El regreso de Portinari: pintor de la identidad
Portinari mostró por primera vez sus pinturas en Buenos Aires en el Salón Peuser, en 1947. Había elegido el Río de la Plata como destino del exilio político, y encontró acá el abrazo cálido del público sensible y de la crítica, "El fino animador de la línea y el recio estructurador del volumen es también un colorista sutil", escribía, saludando la llegada del maestro que venía de París precedido de los elogios, el crítico de LA NACION.
Ha vuelto Portinari; en otro siglo, en otra Argentina y con otros laureles. Retratos y paisajes procedentes de colecciones públicas y privadas, argentinas y brasileñas, se exhiben en la Fundación Proa, que suma así una muestra de altísimo nivel a la programación de las salas de La Boca. Adriana Rosenberg, presidenta de Proa, desarrolló todos estos años una fecunda acción de cooperación con instituciones brasileñas.
Este segundo desembarco de Portinari en la Argentina fortalece los lazos con Brasil a partir de lo que el canciller Celso Amorim define como "diplomacia cultural", modelo de acción que madura relaciones estables y duraderas, no sujetas a ningún arancel.
Le ha tocado al embajador Mauro Vieira debutar en un momento de diálogo cultural a muchas voces: el cine, la literatura, la música y, por cierto, el arte, registran una producción sorprendente. La última edición de arteBA, Feria de Arte Contemporáneo de Buenos Aires, recibió las obras de artistas brasileños en colecciones argentinas, y ya están preparando su equipaje para participar de la próxima Bienal de San Pablo, Pablo Siquier, representante de la Argentina, Jorge Macchi y Leandro Erlich, seleccionados por el curador Alfonse Hug.
No está entre los retratos cedidos a la Fundación Proa por coleccionistas argentinos, el cuadro por el que conocí la obra de Portinari. Pintado con la delicadeza que inspiraba la modelo, era un retrato de Dulce Liberal que estuvo por años presidiendo el living de Las Barrancas, la casa de Ascochinga, donde Dulce se multiplicaba en su proverbial condición de anfitriona.
Era Portinari un artista de dos mundos. Las frágiles mujeres de los retratos mundanos no se parecen en nada a la dramática intensidad de pinturas como Retirantes o Niño muerto. En ambos casos, su obra conmueve.
La exposición Portinari se enriquece con trabajos de Berni, Forner, Spilimbergo, Pettoruti y Castagnino, que compartieron un tiempo y un ideario. El homenaje, a propósito del centenario, se articula en dos módulos complementarios: la exposición, curada por Christina Penna y João Candido Portinari; y el seminario "El sentido social del arte", coordinado por Andrea Giunta.
En su conjunto, el programa es fruto del trabajo de cooperación entre la Fundación Proa, el Proyecto Portinari y la Fundación Centro de Estudios Brasileros, con la invalorable colaboración de Mónica Hirst, directora de la Funceb.
En las próximas páginas, el lector recorrerá el mundo de Portinari; visitará la Brasilia de Oscar Niemeyer; descubrirá los lazos secretos que anudaron una rara amistad entre Jorge Luis Borges y la escritora Lygia Fagundes; escuchará los comentarios del cineasta Walter Salles y los ritmos de un país musical, que puede escribir su historia con choros, marchas, sambas y bossa nova.
De la Redacción de LA NACION




