La isla literaria
Capri es el lugar preferido por los escritores para el reposo y el escándalo
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Desde la Grecia clásica, las islas -Creta, Itaca, Lesbos- han sido territorios de prestigio mítico y literario, ámbitos de aventuras y exóticos placeres o refugios de serenidad y placidez. Así lo experimentaron muchos escritores, entre ellos Lawrence Durrell, célebre "islómano" que dedicó un hermoso libro a las ínsulas del Egeo.
De todas las islas del Mediterráneo quizás es Capri la más visitada por hombres y mujeres de letras, algunos de los cuales pasaron largas temporadas o la eligieron como residencia permanente. Hace poco estuve varios días en la isla, seducido a cada paso por la belleza de sus paradisíacos escenarios naturales y conmovido, además, por el hecho de transitar por los sitios donde vivieron escritores admirados.
La biografía literaria de Capri empieza con la leyenda negra difundida por Suetonio acerca de Tiberio, el emperador que eligió la isla para gobernar desde allí, durante diez años (27-37 d.C.), el vasto imperio romano. Historiadores modernos aseguran que Suetonio, y también Tácito, exageraron en su afán por desacreditar al hijo adoptivo de Augusto. Sin embargo, los presuntos actos de sevicia de Tiberio no han dejado de alimentar la imaginación de novelistas y poetas.
En el siglo XVIII, Montesquieu y el Marqués de Sade, que visitaron Capri en 1729 y en 1776, respectivamente, escribieron sendos libros con el mismo título, Voyage d«Italie , donde dedicaron pocas páginas a la isla. Al Marqués de Sade lo atrajeron, naturalmente, los relatos sobre las crueldades de Tiberio.
Será a partir del redescubrimiento de la Gruta Azul, en 1826, episodio que marcó el comienzo del esplendor turístico para la isla, cuando ésta aparece frecuentemente en las páginas de los mejores autores europeos. Los alemanes August Von Platen -el gran enemigo de Heine- y Ferdinand Gregorovius; el danés Hans Christian Andersen, el ruso Nicolás Gogol y la inglesa Mary Shelley, viuda de Percy B. Shelley y autora de Frankestein , llegaron a Capri y escribieron sobre sus paisajes.
Hacia fines del siglo XIX se instaló en Anacapri el sueco Axel Munthe, cuya casa es hoy insoslayable meta turística, así como el inglés Norman Douglas y el escocés Compton Mackenzie. Todos ellos publicaron importantes libros sobre Capri. A diferencia de Munthe, que poseía un temperamento austero, casi ascético, Douglas y Mackenzie eran dos epicúreos y pronto se erigieron en una suerte de gurúes de la colonia anglonorteamericana, especialmente entre escritores y artistas homosexuales. Claro que no todos los que gozaron de su hospitalidad lo eran. Habría que mencionar a Joseph Conrad, David H. Lawrence, W. Somerset Maugham, Hugh Walpole y John Galsworthy. En 1897 visitó la isla Oscar Wilde. En su libro El exiliado de Capri , Roger Peyrefitte cuenta que, llevado por un amigo al bar del hotel Quisisana, Wilde fue conminado a abandonar el lugar por el maître ya que un grupo de turistas ingleses, al reconocerlo, exigieron que el ex-presidiario de la cárcel de Reading, condenado por "escándalo sexual", se retirara del hotel. La anécdota es lamentablemente cierta.
Años después, André Gide visitó la isla en compañía de D´Annunzio. Su testimonio es uno de los muy pocos desfavorables emitidos sobre Capri. Escribió en su Journal que Capri era insoportable por el abuso turístico de alemanes y norteamericanos. Ni siquiera lo conmovió el fascinante espectáculo de la Gruta Azul. A principios del siglo XX llegaron a Capri Máximo Gorki, que escribió allí La madre , y otros rusos como Ivan Bunin, Leonide Andreiev y Demetrio Merejovski, así como el poeta checo Rainer María Rilke, invitado por la baronesa Alice Faehndrich. Otro gran escritor, Henry James, residió en la villa de Axel Munthe. En la década del 30 estuvo Jean Cocteau, enamorado del escritor local Italo Tavolto, que dirigía la revista Eros . Contemporáneamente visitaron la isla Stefan Zweig, Franz Werfel y Karel Capek.
En Punta Massullo, edificada en una roca que cae a pico sobre el mar, se ve la villa de Curzio Malaparte, quien contó en La Pelle el arribo de los soldados norteamericanos a la isla a fines de la segunda guerra. Voluble y contradictorio, el otrora participante de la marcha sobre Roma pasó por períodos de adhesión a la izquierda. Su casa de Capri tiene la forma de una hoz y un martillo. En ella se filmó El desprecio , de Moravia, con Brigitte Bardot. La Fundación Malaparte, administrada por los descendientes del novelista, otorga en Capri, todos los años, un premio literario que en una ocasión distinguió a nuestro compatriota Manuel Puig.
Otro notable novelista contemporáneo subyugado por la isla fue Graham Greene, a quien en 1978 se le concedió la ciudadanía honoraria de Anacapri. Greene describió paisajes isleños en Una mujer imposible y redactó el prefacio de Venus en la cocina , libro de recetas afrodisíacas que Norman Douglas escribió con el seudónimo de Pilaff Bey.
Párrafo aparte merece Edwin Cerio (1875-1960), autor de muchos libros sobre la isla, de la que fue sindaco (alcalde). Hombre de fortuna, hospedó en su villa de Punta Tragara a muchos escritores. Uno de los más famosos fue Pablo Neruda, que llegó en 1952 con Matilde Urrutia y allí escribió Los versos del capitán . La película Il postino ubica el destierro de Neruda en una isla próxima a Sicilia pero el exilio real fue en Capri.
Y una anécdota final: en el número 4 de Via Matermania una placa informa que en 1938 habitó en ese sitio Marguerite Yourcenar. La placa se colocó hace sólo dos años, cuando la dueña actual de la villa comentó a Ricardo Spósito, librero e historiador, que desde hacía mucho las facturas de la luz venían a nombre de una tal Margheritta Yourcemar. En efecto, la Yourcenar había vivido en esa casa, donde escribió Coup de grâce .




