Un estadio vacío
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El fin de semana las oficinas de Twitter permanecieron cerradas por orden de quien ahora es el único dueño de la compañía, Elon Musk. Las tarjetas de ingreso fueron bloqueadas frente una crisis insólita: un número no especificado pero que parece ser muy alto de empleados –según fuentes de la compañía (que por orden de Musk no pueden hablar con la prensa, así que no se identifican)– eligieron retirarse en lugar de aceptar las condiciones de trabajo extremas que les imponía su nuevo jefe. Así que, entre este éxodo y los recientes despidos masivos, la red de los trinos quedó al borde del personal mínimo para operar, el caos se apoderó del lugar y sobrevino el cierre; temporario, se supone. Todo esto, justo en el arranque del Mundial. Más oportuno, imposible.
Pero a no desesperar. Twitter le importa solo a los que de antemano ya tenían una voz potente (y bandas de trolls). En cifras reales, los usuarios de la red del pajarito azul representan solo el 3% de la población mundial y poco más del 6,5% de todos los que tienen acceso a internet. Algunos (Musk, entre ellos) se refieren a Twitter como si fuera “un ágora global”. Es exactamente lo opuesto. Aunque todavía algunas voces muy valiosas suenan en la línea de tiempo, Twitter hoy es una burbuja de discursos solipsistas en un estadio mayormente vacío.








