El interesado e inconstante amor por la selección
La lista de basquetbolistas que alguna vez decidieron renunciar a una convocatoria del seleccionado es extensa. No alcanzaría esta columna para nombrar a todos los que, después de afirmar "siempre es un honor y un orgullo vestir la celeste y blanca", optaron por el "prefiero descansar" o "necesito recuperarme de una lesión". Siempre fue así. Los "no" son una constante a lo largo de la historia. Sólo ocurrió en contadísimas excepciones cuando Rubén Magnano consiguió los primeros éxitos y se postulaba para permanecer por muchos años en el cargo de entrenador nacional. En ese caso, la negativa significaba exponerse a no ser llamado para el siguiente torneo. Roberto Gabini es el primer caso que viene a la memoria: tras una primera citación rechazada jamás volvió a tener otra. Y nunca hubo una renuncia, esto vale remarcarlo, en vísperas de un Mundial o de un Juego Olímpico. Algunos escondieron lesiones con tal de ir a esos torneos.
Hoy, antes de los Panamericanos, suman cinco los jugadores que se bajaron de la nómina que dio Sergio Hernández y existen cuatro más -puede haber otros- que no irán al Preolímpico de Las Vegas. De todos, el único impedido físicamente y, por lo tanto realmente exceptuado, es Andrés Nocioni. Armemos una hipótesis: supongamos que en un mes hay que defender la medalla dorada en Pekín 2008. ¿Algún jugador expondría una razón para no aceptar la convocatoria al preseleccionado? Seguramente no.
Los jugadores analizan todo. Estudian el nivel y los lugares de los amistosos, calculan los viajes y el estilo organizativo de los dirigentes de turno, miden consecuencias físicas, valoran su entrega realizada al servicio del seleccionado, sacan conclusiones sobre la situación del DT y luego deciden. Ahora bien, ¿hay alguna ley o reglamento que impida todo eso? No, en muchos casos habría que entenderlos y agradecerles el sacrificio realizado por soportar giras extenuantes, viajar en clase económica -con 2 metros de estatura no es fácil- y entrenarse en doble o triple turno a cambio de algunos viáticos. Como muchas veces ocurrió con la Generación Dorada.
Entonces, ¿qué se debe hacer para volver a jerarquizar el seleccionado y que antes de renunciar los jugadores lo piensen varias veces? Exactamente lo contrario a hoy, cuando los amistosos por jugar no están confirmados (gira a China, por ejemplo), la ropa nueva (Li Ning) que se está usando no es suficiente ni acorde con el nivel internacional, los lugares de entrenamiento y concentración no son los mejores y, fundamentalmente, cuando todos saben que Hernández tiene los días contados y que si no es finalista en Las Vegas deja el cargo.
Ahora, si se mirara todo con verdadero orgullo nacionalista, con sentido patriótico y con amor por la celeste y blanca, podría afirmarse que los jugadores, antes que argentinos, son profesionales.
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