La “antirretrospectiva”: Guillermo Kuitca vuelve al Malba con una etapa clave de su carrera
La muestra que inaugurará este jueves, más de dos décadas después de la anterior en la Argentina y en el mismo museo, está enfocada en el año 1986; el artista comenzó a modificar entonces la forma en que trabajaba en sus pinturas con el espacio y la figuración
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La “antirretrospectiva”. Así llama Guillermo Kuitca a la muestra que inaugurará el jueves en Malba, a más de dos décadas de la anterior en el mismo museo y poco más de medio siglo de su primera individual, cuando tenía apenas 13 años. A diferencia de la de 2003, Kuitca 86 no reunirá las obras más destacadas que realizó durante su extensa carrera, sino que se concentrará en un periodo muy corto y de gran intensidad, en plena transición de la dictadura a la democracia.
“No estamos haciendo una muestra de los ochenta –aclara sin embargo a LA NACION Sonia Becce, cocuradora de esta exposición junto con Nancy Rojas-. Hay un foco específico, muy concentrado, muy investigado, sobre el año 86. Obviamente, para darle contexto, tenemos que retroceder y adelantarnos un poco. Pero no estamos dando cuenta de un espíritu de la década. Es un momento que para nosotras es clave en su producción, que no es la primera época”.
¿Qué ocurrió en 1986? Fue un punto de inflexión en el que la figura humana apareció en su obra, tuvo un desarrollo y volvió a desaparecer, aunque dejó rastros de su presencia en escenas dramáticas. Ese año presentó su serie Siete últimas canciones en la Galería del Retiro, de Julia Lublin, y le fue muy bien. Pero fue la última muestra que realizó en la Argentina hasta la retrospectiva del Malba, que no incluyó la mayoría de las que se verán ahora porque se encontraban en otros países.
“Es un año clave porque en cierta medida parte aguas respecto a cómo trabaja el espacio y la figuración”, explica Rojas. Y recuerda que además realizó su primera exposición individual en Río de Janeiro, en la galería Thomas Cohn. Según ella, marcó otro punto de inflexión porque a partir de entonces “empieza a participar de distintas instancias expositivas de arte latinoamericano a nivel global”.
La obra más temprana de la exposición, nunca exhibida en el país, se titula Del 1 al 30.000. Tenía 19 años cuando dibujó en 1980 los números consecutivos hasta alcanzar la cifra estimada de desaparecidos. Tras el descubrimiento en Buenos Aires de la danza-teatro de Pina Bausch y un viaje a la ciudad alemana de Wuppertal que dejaría huella en su propia estética, una crisis personal impuso una pausa en 1981. Al año siguiente iniciaría Nadie olvida nada, una serie de pinturas realizadas sobre pedazos de muebles de su taller de la calle Cangallo.
Comenzaba así lo que Becce considera “el Big Bang kuitquiano”. Es decir, el hallazgo de “un lenguaje muy propio en concordancia profunda con su época” y la progresiva desaparición de la figura humana en su obra. El joven artista estaba por iniciar una carrera internacional que incluiría muestras en los principales museos, ferias y bienales del mundo –entre ellas la de Venecia, donde representó al país–; la participación en la prestigiosa Documenta de Kassel; el diseño del telón del Teatro Colón junto a Julieta Ascar y la reciente intervención en la capilla del Museo Picasso, en París.

Dos de las series incluidas reflejan escenas vinculadas con los orígenes de su pasión por la dramaturgia: Nadie olvida nada y El mar dulce llevan el mismo título de las obras que dirigió con Carlos Ianni en el Teatro Planeta, en 1982 y 1984. La exposición se completa con pinturas de Siete últimas canciones y otras realizadas hacia fines de la década de 1980, cuando la figura humana ya ha desaparecido por completo. “Creo que me fugué de mi propia obra porque entendí que la acción dramática empezaba a pasar por elementos... -dijo Kuitca días atrás en una entrevista con LA NACION, en su casa-taller de Belgrano R-. Para mí las pinturas siguen siendo muy dramáticas, solamente que no estaban más las figuras humanas.“
Hay varios bonus tracks en este compilado que Kuitca compara con el disco más destacado de una carrera en el que sus pinturas son concebidas como canciones. Uno es la pieza titulada Kuitca 86, creada el año pasado especialmente para esta muestra: es una maqueta que recrea una caótica habitación cubierta de pintura de todos colores. Y que presenta “al mundo como si fuera una paleta”, para evocar la intensidad de aquel momento.
Otro está en el catálogo que acompañará la exposición: el resultado de una investigación dirigida por Viviana Usubiaga que profundiza con rayos X en la materialidad de las pinturas, con el fin de “visualizar las etapas de fluctuación” que caracterizaron esta etapa experimental. De esa manera se pudo comprobar, de una forma que sorprendió incluso al propio artista, cómo ciertas figuras quedaron “sepultadas” por planos de color.
El tercero es una sala improvisada en el pasillo, cuyas aberturas hacia la planta baja se taparon por primera vez, donde se exhibe material documental. Allí hay dibujos, afiches de sus obras de teatro y fotos que presentan a Kuitca en diversos roles: leyendo un fascículo sobre Picasso a los 13 años; posando como un superhéroe junto a su hermana; con Divina Gloria y Batato Barea en el backstage de un recital de Fito Páez; con el pelo teñido de blanco y anteojos oscuros en la inauguración de su muestra en Thomas Cohn, o cual estrella de rock para notas de distintos medios. Como una del Jornal do Brasil, titulada “Las ansiedades de un ex niño prodigio”.
“En el 86 tenía sólo 25 años –destaca Becce-. Estas son obras muy maduras de un artista muy joven; maduras y a la vez experimentales. En el 82 Guillermo está pensando cómo hace para que trasladar a dos dimensiones lo que está viendo, lo que lo interpela emocionalmente: las escenas de teatro, la literatura, el cine. Entonces, dice: ‘Bueno, empiezo desde cero’. Con poco pigmento y con los materiales que tiene en el taller. Que son malogrados, pobres, nada jerarquizados”.
“Hay una edad en que uno ve todo y por primera vez -observa Kuitca-. A lo mejor leés un autor contemporáneo y ese mismo año empezaste a leer a Proust. Y todo está en un presente brutal. Entonces a los diecinueve, veinte años, las cosas no están regidas por la historia del arte, sino por las oportunidades. Hay muchos encuentros que son revelaciones”.
Para agendar:
Kuitca 86, desde pasado mañana a las 19 hasta el 16 de junio en Malba (Av. Figueroa Alcorta 3415), junto con la muestra Fabril la mirada, de Lucrecia Lionti. Conferencia inaugural: el jueves 13 a las 18, con transmisión en vivo por YouTube.
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