrega: “En el expediente judicial se puede abrir un ‘incidente’, que es como un anexo o apéndice de la causa principal, y continuar con la búsqueda. No es necesario iniciar una nueva denuncia. De hecho, luego de la sentencia, la búsqueda del cuerpo debería continuar”.
En el caso de Diana, su hermana Sonia sostiene: “Mientras no vea su cuerpo, voy a mantener la esperanza de encontrarla con vida en algún momento. Sin embargo, hay que ser realistas y preparar nuestro corazón para lo peor”.
“El último recuerdo que tengo es el de su sonrisa”
Eliana es otra de las hermanas Garnica. El último recuerdo que tiene de Daiana es del almuerzo familiar que compartieron el 1° de mayo de 2017. Ese feriado, en la mesa, estaba sentada justo enfrente a ella y se acuerda de cómo la adolescente reía a carcajadas. “Nos contaba cosas, tonteras. Cuando mis hijos llegaron, se levantó a darles abrazos, era muy cariñosa. El último recuerdo que tengo es el de su sonrisa”.
Daiana vivía con su mamá, Zusana y su hermana más chica, Melina. En total, los Garnica son ocho hermanos y todos tienen casas cercanas dentro del mismo barrio. Ese 2017, la adolescente tuvo que dejar el secundario para empezar a trabajar como empleada de limpieza. “Hacía un año que mis papás se habían separado y quiso ayudar a mi mamá con los gastos de la casa. Su idea siempre fue progresar. Mi mamá nos crió así: que busquemos por nuestros propios medios, trabajando, lo que nos propongamos”, explica Eliana, que tiene 34 años.
Aquel sábado 6 de mayo de 2017, Zusana, que tenía un kiosco, le preguntó a Daiana si podía ir a comprarle unas golosinas que necesitaba reponer. Estaban tomando mate juntas y la chica le contó que Darío Suárez, su vecino, le había pedido que lo acompañara en moto a comprar un aire acondicionado para la madre de él. “Está loco Darío: quiere comprar un aire con el frío que está haciendo”, le dijo la chica a su mamá, que en ese momento ni se preguntó cómo harían para traerlo en una moto.
“Darío le mandó un mensaje y le dijo que no dijera nada sobre que iban a salir juntos, que era un secreto y que la iba a pasar a buscar cerca de la parada del colectivo. Pero mi hermana ya le había contado a mi mamá. Él tenía esposa y mi mamá le dijo que si eran amigos, que la pasara a buscar por la casa”, reconstruye Eliana.
En los minutos previos a salir, Daiana tuvo varios intercambios de mensajes por WhatsApp con Suárez, que quedaron registrados en el expediente de la causa. Entre otras cosas, el hombre le pedía que no dijera que se iba con él en moto, sino que tomaría el colectivo. Finalmente, Daiana dejó cargando su celular en su casa, le dijo a su mamá que iba a comprar las golosinas y salió. A las 19.19, le llegó a su celular un mensaje de Suárez que decía: “Ya estoy aki”, en referencia al punto donde habían quedado en verse. La joven no llegó a leerlo: nunca volvió.
Cuando Zusana escuchó la moto de Darío volver, le preguntó por su hija y él le aseguró que no la había visto. Las dos familias, Garnica y Suárez, se conocían desde hacía tiempo y vivían a pocos metros de distancia una de otra. “Desde el primer momento en que Sonia me llamó para decirme que Daiana no aparecía y me dijo que se había ido con Dario, tuve un mal presentimiento. Siempre supe que había algo raro en él”, cuenta Eliana. Esa misma noche, a las 23.40, Joel, uno de sus hermanos, hizo la denuncia de la desaparición en la comisaría de Alderetes.
Para la Justicia, Suárez fue desde el comienzo uno de los principales sospechosos. Tras el proceso de investigación y en su requerimiento de elevación a juicio, en marzo de 2020, la fiscalía lo acusó del delito de “privarla ilegítimamente de su libertad para, acto seguido, darle la muerte, aprovechándose de la condición de mujer de la víctima. Posteriormente, Darío Suárez ocultó el cuerpo de la víctima con el objeto de lograr su impunidad”.
