El kilómetro vertical: la experiencia de los argentinos en la carrera más explosiva del mundial de montaña
Javier Carriqueo y Pía Carayol Bressan cuentan sus vivencias como parte del equipo argentino que corrió en los Pirineos españoles
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En un universo normal, previsible, lógico, los grandes atletas corren hacia adelante. Pero hay una especialidad que rompe esa lógica, en la cual no se corre hacia adelante, sino hacia arriba. En entornos naturales imponentes y desafiantes, se realiza la prueba más explosiva de las carreras de montaña, conocida como “kilómetro vertical”. Y no importa tanto cuánto se avanza, sino cuánto se asciende. De hecho, el objetivo es subir mil metros sobre el nivel del mar (m.s.n.m.). Un par de los mejores atletas del país acaban de representar a Argentina, este jueves, en el mundial de la especialidad.
La maratón es maratón si quienes corren cubren 42 kilómetros y 195 metros. La media maratón, por supuesto, mide 21 kilómetros y 97,5 metros. La milla, 1609,34 metros. El kilómetro vertical... pues no se sabe bien. La distancia recorrida por los atletas suele variar entre 2 y 7 kilómetros, pero los puristas marcan que no debería superar los 5. No parece mucho trayecto, pero el esfuerzo no es poco: la llegada debe estar en algún cerro o montaña mil metros por encima de la largada. En eso están su nombre y el esfuerzo asegurado.

“Es una prueba terrible, terrible, de mucha demanda”, la describe Fernando Díaz Sánchez, responsable del área de fondo y medio fondo de la Confederación Argentina de Atletismo, que está con el equipo argentino en el Mundial de Carreras de Montaña y Trail Running en Canfranc, Pirineos españoles, a pocos kilómetros de la frontera con Francia. “Los atletas especialistas en kilómetro vertical son buenos trepadores, de mucha potencia, de buena técnica de empuje, y tienen buena calidad aeróbica, obviamente, porque la prueba es larga”.
Hacer unos 5 kilómetros no da la impresión de llevar mucho tiempo, pero por la pendiente extrema los tiempos de la prueba suelen rondar los 50 minutos, incluso 60. Los mejores trepadores del mundo avanzan más lentamente que un turista caminando por el llano. “En los mundiales, en los que hay un gran número de atletas del máximo nivel, para despejar el pelotón suele darse en el circuito un sendero de un kilómetro y algo de calle mixto, donde el grupo va haciéndose como un chicle para que los mejores entren más espaciados en los senderos de montaña, donde las pendientes son más extremas”, cuenta Díaz Sánchez.
Este jueves se realizó el kilómetro vertical en Canfranc, con un recorrido de 6,4 kilómetros en los que se ascendió desde los 1288 m.s.n.m. hasta los 2377. No fueron mil metros exactos, claro; se puede tener cierto margen. Después de todo, los protagonistas están en medio de la montaña corriendo entre piedras y pinos. “Es una prueba agonística. Es siempre al palo, muy intensa desde salida. No permite respiro, descanso, nada”, la califica el neuquino Javier Carriqueo, uno de los atletas nacionales más importantes de las últimas dos décadas. Dos veces olímpico (1500 metros en Pekín 2008 y 5000 en Londres 2012), múltiple récordman y campeón argentino en pista, hace unos años pasó a dedicarse a las carreras de montaña y repitió la historia con varios campeonatos argentinos y algunos sudamericanos. Ahora está en los Pirineos para representar al país en el kilómetro vertical y la distancia classic (unos 14 kilómetros). Desde allá comenta para LA NACION: “Acá están los mejores, así que hubo que salir a darle con todo de entrada”.

“Algo que se suma a la pendiente es la falta de oxígeno por la altura”, explica Javier, que también representa a la marca Nike. “Acá, en el Mundial, llegamos casi a los 3000 metros, pero a veces pueden ser 4000”. Javier, que tiene 46 años y millones de kilómetros en las piernas, comparte equipo en España con Pía Carayol Bressan, que de 20 y que entró al jardín de infantes cuando Carriqueo corría en sus primeros Juegos Olímpicos. Ella afirma desde los Pirineos: “No solo es mi primer Mundial, sino también mi primera competencia fuera de Argentina. Es una oportunidad única, que intenté aprovechar al máximo, dejando todo en la competencia”.
Pía corría desde muy chica, pero con un palo en las manos y tras una bocha de hockey. Con la pandemia dejó el deporte y empezó a correr, primero en calle y luego en montaña. Nacer en San Rafael, Mendoza, e irse a vivir a la capital de su provincia para estudiar Diseño Industrial la mantuvieron siempre con las montañas a la vista, y por estos días ella cambió la cordillera de los Andes por los Pirineos.
“Me gustan mucho las pruebas más explosivas, más rápidas, por eso elegí el kilómetro vertical”, afirma la mendocina. “La carrera es muy fugaz, por lo cual hay una sola chance. Si una empezó media cruzada es difícil remontarla, en comparación con las ultras [maratones], en las que hay varias etapas. Una va siempre muy agitada, con las pulsaciones al palo. Donde una afloja, se le fue la carrera”, detalla Pía la exigencia. Se suma Carriqueo: “Exacto. En mi caso fue de las primeras pruebas de montaña, viniendo de pruebas intensas de la pista. Creo que ésta es de las que mejor podían adaptarse a mis condiciones. Es como correr unos 15 kilómetros llanos, más o menos, pero acá, por el desnivel, llegamos a hacer solo 5”.
