Fibra dorada
En Bangladesh le dicen la “fibra dorada”, aunque su producción -como todo lo implicado en el trabajo rural- poco tiene de oropeles y mucho de sacrificio, sudor, anonimato. Quizás el hombre que transporta una parva de de tallos de yute en un mercado de Manikganj también los llame “fibra dorada”. Tal vez en su hogar lo saboree en alguna infusión o sepa que parte de la posible prosperidad de su país se basa en el cultivo de esta planta (cuya fibra, además, encierra la promesa de ser una alternativa sustentable a las bolsas de plástico). Pero quién le enumera todas estas bondades a la espalda de este hombre, al machete con el que otros como él trabajaron durante horas en la plantación, a las manos dañadas por la resistencia vegetal, a los raspones, el cansancio, los ojos que -aquí los vemos- apenas miran hacia adelante: severos, callados, pura tracción humana, puro sostén diario.
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