Alta Fidelidad. Roba pero hace: los guantes blancos de Quentin Tarantino
Desde hace casi un año, el Oxford English Dictionary incluye la palabra "Tarantinoesque" (Tarantinesco) entre sus más de 600 mil entradas. "Tarantinesco", según la academia que registra como un sismógrafo los cambios en el inglés global, viene a ser algo así como esto: "Que recuerda o imita los filmes de Quentin Tarantino; característico o reminiscente de estos filmes. Los filmes de Tarantino se caracterizan por su violencia gráfica y estilizada, argumentos no lineales, referencias cinéfilas, temas satíricos y dialogo agudo".
No es la única palabra nueva derivada del cine ("Lynchian", por David Lynch; "Kubrickian", por Stanley Kubrick; "Keatonesque", por Buster Keaton, son otras) que tiene su entrada en el canónico abecé británico pero acaso desde "Fellinesco" ningún adjetivo derivado de un director podía resumir y contener además la época que lo propulsó. El inminente estreno de Erase una vez en Hollywood vuelve la atención sobre esta palabra propia de la larga sombra de la posmodernidad entre el final del siglo XX y el comienzo del nuevo milenio. El mundo, con su confusa coexistencia de temporalidades y reflujo estético es, en cierto modo, Tarantinesco…
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A Pablo Picasso, hito de la modernidad, se le atribuye esta afirmación: "Los grandes artistas copian, los genios roban". Picasso asaltó un bazar de mascarillas africanas para producir un cambio de sensibilidad absoluto en el arte occidental y a la vuelta del siglo el hip hop fue la vanguardia (popular) invertida: sus rappers y productores se llevaron para Africa estrategias como el ready made del dadaísmo. Cortar y pegar. Esta línea de dialogo de la novela Noches de cocaína (J.G.Ballard) parece escrita para un ensayo sobre el cine de Tarantino. Frente a la profusión de galerías de arte en Estrella del Sol, una urbanización ociosa en la Costa Brava, el personaje principal de la novela le escucha decir a otro: "las artes y la delincuencia siempre han florecido juntas…"
Picassiano, Quentin Tarantino ha dicho que "robó de cada una de las películas que vio". Y se sabe que vio muchísimas, la historia misma del cine en VHS mientras atendía un videoclub llamado Video Archives en Manhattan Beach, California. Tarantino, como reza un resignado axioma político, roba pero hace o, mejor, roba pero re-hace. El sitio Open Culture subió esta semana un video-ensayo que registra puntillosamente las citas y apropiaciones de Tarantino. Ya no el rescate de géneros de nicho bastardos (blaxploitaition, artes marciales, spaghetti western) sino la repetición milimétrica de escenas, gestos, coreografías. No hay un mundo antes (ni fuera) del mundo del cine. Uma Thurman y John Travolta en Pulp Fiction repiten los pasos de Marcello Mastroiani y Claudia Cardinale en 8 y ½ (1963) como si se tratara de una danza folclórica de rigurosa disposición física. Pero la copia importa menos que el efecto que consigue: Doce del Patíbulo (Robert Aldrich, 1967) se parece a Bastardos sin gloria (Tarantino, 2009) y no al revés. "Los Beatles están copiando a Oasis, eso es lo que le está pasando a la historia ahora", había dicho Malcolm McLaren, histórico manager de los Sex Pistols en 2000. Eso también es (muy) tarantinesco.
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La influencia de Tarantino, de nuevo, se escapa del escrutinio cinéfilo. Puede ser adictivo registrar cada detalle de su filmografía en relación con el pasado pero es mucho más interesante entenderlo en el contexto de su tiempo. El director de Erase una vez en Hollywood utiliza fotogramas y encuadres como los artistas de hip hop los viejos discos de soul, funk y jazz para samplear bases rítmicas y por repetición y desplazamiento crear algo enteramente distinto. El paralelo no es ocioso y de hecho la importancia que Tarantino le ha dado a las bandas de sonido de sus películas también hizo que se hable de un estilo de música Tarantinesco. No una forma en sí misma sino ese pastiche de discos oscuros de los 60 y 70 que armaron una atmósfera propia. Pero aún fuera de sus playlist hay una música, la de Babasónicos o Beck, por ejemplo, que registra el efecto Tarantino en la cultura y viceversa. Robó, sí, pero hizo ocho películas que son una marca indeleble del tiempo que nos toca vivir.
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