El mudo teatro de las cosas
METODOS Por Francis Ponge-Adriana Hidalgo-Trad.: S. Mattoni-306 páginas-($20)
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Luminosa y solitaria fue la aventura estética del poeta Francis Ponge (1899-1988). Mientras muchos artistas tomaban partido por causas monumentales, él eligió El partido de las cosas , como lo anuncia desde el título de su primer libro (1942). En lugar de poner en escena la grandilocuencia de la primera persona, Ponge prefirió ser el humilde rapsoda de los objetos.
Para Ponge, objeto es todo ser que, arrojado a la existencia, carece de habla pero no de lenguaje. Y el poeta se consagra a montar el gran teatro de lo mínimo, el espectáculo inefable de esos seres vivos o inertes -una avispa, un damasco, un vaso de agua, un cajón de frutas, una cabra- que integran con la especie humana una misma familia y respecto de los cuales el artista no debe asumir la actitud del poseedor sino su representación: "embajadores del mundo mudo" define Ponge a los artistas.
Enemigo de un humanismo convertido en vaga profesión de fe o en psicología, cuando Ponge se declara partidario de las cosas no es ni un materialista ni un objetivista sino alguien convencido de la necesidad de religar al hombre con los demás seres para que el mundo funcione . Su poesía busca aprehender el funcionamiento del mundo, no su sentido. Por eso no le interesan tanto las ideas ni las interpretaciones sino el teatro mudo de las cosas.
Para ello, Ponge encuentra en las palabras una materialidad distinta pero equivalente de las cosas. Investigar un objeto supone, para él, encontrar las palabras que lo definen, por aproximaciones sucesivas. "Una retórica por objeto, antes que una retórica por artista", propone el poeta. Y se empeña en rastrearla en la estratificada historia de su lengua, a través de las etimologías y las definiciones del invalorable diccionario Littré .
El lenguaje debe ser para el poeta un instrumental capaz de "reparar el mundo", no por vía de la representación sino a través de un progresivo despojamiento de la subjetividad que permita escuchar el rumor del mundo en el silencio inquebrantable de las cosas.
Jean-Paul Sartre definió el trabajo de Ponge en un texto admirable de 1944: "Sus poemas se presentan como construcciones biseladas: cada una de sus facetas es un párrafo, y a través de cada faceta se ve el objeto entero, pero desde un punto de vista diferente. La unidad orgánica del poema es, por lo tanto, el párrafo que se basta a sí mismo. Rara vez Ponge conduce de un párrafo a otro, éstos se hallan separados por cierto espesor de vacío".
Paralelamente a su obra poética, Ponge escribió un conjunto de diarios y ensayos y pronunció formidables conferencias exponiendo su modo de trabajo. En 1971, la editorial Gallimard incluyó en el volumen Méthodes lo más relevante de esa producción. Para entonces, Ponge ya gozaba en Francia de un gran prestigio, en virtud de opiniones tan influyentes como las del mencionado Sartre, Maurice Blanchot y Philippe Sollers. En la Argentina, su sigilosa y excéntrica labor no era desconocida: Jorge Luis Borges (1947), Enrique Molina (1966) y Raúl Gustavo Aguirre (quien lo incluiría en su antología Poetas franceses contemporáneos , 1974) habían leído y traducido con fervor casi secreto las discretas hazañas de su escritura sin énfasis. La admiración de esos traductores cosechó para Ponge un puñado de lectores argentinos, pero no un editor en lengua española dispuesto a publicar extensamente su poesía.
Esta cuidada traducción del poeta Silvio Mattoni de aquellos Métodos de Ponge viene a restañar la ausencia de buena parte de su obra. Y sería erróneo suponer que estos textos ofrecen el prolijo envés teórico de su poesía que el propio autor habría tejido. Por el contrario, la escritura y, en más de un caso, la oralidad ensayísticas de Ponge forman parte de su producción poética. La continúan y expanden en una suerte de escritura en proceso que se ofrece como un don a la insaciable avidez de los lectores atentos.
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