El “Gordo Dan”: el troll pretoriano y el nuevo sujeto político
El “brazo armado” de Milei, como él mismo se define, un meteoro que orbita seguro por las Fuerzas del Cielo
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Acaso la primera vez que la gran platea argentina tanteó con sus propios ojos la fisonomía de un troll haya sido la noche de la presentación en sociedad del Dr. Daniel Parisini, más conocido como “Gordo Dan”, cuando se alzó con el máximo galardón digital otorgado por Aptra. Los trolls han acampado de manera inextricable en el discurso de la política –típicamente como ejércitos anónimos y siniestros en las sombras–, pero es difícil divisarlos fuera de su hábitat natural, las colinas agrotóxicas de X y otras redes sociales.
Fornido y musculoso bajo su traje y corbata, con el pelo al ras de una media americana y de raya al costado, el Gordo Dan demostraba que los trolls estaban lejos de ser aquellos sonrientes enanitos con el pelito parado de colores. El Gordo Dan es el primer troll encarnado: dio un breve discurso agradeciendo a los enemigos –sin ellos no hubiera sido posible–, y terció con declaraciones de amor heterosexual. Poco tiempo después, declaró ser el “brazo armado” de Milei, capitán de su guardia pretoriana de trolls.
No deja de ser encantador que el Gordo Dan se autoperciba como la guardia pretoriana, la escolta militar más fiel y mejor paga del Imperio. El Imperio Romano es un telón de fondo conceptual hecho a medida de los Milei: los estallidos de ira del León, sus berrinches de histeria constantes, la Hermana (su sangre) como la sacerdotisa sibilina de largos cabellos que teje y desteje en los laberintos del Palacio, y el clima tenso de ejecuciones sumarias en el que viven sumergidos sus colaboradores y aliados: todo tiene más que ver con el día a día de un Heliogábalo o un Calígula, que con un hombre de Estado contemporáneo.
Gran video, Javo. Hoy volvemos a cabalgar a tu lado. Hoy vuelve la mística de las FUERZAS DEL CIELO. Hoy la vida se abre camino. Por la libertad. Por la felicidad. Y por las RISAS que nos generarán los llantos y la infelicidad de ellos.
— DAN (@GordoDan_) June 5, 2023
NI PAKA PAKA QUEDARA EN PIE https://t.co/2R9Ekgw8eb
Incluso la constelación de dolores de cabeza del escándalo $Libra evoca el antiguo Latium (así se denominaba la unidad de peso romano). Igual que los antiguos romanos, las Fuerzas del Cielo aman las siglas: VLLC, TMAP, SPQR. Milei se maneja como un dios iracundo e impredecible; por lo que no es curioso que sea su fuerza de élite la que absorba la función intelectual. En efecto, el Gordo Dan es el Santiago Kovadloff de LLA: quien mejor expresa su sensibilidad y las ranuras íntimas de su pensamiento.
El Gordo Dan es un meteoro voluminoso que orbita regio y seguro por las fuerzas del cielo del León. Su fidelidad está fuera de toda duda, aunque jamás escatima las muestras de sumisión más total y absoluta. El Presidente es un hombre profundamente herido, y toda muestra de mansedumbre de sus allegados lo reafirma, lo tranquiliza. Este elemento capado es esencial al Gordo Dan, a la vez que permanentemente testea su filo contra los enemigos, encabezando campañas contra periodistas “ensobrados” o cualquier civil que no evoque el arte dócil del junco, que siente la llegada del viento y se inclina ante el príncipe. Como veremos más adelante, en el cuerpo de Dan se define el ascenso de un nuevo sujeto político, protagonista esencial de la gesta de LLA.
Que el Gordo Dan se autopromulgue Gordo, y que haga de ese principio de obesidad su estandarte personal, es el tipo de gesto que lo vuelve parte íntima de la batalla cultural. Porque la batalla cultural es, sobre todo, una lucha por los epítetos, por la capacidad de nombrar: por retomar el control de qué cosa es qué. Por volver a enseñorearse sobre la Creación, como al principio del Génesis. En este sentido, la batalla cultural de Milei no deja de ser una lucha por el derecho ancestral de los argentinos de decirle gordos a los gordos, enanos a los enanos, y negro a todo morocho: la versión rioplatense de la 1st amendment.
Esa costumbre tiende a ser percibida como una forma de grandeza nacional, de placer comunitario o incluso de vanguardia atávica, donde el trumpismo y su séquito de executive orders son apenas reciénllegados. El kirchnerismo podía cifrar sus luchas en pañuelos de distintos colores, con los que sus adeptes podían reconocer aliades: aquí, todo pañuelo es percibido como una mordaza que se debe quitar.
