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En los años 60 Andy Warhol, vanguardista y protagonista fundamental del mundo del arte pop, afirmó que, tarde o temprano, todo el mundo tendría sus 15 minutos de fama. Patricia Quirico, rubia como Warhol, pero musculosa e imponente, le puso el cuerpo a aquel axioma. Aunque fueron su fama apenas duró 15... segundos, mezclada con frustración, vergüenza y, finalmente, resignación.
Lo observado anteanoche desnudó las diferencias entre una boxeadora experimentada, que vive para la actividad (Acuña), y otra que saltó del terreno de las exhibiciones (poco comprometidas) al profesionalismo, que no admite dubitaciones ni debilidades.
Quirico se escudó en que su intención era saludar a su rival y reclamó que estaba en condiciones de continuar tras la caída. Tamaña ingenuidad la primera, pues el reglamento no contempla que los pugilistas deban tener un gesto de este tipo con su rival. Tampoco estaba ni física ni anímicamente en calidad de continuar; de haberlo hecho el castigo hubiera sido peor.
Se insiste con lo mismo. Quienes tienen sobre sus hombros la responsabilidad sobre la actividad deben resguardar por que el boxeo, tan expuesto a agrias críticas, no se convierta en un espectáculo más cercano a los programas de chimentos que a los noticiarios deportivos.
Quienes estaban preocupados por el éxito de concurrencia pueden quedarse tranquilos: unas 1200 personas llenaron el estadio de la FAB, con llamativa asistencia de mujeres (y de micrófonos de programas televisivos poco apegados al ring). Allí donde el show circense supera al hecho deportivo se concentra un peligroso condimento que identifica al boxeo con una mueca burlona, despectiva.
Acuña, que sí es una verdadera atleta, también debe entender cuál es la forma más sana para saber venderse . Su figura se armó con verdades irrefutables, ya que es la verdadera pionera del pugilismo femenino en la Argentina y posee un potencial importante. Pero la exposición a cualquier costo tiene un precio bastante alto: ser tomado como un elemento propicio para la chanza y la cuota de extravagancia del interés general de turno. Es difícil que lo valgan unos fútiles 15 segundos de fama.



