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MAR DEL PLATA.- Se ríe. Con la pelota en sus pies, rodeado de amigos, con la compañía de la arena y el sol. Martín Saric, de 21 años, volante de Nueva Chicago, aún busca respuestas a la drástica decisión que tomó su hermano Mirko, una ventosa mañana de abril del año último. El suicidio que conmocionó al mundo de la pelota.
"Tengo los mejores recuerdos de él. Por esto del fútbol la última vez que lo vi fue en febrero de 1999, casi un año atrás. No tengo bronca porque yo, desde una manera o otra, sabía lo que sentía. Ojo, no me hago cargo, pero a veces me pongo a pensar y aún no puedo entender cómo Mirko se quitó la vida. Todavía no lo puedo asumir. Ahora yo soy un profesional, tendría toda la tarde para compartir con él; y estás en tu casa solo, porque él estaba conmigo. Me cuesta vivir en Buenos Aires por todo esto. Pero tengo que ayudar a los míos, sobre todo a mi mamá, que está muy mal", comenta Saric.
Martín dice que lo recuerda todos los días. Que siente dolor, pero que necesita mirar con esperanza el futuro. "Tratamos de salir para adelante, con fe en Dios. Al principio uno se preguntaba por qué, por qué, pero sólo lo sabía él. Me acuerdo que el martes hizo lo que hizo y yo había quedado con él que el jueves nos íbamos a ver en Asunción, porque San Lorenzo tenía que jugar con Cerro Porteño, por la Copa. Ahora todos debemos a acostumbrarnos a vivir sin él. Pero cuesta, cuesta mucho", confiesa el volante, que luce con orgullo un tatuaje de Mirko en el brazo derecho.
"Sí, me hice el tatuaje de mi hermano, lo llevo acá. Me lo hice en el verano y también tengo el escudo de Croacia en la espalda, por mi familia. A Mirko lo llevo acá, siempre conmigo... Ya me parezco a Romagnoli, ¿no?", exagera, en virtud de los tatuajes que lleva en su cuerpo el Nº 10.
Se le pregunta si San Lorenzo dejó a la familia de lado, si no le extendió la mano. "San Lorenzo tiene muchos problemas, por lo que sé, y muchos me preguntan si se lavaron las manos con el tema de mi hermano. No sé", dice Martín, a quien en diciembre de 1999, en el Bajo Flores, le abrieron la puerta del adiós sin previo aviso.
"Ruggeri siempre me dijo que conmigo estaba todo bien cuando jugaba en la tercera. Me acuerdo que el último partido que jugamos fue contra River, cuando mi hermano sufrió una fractura en la rodilla, ¿te acordás? Víctor Doria, encargado de las inferiores, me dijo que ya no me tenían más en cuenta y me echaron. Así de simple. Para mí estuvo muy mal porque Oscar (Ruggeri) nunca me dijo nada. Tampoco Cousillas (ex técnico alterno) me dijo que no iba a ir a la pretemporada. La bronca todavía la tengo porque estuve tres años en el club y me echaron mal", recuerda.
Viajó a México, hizo escala en el club León, luego tuvo una travesía en Paraguay, en Sportivo Luqueño y volvió a pisar tierra argentina porque se lo pidió su mamá Ivanna. "A Chicago me llevó el Beto Pascutti, pero él se fue y los nuevos entrenadores no me tienen en cuenta. Yo me quería ir, pero en mi familia me recomendaron que me quede, sobre todo por el apoyo que necesitan, porque sufren mucho", repite.
Martín saluda, deja una sonrisa y va en busca de la paz que le obsequia la pelota y los amigos, allá en el futbolero Balneario 12 de Punta Mogotes. "Sí, te aseguro que no es fácil mi vida sin Mirko", dice. Y se va...