Por supuesto, en el kilómetro vertical la distancia que se avanza no es una referencia. Por ejemplo, el primer kilómetro recorrido puede ser más suave y cubierto en menos de 5 minutos y luego se puede llegar a una subida donde es imposible correr y en la que prácticamente se trepa, apoyando las manos en las rodillas para empujar, tardando más de 15 minutos en completar un solo kilómetro.
El ascenso del nuevo campeón mundial
Javier, con cientos de carreras de todo tipo en los pies, relata alguna vivencia en esta prueba. “En los últimos años, quizás por la edad, me olvido siempre algo. Hace dos años me olvidé un dorsal, pero me lo solucionaron a punto de largar. Y este año me olvidé el reloj. Y para mí el reloj es un indicador de distancia, porque en la altura, cuando corro en vertical, pierdo la noción de la distancia. Entonces largué sin reloj. Se largaba a las 11 de la mañana. Fue en el [Campeonato] Nacional, en Las Leñas. En un momento le pregunté a un fotógrafo cuánto quedaba y me dijo «un kilómetro». Me pareció poco y le pregunté a uno de los que venían corriendo al lado qué hora era, y me dijo «11.25». Pensé «ni en p... queda un kilómetro, si todavía faltan otros 25 minutos de ascenso», ya que suelen durar entre 45 y 55 minutos. Ese día, con la hora calculé hasta la llegada, nomás”.
Entendiendo que más que un paseo por la montaña resulta casi –y paradójicamente– como un ascenso al infierno del dolor, la pregunta que desencadena es: ¿por qué sufrir tanto? Javier da su versión: “En 1500 en pista también se sufre mucho... No sé; creo que somos masoquistas. Hay cierta cuestión de disfrute en el sufrimiento. Es una prueba muy, muy dura. Hay momentos en los que uno ya no puede correr y tiene que recurrir a caminar, y si el circuito es muy técnico y muy corto, ya prácticamente va caminando como agarrándose de las piedras para poder subir”. Pía agrega: “Una va muy exigida, y quizás el disfrute es ese. No es que va mirando la montaña, por lindo que sea el paisaje; es todo el tiempo al cien por ciento. Quizás uno va a encontrando la diversión en lo desafiante que es esto”.
En el Mundial de Canfranc hay más de 30 integrantes de la selección argentina. Todos tuvieron que entrenarse al máximo, ganar las clasificaciones para ser parte del equipo y pagarse el viaje y los gastos, así que el esfuerzo no fue solo deportivo. “El primero y el segundo siempre salen del Campeonato Nacional, y después tomamos un criterio técnico de antecedentes”, expone Díaz Sánchez. Entonces, en el kilómetro vertical estuvieron no solo Carriqueo y Carayol Bressan, sino también María Sánchez Ruiz, Verónica Galván, Camila Cioffi, Felipe Collazo, Gastón Cambareri y Juani Redolatti. La lista es larga en las otras modalidades: classic (14 kilómetros), short (45) y long (82) y vale la pena nombrar a sus protagonistas, ya que pusieron el cuerpo y el bolsillo y recibieron ayuda de muchos para poder correr con la camiseta argentina contra los mejores del mundo.
Allí estuvieron Abel Chaile, Facundo Peralta, Laureano Quiroga, Brenda Insaurralde, Camila Quintulen, Rosa Godoy, Rocío Campanini, David Nieva, Agustín Alaz, Paula Galíndez, Emilia Giustiniani, Sol Andreucetti, Soledad Sánchez, Fernanda Martínez, Roxana Flores, Adrián Gaspar, Javier Mariqueo, Ignacio Reyes, Hugo Rodríguez, Joaquín Narváez, Diego Simón, Andrea Nazara, Bianca Domínguez y Tania Díaz. Detrás de cada uno hay una historia de mucha dedicación y gente acompañando para cruzar el océano y correr al máximo en las montañas europeas.
Cómo les fue a los argentinos
Carriqueo finalizó 82º entre 132 varones, y Pía fue 69ª sobre 107 mujeres. Los demás argentinos clasificados fueron Redolatti, 72º; Gastón Cambareri, 79º, y Collazo, 86º, y Cioffi, 66ª; Sánchez Ruiz, 73ª; Galván, 75ª. “No me encontré bien en la carrera”, reconoció Carriqueo. “En el mundial anterior había quedado 43º y ahora fui 82º. El último kilómetro era una pared, un muro. No es excusa; yo no me encontré bien. Salí conservador para correr fuerte arriba, fui desgastándome de a poco y cuando quise correr no tenía nada. Pero estoy contento porque se está notando mucho cómo crece el trail en Argentino y en el mundo”.
El arribo de Javier Carriqueo
Pía destaca: “Fue muy dura la carrera, muy rápida. Muy limpio el sendero. Así que fue ir a tope todo el tiempo. Saqué un montón de aprendizajes. Nos tocó un día relindo, pero el nivel europeo es de otro planeta. Fue una emoción encontrar a mis familiares y amigos alentándome en el circuito. Acá la gente alienta, sea uno italiano, francés, alemán o de cualquier país”.
La llegada de Pía Carayol Bressan
Al final de tanto esfuerzo y tanta subida, ¿con qué se encontraron en la cima? “Hay vistas tremendas. Llegamos a cimas a las que de otra manera uno no llega, porque no hay medios de elevación o porque los caminos son muy precarios o de difícil acceso. Entonces encontramos una belleza muy particular”, narra Javier. A lo que Pía agrega, con media sonrisa: “Sí, es hermoso. También es verdad que dejamos todo en la subida y después, al momento de bajar, no nos queda fuerza... Lamentablemente, no van a buscarnos en helicóptero a la cumbre de la montaña: desde allá toca volver caminando”.
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