La “porteñidad” al palo: escenas cotidianas e inesperadas en la gran ciudad
Una exposición de 49 fotografías hechas entre 2010 y 2025 rinde tributo a los habitantes de Buenos Aires, retratados en situaciones espontáneas y al azar
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Una muestra en la Fotogalería del Centro Cultural Ricardo Rojas -que este año celebra su 30° aniversario- rinde homenaje a los pobladores de la Reina del Plata a quienes une, según Borges, menos el amor que el espanto. En Porteños, Claudio Larrea presenta 49 tomas en blanco y negro, hechas a lo largo de quince años a partir de 2010, a su regreso de Barcelona, y que se articula con República de Waires, de 2023. Hay tiempo para visitarla hasta el miércoles 13.

“Hay contrastes, humor, belleza, ironía, ternura, poesía -dice Larrea a LA NACION-. La condición humana lidiando con la existencia en su ecosistema ¿natural?: la ciudad”.

En terrazas, medios de transporte, bares, plazas, calles y manifestaciones públicas -algunos de los típicos escenarios porteños- los retratos de la serie intentan apresar un arquetipo sudamericano, que tiene adeptos y detractores: la porteñidad. Larrea es director de otro espacio clave de la escena fotográfica, la Fotogalería Sara Facio del Teatro San Martín, ubicado a pocas cuadras del Rojas.

La muestra, que estuvo al cuidado de José Manuel Elliot Eyras, pareja de Larrea, tiene un texto escrito en 2023 por Juan José Sebreli y Marcelo Gioffré, “Ser es ser en la ciudad”, en ocasión de una exposición en la galería OTTO. El artista fue convocado por la directora del Rojas, Daniela Zattara.

“Su trabajo se inscribe en la tradición de la fotografía callejera de Horacio Coppola, Karim Makarius, Jorge Aguirre, como un cazador por las calles de Buenos Aires, retrató a sus habitantes en situaciones inesperadas y al azar”, señala Elliot Eyras. Sobra material para el proyecto en curso de un fotolibro con los porteños como protagonistas.

“Dicen que la censura aguza la imaginación -escriben Sebreli y Gioffré-. Un subproducto de esa afirmación, a partir de la prohibición del retrato directo sin consentimiento, es la riqueza que adquieren los personajes con las caras tapadas (por zapallos, por pasamontañas o por un fonógrafo en venta) o directamente de espaldas. La ventaja es la ambigüedad, lo no dicho, lo que se puede entrever, como en esas espesas cabelleras que parecen manojos de alambres electrificados”.

“Hay por fin una serie de imágenes que introducen, no sin ironía, lo religioso y lo metafísico en la vida cotidiana: se inscriben en este registro una suerte de pantalla partida con una mujer tomando sol, a la derecha, mientras del otro lado caminan dos monjas totalmente tapadas con sus ropas características; el homeless musulmán tirado al lado de un cartel que pone en entredicho la educación; judíos ortodoxos cuya aparente formalidad anacrónica contrasta con un cartel que habla del tiempo y la cicatriz de la chapa municipal faltante; o, por fin, el cura concentrado en la publicidad de un aperitivo”.

“Otras escenas aluden a la degradación política de un país que no mira hacia adelante: una parada de colectivos vandalizada, con una pasajera esperando; pensionados protestando; un chico esgrimiendo un cartel publicitario de una gestoría que invita a acogerse a la jubilación sin aportes; una extraña manifestación al lado de una camioneta destartalada; un premonitorio vendedor de copitos que recuerda la explosión de un hongo nuclear. Tal vez pueda inscribirse en este lote, como condensación simbólica, la fotografía de una mujer intentando moverse dentro de un colectivo lleno y con una remera que tiene un ojo en la espalda”, concluyen Sebreli y Gioffré.

Para agendar
Porteños se puede visitar hasta el miércoles 13, de 10 a 20, con entrada libre y gratuita, en el Centro Cultural Ricardo Rojas (avenida Corrientes 2038/4).








