Dignidad
Unas vías que se prologan hacia un horizonte que luce infinito y que en vez de exhibir el avance de un tren tienen en su centro un carrito de supermercado que parece abandonado. Tiene como identificación la patente de un automóvil al igual que un vehículo. Si bien este rodado no traslada personas, desplaza los elementos de trabajo de un vendedor callejero. Su contenido son todos los enseres que su dueño, Milton Arregui, necesita para hornear el pan que luego vende a los transeúntes por la calle. Todos los medios de supervivencia de este hombre están reunidos en este chango que ha tenido que dejar en medio de las vías porque ha debido regresar a buscar algo que se ha olvidado. No sabemos qué. Su jornada laboral ha concluido, y ya en La Matanza, camino a su hogar, empuja ese carro que contiene las precarias herramientas esenciales para su trabajo. Y para su dignidad.