Lo insoportable de Mayweather y la simpleza de Lorenzo García
Las recientes resoluciones -indescifrables- del exquíntuple campeón mundial norteamericano Floyd Mayweather y el recuerdo póstumo del sampedrino Lorenzo García, excampeón argentino y sudamericano liviano, fallecido el miércoles último en su ciudad natal, constituyen el armado de una nota editorial compleja y opuesta. Difícil de entrelazar. Con dos personajes disimiles y con muy pocas cosas en común. Quizá, sólo una y muy destacable: los maravillosos recursos defensivos expuestos sobre el ring que los llevaron a conseguir resultados grandiosos e inesperados.
Mayweather, de 41 años, sigue articulando los titulares más imprecisos pero de mayor publicación en los medios. Los favoritos de los editores, más allá de sus fundamentos. Cada uno de estos anuncios, paulatinamente, se va ahogando en el fondo del mar.
¿Hay boxeo sin Mayweather? Por supuesto que sí. Y él, todavía, no lo entiende. Buscó desesperadamente opacar el desquite entre Saúl "Canelo" Alvarez y Gennady Golovkin, en septiembre pasado, anunciando una inmediata revancha con el filipino Manny Pacquiao, que se prestó a su juego, pero todo quedó en la nada. Pacquiao combatirá con Adrian Broner –un clon ordinario de Mayweather- en enero próximo. Luego se prestó a dilucidar sobre supuestos desafíos ante peleadores de otras artes como el ruso Khabid Nurmagomedov -vencedor por "sumisión" del recordado Conor McGregor- y por último, canceló una exhibición para magnates nipones frente al kickboxer asiático Tenshin Nasukawa, a efectuarse el 31 de diciembre venidero, en Saitama, en el gran Tokio.
Mayweather no admite el reconocimiento hacia otros púgiles inferiores a su obra, pero vigentes para la industria de este deporte como "Canelo" Alvarez, Anthony Joshua, Deontay Wilder o Gennady Golovkin. Y deberá convivir con ello. Sus anuncios falsos saturaron y su hijo mayor, "Money" , dijo tras la última pelea: "Papá ya no es el de antes. El boxeo se terminó para él".
La imagen del respeto
Lorenzo García murió a los 61 años al lado de uno de sus grandes amores: el río Paraná. Fue boxeador profesional entre 1977 y 1993. En 1980 ganó la corona nacional de los livianos y allí comenzó su historia. En 1983 venció a Uby Sacco, conmoviendo al Luna Park y birlándole su chance mundialista .Perdió, entonces, con Jhonny Bumphus, en Atlantic City. En 1986 derrotó al célebre excampeón mexicano Pipino Cuevas, en Salta, regalándole dos categorías, y en 1989 le quitó el invicto a Jorge "Locomotora" Castro, en la FAB, en una velada caliente e inolvidable. Con un físico de 61 kilos anuló a un rival de 70.
Lorenzo era la imagen del respeto. Propagada por su entrenador, don Abelardo Castillo –padre del escritor homónimo- que lo formó en el mítico gimnasio. "El Grillo" de San Pedro, con las bases tácticos de esos tiempos. La defensa por sobre todas las cosas para practicar el arte de "no dejarse pegar".
No fue espectacular ni lucido. Fue raro, pero seguro de sí mismo. Con una defensa fabulosa y un radar en su mente. Siempre tuvo la fórmula para debilitar a los más fuertes y derribarlos sin ser pegador. Hizo 122 peleas.
Murió en silencio y en la humildad en la que siempre vivió. Su final fue duro y sufrido. Fue campeón pudiente en su período de oro y "buscavidas" amable, en lo que vino después. Respetó y admiró a sus colegas. Los potenció y agigantó. En su auge y en el ocaso. Algo que Floyd Mayweather jamás se animaría a realizar.
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