Sonia, cuenta: “Siempre veía los casos por televisión y nunca soñé que nos podía pasar algo así. Lo de Daiana nos cambió la vida a todos”. Desde que se lo acusó del crimen hasta que se inició el juicio, el pasado 10 de abril, Suárez estuvo en libertad, haciendo “vida normal” y trabajando como taxista, según cuentan las hermanas Garnica con indignación. Pero eso se terminó hoy, con su condena.
“Su testimonio fue clave”
Garmendia, el abogado de la familia Garnica, explica que desde el comienzo de la desaparición de Daiana “se siguieron varias pistas”. Entre ellas, la hipótesis de que la adolescente hubiese sido entregada a una red de trata. “Durante mucho tiempo hubo dos expedientes abiertos, uno en la justicia tucumana y otro en la federal por trata de personas, pero esa causa no llegó a buen puerto: se terminó archivando porque no hubo cómo sostenerla”.
Y agrega: “Tras varios años de investigar, el fiscal hizo una acusación contra Suárez por privación ilegítima de libertad y posterior femicidio, con la sospecha de que escondió su cuerpo con la ayuda de alguien. Durante el debate del juicio se fortaleció mucho la posibilidad de que la secuestró para abusar de ella”.
Las audiencias del juicio tuvieron lugar en la Sala 5 de la Cámara Penal Conclusional de Tucumán. El día que estaba previsto que comenzara, el lunes 10 de abril, la fiscalía pidió una suspensión hasta el miércoles 12. “Aparecieron unos elementos de prueba que se creían perdidos. Era una caja que contenía unos papeles manuscritos que fueron encontrados en allanamientos y tenían que peritar. Se creía que habían sido escritos por Darío Suárez y la pericia caligráfica confirmó que fue así”, explica Garmendia.
En uno de esos manuscritos, entre partes inteligibles, se lee esta frase, de puño y letra de Suárez: “Daiana hermosa de chiquita has sido como mi hija, pero no aguanto más mi amor. ¿Qué hago yo? Ya te voy a llevar a mi lugar eterno” .
Según Garmendia, la aparición de esas pruebas fue una de las “sorpresas” que hubo durante las audiencias y que comprometieron a Suárez. La otra fue el testimonio de B., una joven con quien el hombre tuvo dos hijos.
“No nos esperábamos esa declaración, fue muy fuerte y nos sorprendió a todos. Contó que cuando tenía 12 años y vivía en una situación de pobreza extrema, sin tener ni para comer, Suárez, que era su vecino, se la llevó a vivir con él, abusaba de ella y tuvieron dos hijos. Ella se escapó cuando estaba embarazada del más chico. Ese testimonio fue el que generó mayor conmoción”, relata Garmendia.
Para Sonia no fue fácil encontrarse cara a cara con Suárez en el juicio: “No siento odio ni deseos de venganza, solo buscamos como familia saber la verdad sobre qué pasó con Diana. Cuando me tocó declarar, no le bajé la mirada. Lo miré fijamente, pero él no me miraba: parecía que se quería levantar y salir corriendo”, cuenta. Y agrega: “Suárez mantuvo su postura de no decir nada sobre lo que pasó con mi hermana. Se lo vio como una persona calculadora y fría, una persona que no siente nada”.
Con condena, pero sin cuerpo
¿Qué pueden hacer los seres queridos de una mujer cuyo femicida fue condenado, pero siguen sin saber qué pasó con su cuerpo? Celeste Perosino, arqueóloga e integrante de la asociación civil Colectiva de Intervención Ante las Violencias (CIAV), explica que se puede solicitar que se abra lo que se conoce como “una investigación penal preparatoria de búsqueda”, donde se mantenga vivo el trabajo de investigación.
“Cuando se eleva la causa a juicio, que es lo que va a implicar que se arribe a una condena y se cierre el caso, lo que pedimos es que se mantenga abierta una causa paralela y que en ese marco se continúe la búsqueda de la persona desaparecida. Esto es así porque hay cada vez más condenas sin cuerpo en el país y, en general, lo que hacen los distintos tribunales es elevar a juicio en un intento de dar una respuesta a la familia, pero también como una forma de desligar la responsabilidad sobre la búsqueda cuando agotaron todas las instancias”, advierte Perosino.
