El aura de Manu Ginóbili: cuando ser popular es emocionar a un niño que nunca lo vio jugar
El crack argentino estuvo en un encuentro con fans y streamers en el NBA Store de Martínez
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Hay una palabra de moda que utilizan los más jóvenes para caracterizar a algunas personas: aura. “Tiene aura”, dicen. Como el carisma, no se compra, no se pide, no se entrena: se lo tiene o no. Y no bien Emanuel Ginóbili cruzó la puerta del NBA Store de Martínez -donde estaba previsto un Meet&Greet, un encuentro con fans- no hizo falta explicar de qué se trata tener aura: un status que se logra con una sonrisa, con magnetismo, con amabilidad, con una energía que excede lo racional, que no se podría medir con algún método científico, pero que ahí estaba. Manu, su aura, y todo el resto.
Manu Ginóbili es un bicho raro: no protagoniza escándalos mediáticos. Poco se sabe de su vida privada, de cómo vive o cómo son sus vacaciones. Tampoco se dedica a comercializar su nombre o su apodo para, por ejemplo, vender zapatillas o ropa deportiva. Es contrafáctico afirmar que podría haber tenido un modelo propio -como unas Nike Manu o unas Air Ginóbili- pero sí, hubiera podido. No se dedica a entrenar a ningún equipo ni tiene puestos de alta exposición en el básquet: actualmente forma parte de la dirección técnica de San Antonio Spurs, como asesor de operaciones y desarrollo de jugadores. Manu Ginóbili es un tipo demasiado común salvo en una cosa: basta con que se anuncie que va a estar en algún lugar para que todos hagan lo posible para querer conocerlo.

Trescientas personas parecen pocas hasta que están todas juntas en una tienda, por más grande que sea. Más o menos esa cantidad se acercó ayer a la NBA Store, tan sólo para verlo de lejos, o conocerlo, o sacarse una foto o respirar el mismo aire que él. Gente que participó de sorteos en redes sociales o que se endeudó en favores para poder entrar. Muchos chicos que apenas lo vieron jugar en videos de baja definición, y que ahora siguen a streamers con millones de seguidores, que también están en el lugar porque quieren tener a la leyenda para alguno de sus contenidos.
En la fila que espera por Manu están Davo Xeneize, Coscu, Benja Calero, Pablo Bruschi y otros nombres que suelen resultar más conocidos para el público sub 25. Todos admiradores absolutos del tapón a Harden, de la palomita frente a Serbia, del euro-step que ventilaba potrero. Si todo esto es una excusa para vender camisetas, las retro de los Spurs con el número 20 tuvieron su hora pico.
Ginóbili utilizó 23 de sus 48 años en ser el mejor basquetbolista que pudo ser. Lo fue cuando ganó el premio al mejor 6to hombre en 2008, cuando fue MVP de las finales de la Euroliga en 2001, cuando la NBA le dio un anillo de campeón en cuatro ocasiones (2003, 2005, 2007, 2014) y cuando fue campeón olímpico (además de MVP) en 2004, en los JJOO de Atenas donde, además, derrotó al seleccionado de los Estados Unidos junto a sus compañeros, un equipo con mística propia al que se conoce como Generación Dorada. Resulta difícil tomar real dimensión de su legado como jugador si no se siguió su carrera, si no se lo vio jugar; pero es acertado decir que Manu es Maradona, es Fangio, es Messi, es Sabatini, es Vilas y es Aymar; tan sólo para que los seguidores del fútbol, del automovilismo, del tenis y del hockey entiendan mejor la magnitud de su carrera.

Avanza la fila y llega el turno de dos chicos. Tienen 11 años y juegan al básquet en Afalp, el club de barrio de donde salió otro gigante en todas las acepciones de la palabra, Luis Scola. Manu firma dos camisetas y una pelota. Podría ser un momento automático y apresurado, pero pregunta por el club, les da la mano, los invita a que ese instante privilegiado sea un recuerdo más allá de la foto. Ninguno de los dos tiene muy en claro qué quiere ser cuando crezca, pero una opción es la de ser jugador de básquet. De primera, de La Liga, de la NBA. Nadie hizo eso tan cercano y posible como Ginóbili con su carrera profesional. Desde su debut en Andino de La Rioja hasta su retiro en los Spurs, Manu desmalezó un camino que era intransitable y que por eso nadie veía.
Las redes sociales harán el resto. Al salir, todos postearán su recuerdo, su cara de felicidad compartida. No Ginóbili, que no las usa para eso que podría usarlas, con 1,4 millones de seguidores. Todo un mercado de posibles contenidos patrocinados, que el bahiense descarta para usar Instagram casi como un cualquiera. Un campus en China, un 1 contra 1 frente un robot en Japón, algo de béisbol, mucho de ciclismo, muchos viajes, recuerdos varios y algunas fotos familiares que preservan la identidad de sus hijos.
Un Meet&Greet puede ser una línea de producción de fotos y autógrafos, de momentos automatizados; o puede convertirse en un verdadero recuerdo. ¿Qué diferencia a uno de otro? ¿De qué está hecha la popularidad de Ginóbili? De esa palabra de moda: aura.
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