La prima va por todo: quién es la parienta de 87 años que reclama la herencia de Beatriz Sarlo
Ernestina Susana del Río vive en Viedma y es hija de un tío materno de la intelectual; en la causa sucesoria desestima la pretensión hereditaria del marido de la escritora e invalida el testamento del encargado
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Ayer, LA NACION informó que una prima materna de la escritora Beatriz Sarlo se había presentado como “única heredera” en el proceso sucesorio en el que ya intervienen el marido de la intelectual, el arquitecto Alberto Sato, con quien se había casado en marzo de 1966 y de quien nunca se divorció, y el encargado de edificio Melanio Alberto Meza López. La Justicia había dado intervención a la Procuración General de la ciudad de Buenos Aires, cuyas chances hoy se ven más reducidas.
Por su parentesco, la mujer no es heredera forzosa, sino colateral (en cuarto grado). Pero en el caso de que Sato quede fuera de la sucesión y al no haber otros familiares de grado más próximo, podría ser declarada heredera conforme lo normado por el artículo 2434 del Código Civil y Comercial de la Nación.
Ernestina Susana del Río, de 87 años, residente en Viedma, es hija de Jorge del Río, uno de los tíos maternos que Sarlo menciona en No entender. Memorias de una intelectual. “Un hermano de mi madre, Jorge del Río, había participado en Forja, luego fue militante nacionalista de ideología democrática, hasta convertirse en el peronista de la familia -lo describe la sobrina-. En aquel entonces, la palabra ‘populista’ no se usaba con la abundancia a la que hoy estamos acostumbrados por precisión o por pereza, pero mi tío no habría tenido inconveniente alguno en aceptar ese rótulo”.
En el quinto capítulo de su libro póstumo, “Tableros, postales y música”, la autora se refiere a su prima Susana, a quien considera una de sus “maestras”. Como Sato, Del Río estudió Arquitectura en la Universidad Nacional de La Plata.
Le escribe una carta. “Querida Susana, la última vez que nos vimos fue a mediados de los años setenta, en una circunstancia triste. Pero no creas que aquella es la única imagen que conservo. Tengo muchas imágenes luminosas. Te recuerdo como la prima que suscitó mi fascinación por la arquitectura. Y hoy me parece justo agradecértelo. Vos trabajabas en el altillo y yo me paraba al lado de tu tablero, colocado a la izquierda de la ventana desde la que se veía el jardín de adelante, para mirar cómo dibujabas, cómo deslizabas la regla T y usabas los compases, o cómo armabas las maquetas para las ‘entregas’. Me contabas cosas de la facultad y, si había cerca algún libro con el cual estabas preparando un examen de historia, yo lo hojeaba. Escuché el nombre Le Corbusier por primera vez en mi vida en aquel altillo. Después de esa iniciación (vos tendrías 20 años y yo, 13 o 14), nunca disminuyó mi interés por la arquitectura hasta hoy. Por eso, te lo atribuyo y te lo agradezco, porque se despertó en ese altillo de la calle Tronador. A las 5, tu madre, mi querida tía Rosita, nos llamaba desde la cocina para tomar el té”.
La prima la hacía sentir útil. “Me pedía que recortara figuras geométricas o doblara cartoncitos de colores -refiere Sarlo-. Transcurrían muchas semanas entre uno y otro estadio, y yo solo preguntaba por las razones de lo que se había modificado. Si se introducía alguna corrección drástica, sentía que también me estaban corrigiendo a mí, ya que durante todo el proceso daba opiniones poco fundadas que mi prima escuchaba como posible entrenamiento futuro ante un imaginario cliente tonto, amarrete o demasiado convencional”.
“Era un festival cuando mi prima preparaba los exámenes de Historia de la Arquitectura”, agrega Sarlo y, más adelante: “Se hablaba de un viaje de fin de curso para conocer los edificios estudiados, pero mi prima sabía, con resignado realismo, que a ella la esperaban varios años de copiar planos de obra en el estudio de algún ingeniero que construyera propiedad horizontal. De ese estudio emigró a San Luis y poco después a Viedma. Hoy parece inverosímil e increíble: arquitecta de la Universidad de Buenos Aires, proyectista desde su graduación, sensible al arte y a la música, independiente económicamente, soltera y sin hijos, esa mujer a quien nada podía impedírselo no viajó a Europa en los años sesenta ni setenta, porque en su adolescencia y su primera juventud ese viaje había sido una fantasía pasajera, no un deseo instalado por los cambios en las modas de consumo cultural”.
La representante legal de Del Río en la causa sucesoria de Sarlo es Sonia de Elizalde, que se excusó de hacer declaraciones “dado la reserva de las actuaciones”, respondió por mail a LA NACION. La jueza Cecilia Kandus, del Juzgado Civil n° 24, impuso un “bozal legal” a las partes que, por otro lado, YA habían solicitado la reserva del expediente (la doctora Elizalde, en su presentación, alegó la “avanzada edad” de su representada).
En la presentación de Del Río, por un lado se solicita que la Justicia rechace la “pretensión hereditaria” de Sato. “[…] la Sra. Sarlo vivió completamente separada, sin vínculo emocional, económico ni patrimonial alguno con su cónyuge, y desde 1984 mantuvo una unión estable, pública y duradera con el Sr. Carlos [Rafael] Filippelli hasta el fallecimiento de éste en 2023″, se remarca. En este punto, coincidiría con los abogados de Meza López.

Pero por otro lado, Elizalde impugna el testamento ológrafo que presentaron los abogados de Meza López. “Dicho texto no contiene expresión alguna que denote disposición patrimonial clara ni voluntad de instituir heredero. Simplemente encomienda el ‘cuidado’ del departamento y de la mascota, lo que constituye un encargo personal, moral o afectivo, pero no una disposición sucesoria con fuerza jurídica”.
Se indica además que el escrito de Sarlo no registra “voluntad testamentaria” y posee un lenguaje afectivo y ambiguo. “Tratándose de una escritora y ensayista reconocida, no es razonable pensar que una persona de tal formación y trayectoria utilizaría un lenguaje tan informal e impreciso si su voluntad hubiera sido efectivamente testar”, señala la abogada en la presentación.
Ante esta novedad en la causa, se abren distintas posibilidades. Por un lado, si Sato es excluido del proceso y la Justicia reconoce como válido el testamento ológrafo del encargado, la señora Del Río podría heredar el departamento de la calle Talcahuano, el dinero que hay en los bancos y los derechos intelectuales de la obra de Beatriz Sarlo. Incluso podría reclamar los libros y otras pertenencias que se llevaron los amigos de la escritora, tras su muerte. Pero si la Justicia decide que el término “dejar a cargo” que figura en el manuscrito no implica transferir dominio del inmueble, heredaría también el departamento de Hidalgo 140, en Caballito, donde hoy viven, desentendidas de instancias jurídicas, Nini, la gata de Sarlo y Filippelli, e Itys, la gata del encargado.
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