Hugo Padeletti: el poeta de la contemplación pura
Pocos días antes de cumplir 90 años, el viernes a la tarde falleció en la ciudad de Buenos Aires el poeta y pintor Hugo Padeletti. Había nacido en la localidad de Alcorta el 15 de enero de 1928. Los años vividos en ese ambiente rural hasta su juventud impregnaron luego sus poemas, atentos al transcurso de las estaciones del año, la naturaleza y "la pasión delicada aunque firme de lo real", como escribió Juan José Saer. Padeletti publicó su primer libro de poesía a los treinta años y a partir de entonces desarrolló una de las obras poéticas más sólidas, sabias y bellas de la literatura argentina. La creación plástica creció a la par y en varios de sus libros, como La atención (1999), los textos aparecían acompañados por tintas y dibujos.
A principios de la década de 1960, viajó a Berna, becado por la provincia de Santa Fe, para estudiar la obra de Paul Klee; en 1962 fue nombrado director del Museo de Bellas Artes "Rosa Galisteo de Rodríguez", situado en la capital de su provincia natal. Padeletti expuso su obra plástica en varias galerías de Rosario y de Buenos Aires. Fue alumno de Juan Grela y nunca dejó de pintar.
Radicado desde 1984 en la ciudad de Buenos Aires, en 1989 publicó Poemas 1960-1980, por el que obtuvo el premio Boris Vian. En 1990, dio a conocer Parlamentos del viento (1990), al que siguió Apuntamientos en el Ashram (1991), donde su escritura alcanzó una suerte de estatura moral que ya no lo abandonaría. Aspectos de distintas religiones orientales y occidentales, como la culpa, el perdón y la gracia, ganaron la superficie de los textos. "Lo curioso es vivir experiencias en diversas tradiciones y seguir adelante sin olvidarlas o sin haberlas superado. He vivido así y eso se halla en mi poesía", dijo.
Desistir del yo
Por Canción de viejo, hermoso libro publicado por Interzona en 2003, mereció el Premio de Poesía del Fondo Nacional de las Artes. En 2004 obtuvo el Premio Konex de Platino y, en 2005, la Beca Guggenheim.
En 2014, El Cuenco de Plata editó Osaturas y en 2015 reeditó, con correcciones del autor, Guirnaldas para un luto. Fue autor de un libro de ensayos hoy inhallable, Textos ocasionales sobre plástica y poesía, en el que registró su pensamiento sobre ambas prácticas.
Desde el año pasado, Padeletti revisaba poemas ya editados y un puñado de inéditos para dar a luz, a mediados de 2018, su obra poética completa en el sello Adriana Hidalgo. Será, sin duda, uno de los libros del año.
El refinamiento formal, unido a un registro contemplativo, le permitía capturar los detalles como si fueran semillas de sentido que conjugaban una experiencia del tiempo personal y mística. El poeta santafesino tuvo un gran interés por la cultura oriental: mantuvo hasta el final sus lecturas del Tao Te King y del budismo zen, junto con la práctica del yoga ("sentado", debido a problemas de salud a los que siempre trató con distancia).
Leía y escribía en su departamento del barrio de Montserrat y, en especial, rehacía versiones de poemas, muchos de ellos dedicados a amigos como Dante Pierpaoli, Hugo Gola y Angélica Gorodischer. En 2007, Jorge Monteleone, uno de los críticos que mejor conoce su obra, preparó una antología que reúne los poemas escritos por Padeletti entre 1944 y 1980. Al final de la introducción de El andariego (FCE), el crítico ensayaba una hipótesis sobre la poesía de Padeletti. "Aparece en el poema como pensamiento no pensado, desistimiento del yo, voz que nombra el otro lado de los objetos, contemplación pura", escribió Monteleone.
El poeta andariego (y pintor y filósofo) sigue su viaje, mientras los lectores retomamos la huella de una poesía que se abre a la eternidad del presente.
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