Desde adentro: la bóveda del Cervantes que guarda tesoros para la posteridad recibe a María Elena Walsh y Sara Facio
LA NACIÓN ingresó en el subsuelo frío donde se custodia el legado de los principales exponentes de la cultura en español; la Caja de las Letras ya tiene un lugar destinado a las creadoras argentinas
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MADRID.— “La estábamos esperando”, le dice la encargada de la recepción y ordena dejar las carteras y bolsos en la cinta transportadora antes de pasar por el scanner de seguridad. En el subsuelo del Instituto Cervantes se trabaja con entusiasmo para poner a punto el evento que se llevará a cabo mañana: el ingreso del legado de dos artistas argentinas a la Caja de las Letras, María Elena Walsh y Sara Facio. Sobre cada silla hay dos postales, cada una con un retrato de estas creadores. Graciela García Romero, presidenta de la Fundación María Elena Walsh Sara Facio, se reúne con su equipo y ultima los detalles del encuentro del jueves en la capital española, organizado junto al Instituto Cervantes y el ministerio de Cultura porteño.
El orden de los ponentes, las canciones que interpretará Sandra Mihanovich (“Manuelita”, entre otras), los créditos en los programas, cuestiones técnicas —el acto será retransmitido en directo a través del canal del Instituto Cervantes y en el canal de YouTube del Instituto Cervantes, desde las 6 a.m. hora argentina—, luces, discursos. García Romero es entonces conducida por Marisela Oberto y Jimena Vázquez Acuña, colaboradoras de la Dirección de Cooperación Cultural, a la bóveda donde depositará una cuidada selección de piezas de ambas artistas. Todavía se siente el verano en la piel, pero en aquel subsuelo frío, donde funcionó un banco, una atmósfera única se palpa cuando se ingresa en ese sitio habitado desde 2007 por tantos fantasmas, por tesoros invaluables de la cultura hispánica en cajas de seguridad. Allí se ubican 1800 cajas de seguridad, rebautizadas Caja de las Letras, donde se custodia el legado de los principales exponentes de la cultura en idioma español.
“Cuando entré en la bóveda sentí que aquel era el lugar donde habitaba una gran familia”, dice García Romero a LA NACION, que pudo ingresar junto con ella a este exclusivo recorrido donde no accede el público general. “¡Mirá, qué bien, ahí está Serrat —decía la presidenta de la Fundación—. ¡Y ahí Alejandra Pizarnik!¡Severo Sarduy! Todos ellos fueron modelos de Sarita. Y ahí está la familia de María Elena: Juan Ramón Jiménez [la invita a su caso en Nueva York en 1948] y Pedro Salinas”, celebraba la proximidad de aquellas bóvedas con las que mañana se llenarán con piezas de Walsh y Facio.
Cabe destacar que el legado de Walsh y Facio se encontrará en bóvedas separadas: “Pedí yo pedí que estuvieran separadas [una arriba de la otra]. Me ofrecieron una sola caja y yo dije: «No». Cada una está en la fundación por mérito propio, no por haber sido «pareja de», sino porque son tan reveladoras una obra como la otra respecto de lo que a nosotros nos interesa, que es la cultura nuestra y nuestra identidad argentina”, afirma García Romero.
Walsh vivió cuatro años en París, donde empezó a darle forma al disco Canciones del tiempo de Maricastaña junto con Leda Valladares y viajaba en ocasiones a España para presentarse por distintos escenarios con sus canciones folklóricas. Además, en 1974, y durante un año, la poeta y compositora, vivió en Madrid. “¿Por qué no leo más que el Quijote?/Porque es misterioso. Porque lo entiendo. Porque es lectura de la edad madura. Porque es un libro de magia. Porque me hace desear vivir para releerlo. Porque me permite reencontrarme con mi idioma,/pobre desbaratado”, escribió Walsh, unida también con la cultura española por la rama materna, andaluza. Además de libros de la autora, se depositará una copia del original de “Como la cigarra” y piezas de archivo sonoro como “Cuentopos de Gulubú”.

Facio expuso en todas las capitales importantes culturales, Francia, en el Pompidou; en Arlés, en Nueva York, por supuesto en Tokio. En su bóveda se depositarán retratos de Jorge Luis Borges (1969), de Julio Cortázar (1968), y de María Elena Walsh. “Es, sin lugar a dudas, la fotógrafa del boom. Merece quedar y trascender. Dentro de la bóveda se encuentra la obra de muchos de los escritores a los que fotografió. A quien primero conoce es a Julio Cortázar en París y ahí comienza una amistad que sigue hasta el final. Ella descubre ese primer surgimiento de la voz narrativa latinoamericana. Viaja a Isla Negra para hacer una especie de ensayo fotográfico a Pablo Neruda seguirlo, estar con él para hacerle un ensayo fotográfico y habrá una fiesta de escritores: ahí está Juan Rulfo y Mario Vargas Llosa, que después los seguirá viendo y que serán tocados «por la varita del Nobel»”, explica García Romero. Estos retratos a ganadores de la máxima distinción de las Letras tendrán también sus retratos depositados en la bóveda de Facio desde mañana: Gabriel García Márquez (1967), Miguel Ángel Asturias (1967), Mario Vargas Llosa (1969), Pablo Neruda (1969) y Octavio Paz (1970).
Si bien es cierto que García Romero destaca la obra de Walsh y Facio por separado, en esta ocasión pondrá, sin contradecirse, en la pareja sentimental que ambas constituyeron: “Fueron un testimonio muy temprano de lo que es la libertad, de lo que es la ética y de vivir con naturalidad el amor que ellas tuvieron durante casi 40 años, que no dejó de ser un testimonio para nuestra sociedad. Colaboró ese testimonio fáctico por convivir y por tomarlo con la naturalidad con que cualquier amor se debe tomar, creo que fecunda las conciencias de las juventudes que vienen, de varias generaciones que vinieron después, para sentirse sólidas en reclamar vivir con libertad”, dice García Romero.

Además del evento en el Instituto Cervantes, en el Centro Cultural Paco de Lucía se estrenará el domingo Cuentopos de Gulubú, basada en los relatos y canciones de Walsh y habrá un evento el sábado “A tomar el té con María Elena Walsh” en la librería Mandolina de Madrid.
Con una amplia sonrisa, siempre con el celular en la mano, García Romero regresa al hotel a descansar y tener varias reuniones telefónicas. Todavía el jet lag le pasa factura y se debe preparar para el evento del día siguiente: “Sentí que las chicas eran bienvenidas”, afirma y se pierde en dirección contraria a la calle de Alcalá.
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