En base a su experiencia de trabajo, desde hace años la CIAV recomienda que las desapariciones de larga data de niñas, adolescentes y mujeres, se investiguen bajo una hipótesis general de femicidio, lo que por supuesto no implica rechazar de plano otras líneas de investigación.
Los datos del informe “Búsquedas de personas en democracia. Actualización de registros, relevamiento de datos, cruces de información e identificaciones de NN” realizado de manera conjunta entre la Procuraduría Especializada en Trata y Explotacion de Personas (PROTEX) y la CIAV arrojan que la categoría con mayor cantidad de búsquedas está conformada por adolescentes mujeres, mientras que los cadáveres que aparecen como NN corresponden de manera predominante a varones adultos.
“Una gran cantidad de denuncias sobre mujeres que han sido víctimas de trata o femicidio, a las que hemos tenido acceso por nuestro trabajo, coinciden en que podrían haber sido enterradas en predios particulares o públicos”, señala el informe, que además hace hincapié en “los numerosos casos de cuerpos de mujeres que luego de haber sido víctimas de un delito violento, en general de índole sexual, han sido ocultados, mutilados, incinerados, sepultados, con la intención de hacer desaparecer los rastros del crimen”.
Desde el Comité de Naciones Unidas contra la Desaparición Forzada recomiendan, entre otros principios, que la búsqueda de una persona desaparecida debe continuar hasta que se determine con certeza su suerte o paradero, así también como que la decisión de no continuar la búsqueda debe tomarse de manera transparente y contar con el consentimiento previo e informado de los familiares.
La comunicadora social Andrea Gutiérrez, que al igual que Perosino integra la CIAV y lleva años haciendo seguimiento de estos casos, señala: “Es importante subrayar que la obligación de seguir buscando a la persona es algo que establecen distintos organismos internacionales, porque detrás del expediente judicial hay una familia, un entorno, que están buscando a esa mujer y lo que se pretende es la reparación, no solo la condena al responsable, que por supuesto es una de sus partes”.
En esa línea, advierte: “Lo que estamos viendo en algunas causas de las que participamos es que cuando no hay resultados en la búsqueda, la Justicia eleva a juicio el hecho para lograr una sentencia condenatoria sin haber hallado el cuerpo. En algunos casos, eso implica suspender la búsqueda y no seguir investigando. Sin embargo, que no se halle a la persona buscada no obstruye el proceso de investigación, hay otras formas de recabar información que pueden dar la certeza de lo que sucedió”.
“Cuando escucho el colectivo, pienso que es Diana”
Sonia, Eliana y Daiana, al igual que el resto de las hermanas Garnica, eran muy unidas. “Tengo 10 años más que ella y le cambiaba los pañales. En 2014 vino a vivir conmigo durante un año para terminar la primaria cerca de mi casa. Hasta el día de hoy, escucho el colectivo y presiento que es ella”, dice Eliana.
El 30 de marzo Diana hubiese cumplido 23 años. Sonia, dice: “La verdad es que extraño su risa alocada. Pasaron muchos años desde que la familia Guernica lleva este sufrimiento, la incertidumbre de no saber qué pasó con Daiana. Hablar de ella causa mucho dolor porque es una herida que aún no se cerró. No hay palabras para explicar lo que uno siente. Sueño con poder cerrar este capítulo, porque muchas veces me pregunté cómo se hace para seguir. La extraño mucho”.
Eliana, concluye: “Hoy sentimos que nos falta un pedacito de corazón. La familia es como un rompecabezas y a ese rompecabezas le falta una pieza importante para terminar de armarlo: esa pieza es Daiana”.
A quién podés llamar si tenés un dato sobre ella:
- Podés escribirle al Ministerio de Seguridad haciendo click en este link o llamando a la línea 134.
- Podés llamar al 911.
- Podés comunicarte con la organización Missing Children al 0800-333-5500
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