El Gordo Dan no tiene problema en sostener posturas kirchneristas, como cuando insiste en la importancia de que la gente tenga “la ideología correcta”. Ese énfasis es esencial a la derecha contemporánea: solo la ideología importa, porque el razonamiento económico que solía constituir el basamento de la ideología (el liberalismo) ya no está. La ideología debe ser machacada y remarcada para sostener la sensación tribal –porque la referencia de la racionalidad económica se licuó como un veneno rancio por las alcantarillas–.
Desde “Liberation Day”, Trump se dedica a hacer todo lo contrario de la ideología liberal capitalista con la que hizo campaña contra la “comunista Kamala”. Ante este terremoto en el seno de la racionalidad liberal, lo que debe permanecer estable es esa sensación de pertenencia, de estar “del lado del bien” cifrado en los valores fundamentales: la familia, la agenda antigénero, antiAgenda 2030. Si la economía no va atada a la moral, que la moral sea la reina –la economía será lo que digamos después.
El Gordo Dan es el reemplazo simbólico de los “gordos” de la CGT, del clásico gordo con el bombo de las marchas peronistas, de la mole peroncha icónica de la cultura del aguante: el Gordo Dan absorbe todas estas funciones, les da una identidad digital. En él conviven el pogo contra los enemigos, el entretenimiento pavote, el antiintelectualismo tradicional peronista, la camaradería masculina y también la solidaridad.
Antes de militar tiempo completo la causa del Líder, el Gordo Dan solía organizar asados solidarios y colectas para chicos necesitados. Su capacidad para hacer trending topics con solo lanzar la frase “que sea trending topic ya!” lo elevó al comando de la Tropa de Élite troll. Cuenta la leyenda que, mucho antes de llegar al Ejecutivo, la mujer más hermosa de LLA supo probar las mieles ocultas de un juvenil Gordo Dan, aunque él siempre mantuvo un distinguido silencio. “El Javo” tampoco vería con buenos ojos el ascenso de un perfil conectado con las conquistas sexuales de un operario de su fuerza: quedaría mal parado en la competencia. El Gordo Dan comprende a rajatabla estas delicadezas.
Pero lo más interesante es que el Gordo Dan tiene una conexión directa con un nuevo sujeto político: “el gordo compu”. El gordo compu es el nuevo proletario de la era digital. Acostumbrados a trabajar en la informalidad, a saltarse las trabas del Estado para cobrar sus trabajos en dólares, se sienten emprendedores de sí mismos, porque de hecho lo son. Son una fuerza productiva joven y muy ruidosa en X.
El logro de LLA es haber identificado a estos trabajadores relevantes, mientras el kirchnerismo imaginaba que toda persona con IQ alto quedaba supeditada a los contoneos retóricos de la UBA. El gordo compu sintetiza también la derrota de la UBA: los chicos con intereses techies son cada vez más absorbidos por ITBA y UTN, entre otras, y muchos son totalmente autodidactas en la mejor tradición hackeril. Trabajan mientras estudian, quieren recibirse rápido y que su tiempo se convierta rápidamente en dinero; inmersa en su clásico caos, la UBA es pública pero termina siendo la opción más cheta.

A falta de una Primera Dama en funciones (Amalia “Yuyito” González, la Brigitte Macron argentina, no ha tomado nunca realmente ese rol), el Gordo Dan hace las veces de Evita hablándole a estos descamisados, a esos obreros relegados que nadie vio antes y que ellos descubrieron y amaron antes que nadie. Como a Eva, hablar de su propio sectarismo lo enorgullece, y jamás escatima su devoción por el Conductor del Pueblo.
Los Gordos Dan no solo dan: también reciben. A Dan lo critican por su dicción ligeramente gangosa, pero sus dotes de comunicador y su convicción guerrera para hostigar opositores están fuera de toda duda. Entrenado como médico genetista, el Gordo Dan hace una operación directa sobre el ADN peronista: transmite una derrota a flor de piel en el corazón del narcisismo peronista: ellos ya no son los oscuros. Los peronistas han dejado de ser los negros, los barriales, los “popu”, los jóvenes enojados con ganas de cambiar el mundo y la sociedad. La pirámide de color se corrió a un costado: los peronistas ya no son el hecho maldito, como lo definió John William Cooke. El verdadero hecho maldito del país burgués es un nerd acosado por traumas infantiles al que solo le interesan dos cosas: la macro y la venganza.

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