En carrera
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El hombre corre. Entrena. Bajo el hechizo de la cámara, los edificios también parecen querer agitarse. Sus contornos se borronean, adquieren algo parecido al movimiento, hacen honor al frenesí que atraviesa sus estructuras de acero, vidrio y cemento: estamos en el distrito bancario de Frankfurt, territorio de vértigo, cuentas, acciones, asunción del riesgo en un mundo que hace rato dejó de ser estrictamente previsible. Hubo un tiempo en que las civilizaciones procuraban tallar en piedra su paso por la historia. La nuestra, en cambio, guarda su memoria –y mucho más que eso– en la fugacidad de lo digital. Nadie sabe cómo serán las versiones contemporáneas de la Esfinge, de las grandes catedrales, los templos que se soñaron eternos. Imposible imaginar qué de nosotros observarán aquellos que dentro de miles de años recuerden a este tiempo evanescente.
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