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"Fue mi mejor equipo, en el que más a gusto estuve." Las palabras de Juan Manuel Fangio no cambiaron ni un ápice durante toda su vida. Así se refería, inexorablemente, cuando en cualquier reunión o rueda de prensa, le tocaba hablar sobre Mercedes-Benz.
No se había equivocado el balcarceño cuando rechazó un millonario ofrecimiento de Lancia para subirse a las máquinas de la estrella, equipo con el que comprometía su palabra: correría para Mercedes desde julio de 1954. Pero el argentino no se quedó quieto y empezó a sumar puntos y triunfos en esa temporada con Maserati, que le iban a servir para, al cerrar el ejercicio, acopiarse su segundo título del mundo.
Su romance con la firma alemana empezó el 4 de julio, en Reims. Sus compañeros eran los germanos Karl Kling y Hans Herrmann, lo que para la época representaba una muy fuerte alianza, que el argentino completaría exitosamente. Fangio gana, como no podía ser de otro modo y queda gratamente sorprendido por el funcionamiento del equipo, donde todo se mueve a la perfección y nada queda librado al azar.
Alfred Neubauer, un grandote alemán de gestos ampulosos, era el dueño, factótum y genial estratega que trataba a sus pilotos como hijos, pero era implacable a la hora de dirigir a su equipo.
Juan se sentía a gusto. Estaba dónde quería estar y después de un cuarto lugar en Silverstone con el modelo W196, volvió por sus fueros: ganó en el intrincado Nürburgring, un circuito que siempre le sentó bien. La consagración llegó bajo la lluvia de Bremgarten, en el GP suizo, cuando se escapó sin especular y dejó muy atrás a Froilán González, que llegó un minuto después. Otro argentino, Roberto Mieres, finalizó cuarto. Una época de oro aquélla...
Al año siguiente, el vínculo con Mercedes se hizo más fuerte y llegó la lógica consecución de otra diadema, la tercera de su campaña internacional. El 16 de julio, Fangio logró el título desde un desacostumbrado segundo lugar, después de dejar pasar a Stirling Moss para que festeje un éxito de local, tal como lo habían planeado de antemano. Esos lujos podía darse un equipo tan fuerte como aquél.
Igual, Fangio fue literalmente arrancado de su butaca por los británicos, que querían llevarlo en andas para celebrar con él.
También con Mercedes (como con Maserati, en junio de 1952) vio muy de cerca a la muerte. Fue en las 24 horas de Le Mans de 1955, ya que Juan competía en todas las categorías para las que la marca alemana lo convocaba. En aquella oportunidad (la más grande tragedia del automovilismo deportivo de todos los tiempos) hubo un accidente entre Pierre Levegh –que perdió la vida– y Lance Macklin, que sucedió delante de Fangio. Su coche pasó con lo justo entre los hierros incandescentes. "No pienso en un solo día, mi mayor fortuna es haber salido vivo en una época en la que muchos compañeros morían", repetía Juan Manuel y por sus ojos pasaban muchas veces esas imágenes. Además de Levegh, 87 personas murieron ese día en La Sarthe, un 11 de junio.
A fin de temporada; Mercedes se retiró de las competencias como señal de luto por aquella tragedia y Juan debió salir a buscar otros horizontes. Se fue a Ferrari y volvió a celebrar un título. Pero más allá de los resultados, su corazón, definitivamente, se había quedado en Mercedes, a la sombra paternal del gran Neubauer...


