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LEIPZIG.- Culpable de la derrota. Ese fue el veredicto. Publicada el 2 de marzo de 2006 en LA NACION, esta crítica reflejó su rendimiento en el amistoso contra Croacia. "No ha mostrado seguridad en el seleccionado. Sin agilidad para reaccionar ni lectura de la jugada para anticiparse. Su falta de confianza quedó retratada en el primer gol y sigue sin poder sacar la pelota del partido." Cualquier encuesta de ese día lo dejaba en el subsuelo de imagen positiva. A sólo tres meses del Mundial, cualquier arquero nacido en el país era mejor que él.
A Roberto Abbondanzieri le sobra paciencia. Nunca el tiempo es enemigo para un hombre de campo como él. Supo esperar su momento. En Boca, aguantó tres años detrás del colombiano Oscar Córdoba y después ganó todos los títulos como gran protagonista. Ahora llegó su hora en la selección, justo en el acontecimiento más importante de su carrera que, según sus propias palabras, finalizará en 2007 a los 35 años. Después se dedicará al campo, al automovilismo y, si quiere, será el intendente de Bouquet, su lugar en el mundo. Una localidad santafecina con 1446 habitantes, contados uno por uno.
Hace tres meses, el Pato era una excelente persona. Hoy, es un gran arquero. Las encuestas lo ponen en el cielo del equipo. Pero más allá de la mirada externa, sigue siendo el mismo buenazo de siempre. Después del partido fue a buscar a su colega mexicano Oswaldo Sánchez. Le dijo que se quedara tranquilo, que nadie podía sacar ese inolvidable zurdazo de Maxi (no me lo toquen, por favor). Vale la pena desmenuzar aquel comentario y compararlo con lo que estamos viendo en Alemania 2006.
No ha mostrado seguridad en el seleccionado. Descuelga centros en el punto del penal, ordena a los defensores y su rostro transmite firmeza. Convencido de su rol y de cómo ejecutarlo, ahora manda un mensaje de tranquilidad. Hasta en esa pelota que atrapó en dos tiempos, dio la sensación de ser el dueño del área.
Sin agilidad para reaccionar No es fanático de los vuelos. Le gusta la sobriedad y atajar pelotas a partir de una buena ubicación. Sin embargo, a pura potencia de piernas, se despegó del césped para sacar del ángulo un impresionante derechazo de Borgetti en el primer tiempo. Y en la parte final, metió el manotazo a puro reflejo para negarle el gol al delantero, tras un duelo con Sorin. Ante Holanda, también frustró a Cocu achicando el ángulo de tiro en una salida rápida que le permitió estar encima de la pelota.
Ni lectura de la jugada para anticiparse. Cuando México empezó a tirar centros frontales, se paró un par de pasos hacia delante y salió a cortar fuera del área chica. Lo mismo en los tiros de esquina que intentaban sacar el balón de su zona de influencia. Nunca se acurrucó en su arco. Siempre intentó meter un contraataque con sus salidas de manos y pies.
Su falta de confianza quedó retratada Para convencer a los demás, primero se convenció él mismo de que podía estar a la altura del puesto y de las circunstancias. En su momento, el seleccionador le dio ese apoyo que necesitaba y que ahora retribuye con su rendimiento. Sensible a los comentarios, su máxima preocupación siempre fue su familia porque "escuchan cosas que no son ciertas" Abordó el tema con el psicólogo Marcelo Roffé y lo hizo público. Decía en diciembre del año pasado, después del doblete con Boca: "Estoy cansado de sufrir, quiero disfrutar atajando. En Boca, en la selección, donde sea "
Y sigue sin poder sacar la pelota del partido. Por estricto orden cronológico, vale el repaso. Ante Costa de Marfil, un cabezazo a quemarropa de Keita. Ganaba Argentina 1 a 0 y sufría la intensidad del equipo africano que merecía el empate. Lo evitó con las piernas ante un rival que estaba prácticamente al lado. Después del 6 a 0 ante Serbia, donde sólo debió intervenir en un disparo larga distancia de Milosevic, garantizó el empate ante Holanda con dos buenas paradas. Cubrió correctamente el arco para rechazar el remate de Dirk Kujt y estuvo muy atento a aquella incursión de Cocu. Pero su contribución más importante llegó ayer en Leipzig: las dos atajadas ante Borgetti fueron tan colosales como determinantes. Escribí la crónica aquel 2 de marzo. Ahora cierro esta nota. El es el único culpable de su triunfo.


