Aquellos rugbiers argentinos de la Fuerza Aérea británica
En plena Segunda Guerra Mundial, los voluntarios alistados en la Royal Air Force (RAF) británica armaban en cada descanso partidos de rugby. El XV de Kenley, una de las tres bases más importantes de la RAF, tenía cinco argentinos: Harold Hyland, Ernesto "Canario" Wood, Charlie Frend, Charlie French y Claudio "Tito" Withington. No era una rareza. Entre los cerca de mil argentinos que se alistaron para pilotar los aviones aliados contra la Alemania nazi de Hitler, unos 600 jugaban al rugby en clubes del país. Parte de esa historia está reflejada en el libro Volaron para vivir, del investigador Claudio Meunier.
"En todos mis trabajos sobre los voluntarios argentinos que se enrolaron como aviadores en la Segunda Guerra, lo primero con lo que me topé siempre fue el rugby. La pertenencia de equipo y el espíritu de lucha y de liderazgo eran lo que más se buscaba en el frente de combate, y ellos lo tenían", explica Meunier, cuyo quinto libro sobre el tema está próximo a publicarse y del cual hizo un adelanto para LA NACION.
Allan Cameron, Leonardo Gavan Hughes, Noel Cooper (los tres jugaron en el seleccionado nacional), Ronnie Scott, Pedro Hyland, Harry Bell Thomson, Robin Houston, Miguel Seligmann, Jorge Felipe Gauweloose (padre de "Yoyo", puma en los años setentas), George Godward y Hugo Guillermo Lyon-Clark fueron, junto a los integrantes de Kenley, apenas algunos de los rugbiers argentinos que combatieron durante la Segunda Guerra Mundial y cuyas historias aparecen en el libro de Meunier.
"Gauweloose es un veterano en el Comando de Bombardeo, ha volado durante parte de 1943 y 1944 soportando el feroz fuego enemigo sobre el valle del Ruhr, Schweinfurt, Nuremberg y Berlín, sumando la presente misión a su larga lista sobre Alemania. Ha recorrido un largo camino para unirse a los belgas en el exilio que vuelan en la RAF. Viaja desde Argentina a Canadá uniéndose a ellos en 1940 y entrena en el Campo de La Jolliette. Cruza en un buque cargado de tropas rumbo a Gran Bretaña el 12 de mayo de 1941", se relata en Volaron para vivir. Gauweloose jugó en Olivos Rugby Club (su hijo lo hizo en CUBA) y murió en la Argentina el 8 de julio de 1994.
Meunier –cuyo libro fue editado de forma independiente; para comprarlo dirigirse a Claudio.meunier@gmail.com– escribió también la heroica historia de Howell, rugbier de Curupaytí, muerto en combate sobre el hielo y la nieve de Noruega. Lo último que hizo Howell antes de dejar la Argentina fue jugar un domingo en su club. Su sueño era regresar sano y salvo para volver a calzarse la camiseta de Curupa. Triste al conocer la noticia, su compañero Miguel Seligmann solicitó su baja y regresó al país justo a tiempo para protagonizar el partido que le dio el ascenso a Curupaytí. Triunfo dedicado a Howell.
"Cuando en noviembre los Pumas juegan en Europa [en el Reino Unido el 11 se conmemora el Día de los Caídos, conocido como "Poppy Day", que lleva como símbolo una amapola roja), hay que rendirles homenaje a los argentinos, que además fueron rugbiers", expresa Meunier, y agrega que el único piloto de cazas de la Segunda Guerra Mundial sobreviviente en América Latina es Ronnie Scott, que el 20 de octubre pasado cumplió 100 años.
Scott, que sigue concurriendo al CASI pero jugó al rugby en diversos clubes (su historia fue reflejada por LA NACION), participó en, entre otras misiones, las operaciones para derribar las bombas voladoras alemanas V1, actuando como director de vectoreo en el observatorio de Greenwich. Al rendirse Japón, en agosto de 1945, fue dado de baja y regresó a la Argentina un buen tiempo más tarde, en la Navidad de 1946.
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