El dolor supera al placer
Las manos inquietas desnudan nerviosismo extremo. Del Potro Abraza el almohadón como un apoyo psicológico. Muchas veces queda con la mirada hacia abajo. Tiene la necesidad de dar explicaciones, manifiesta un conflicto latente y se siente en deuda. El video está editado: acaso se haya quebrado más de una vez. Del Potro no manifiesta bronca por las lesiones y sí un dolor constante, que se percibe en el tono apagado de voz. Se lo ve incómodo cuando dice que no quiere "llegar a odiar este deporte". Y plantea "si quiero volver a jugar al tenis": una persona segura de su objetivo no lo dice en potencial. No se lo ve convencido de operarse. Volver se la hace cuesta arriba y siente más obligación que deseo: así, el tenis es más un dolor que un placer ("no encontramos objetivos ni motivación para seguir"). Como contrapartida, cuando se refiere a su equipo de trabajo es el único momento en el que sonríe; su agradecimiento es sincero y cordial.
Muestra dolor y vergüenza cuando habla de su última aparición en Miami. Dice: "no merecía entrar a una cancha de tenis con ese dolor". Es una carga brutal: el "no merecía" es como decir jugando así un tipo no debería estar en un ATP, y menos yo. El nivel de exigencia a veces ayuda y a veces bloquea, y esto parece ser parte de su problema. Un Del Potro abatido por el peso de la responsabilidad siente que no merece ser parte de la elite del tenis, pero está dispuesto a jugar su última ficha con más miedos que certezas.
Especialista en comunicación