Boca, Benfica y el sueño trunco de Eusébio: el Mundial de Clubes reencuentra dos pasados cruzados
La Pantera Negra de Mozambique fue hincha del club argentino, jugó en la Bombonera y se ofreció para ser refuerzo
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En La Florida, como en Lisboa, Eusébio no es solo un recuerdo: es una presencia. En cada grupo de hinchas del Benfica que cruza el océano para ver a su equipo jugar en los Estados Unidos siempre hay alguien con su camiseta. Jóvenes que apenas lo vieron en videos y veteranos que aún se emocionan con sus goles: todos lo nombran con la naturalidad con que en Argentina se habla de Maradona, en Brasil de Pelé, o en Boca de Riquelme. Porque Eusébio fue eso para el Benfica: el mito que define una camiseta, una historia, una era.
En ciudades como Boston, Las Vegas, Nueva Jersey o Nueva York, la Pantera Negra dejó su huella en la última etapa de su carrera, con goles inolvidables que cimentaron su vínculo con el fútbol estadounidense. Hoy, en Miami, ese legado se sigue luciendo con orgullo. Pero, más allá de su fama y gloria en las Águilas, Eusébio soñó con otra pasión: jugar en Boca y sentir de cerca el fervor de la Bombonera. En 1967 expresó su deseo de ponerse la azul y oro, y un año después lo hizo realidad al disputar un amistoso en Brandsen 805.

Eusébio es el máximo ídolo en la historia del Benfica, equipo que será rival de Boca en el estreno del Mundial de Clubes. Llegó al club en 1960, procedente del Desportos de Mozambique, país del sureste africano que fue colonia portuguesa hasta 1975. En poco tiempo se convirtió en el símbolo del conjunto lisboeta: disputó 440 partidos, marcó 473 goles y ganó 11 títulos de la Primeira Liga, cinco Copas de Portugal y una Copa de Campeones de Europa, la predecesora de la Champions League. Además, fue finalista en 1963, 1965 y 1968, y máximo goleador en las temporadas 1964/65, 1965/66 y 1967/68.
Admirador de Di Stéfano, Eusébio descubrió el fútbol argentino buscando seguir sus pasos. Su amor por Boca nació en 1963, cuando el Xeneize disputó la final de la Copa Libertadores ante el Santos de Pelé. Curiosamente, ese Santos había derrotado al Benfica de Eusébio en la final de la Intercontinental de 1962. Boca, con figuras como Carmelo Simeone, Silvio Marzolini, Antonio Rattín, Ernesto Grillo, Ángel Clemente Rojas y José Sanfilippo, perdió 3 a 2 en Brasil y por 2 a 1 en la Bombonera, aunque estuvo muy cerca de la hazaña. Pelé marcó el gol que sentenció la serie y protagonizó uno de los momentos más curiosos de su carrera: se cambió los pantalones en el círculo central, ante más de 70.000 espectadores. Impactado por el fervor de la hinchada xeneize, Eusébio se hizo simpatizante del club. Lo enfrentó en varias ocasiones y, según cuentan, incluso se postuló para jugar en el club que tanto admiraba.

El historial entre Boca y Benfica registra cinco partidos, con cuatro empates y una victoria para el equipo argentino. Tres de esos encuentros se disputaron entre 1967 y 1968, la época dorada del delantero nacido en Maputo. El primero se jugó en San Francisco, California, y terminó 1-1, con goles de Nicolás Novello y Eusébio, que venía de ser máximo anotador de la Copa del Mundo de Inglaterra con nueve tantos. Apenas tres días después se enfrentaron en Los Ángeles, con el mismo resultado: 1-1. Esta vez, los goles fueron de Marcos Hugo Zarich para Boca y un golazo de tiro libre de Eusébio.
Durante aquella gira por Estados Unidos, Mario Ruzza, director de la revista Así es Boca, cruzó a Eusébio en los pasillos del Hotel Claremont.
— ¿Vendría a Boca? —preguntó Ruzza.
— ¡Oh, ese sería el sueño de mi vida! —respondió esperanzado Eusébio, y consultó—: ¿Sabe si Boca tiene interés en mí?

Eusébio, espectáculo asegurado
Alberto J. Armando, entonces presidente de Boca, y Antonio Vespucio Liberti, al frente de River en ese momento, fueron mucho más que simples dirigentes. Tras el fracaso de la selección argentina en el Mundial de 1958, conocido como “el desastre de Suecia” por la temprana eliminación de un equipo que contaba con grandes futbolistas, impulsaron el llamado “Fútbol Espectáculo” a principios de los años 60, contratando figuras extranjeras que revitalizaron la liga. En 1961, Boca sumó como entrenador a Vicente Ítalo Feola, integrante del cuerpo técnico campeón con Brasil en Suecia, quien trajo consigo a compatriotas como Orlando, Paulo Valentim y Dino Sani, además de los peruanos Víctor Benítez y Miguel Ángel Loayza, destacados integrantes del elenco incaico. Esta renovación fue el motor que llevó a Boca a consagrarse en 1962, 1964 y 1965, y a ser finalista de la Libertadores en 1963.
Armando soñaba con un Boca moderno y poderoso, tanto dentro como fuera de la cancha. Imaginaba un equipo competitivo, respaldado por una infraestructura imponente: un estadio para 100.000 personas y una Ciudad Deportiva con anfiteatro, confitería, restaurante, autocine, canchas para varios deportes, piscinas y hasta un sector para pesca. Mientras el proyecto avanzaba en el plano institucional, en lo futbolístico el equipo atravesó algunos altibajos: aunque fue semifinalista en 1965 y 1966, no logró clasificarse para la Copa de 1967. En busca de recuperar el protagonismo, Armando prometió más refuerzos, y el nombre de Eusébio comenzó a instalarse en el pensamiento del presidente.

“A mí me han pedido del Inter, Milan y Real Madrid, pero puedo asegurar que en Boca rendiría por lo menos el doble que en cualquier otro club. Boca es famoso en el mundo por su torcida. Soy muy sensible al aliento de las tribunas y con una masa de simpatizantes así me sentiría entusiasmado para dar el máximo”, explicó Eusébio en aquella nota con Así es Boca.
“¿Si el Benfica me daría el pase? No lo sé, pero sería cuestión de pedirlo. Si Boca me hiciera una propuesta conveniente, haría las averiguaciones. En Benfica gano mucho, pero creo que en Boca podría ganar aún más. Sería como irme al Inter o al Real”, agregó. Sin embargo, su altísima cotización -tres millones de dólares, una fortuna para los tiempos que corrían- hizo que cualquier intento de negociación quedara rápidamente descartado.
Nicolás Novello, figura de Boca entre 1966 y 1974 y actual presidente de la mutual de exjugadores xeneizes, aún guarda un recuerdo imborrable de aquella gira por Estados Unidos: “Eusébio era un fenómeno. En la cancha era un futbolista de otra clase, uno de los mejores que vi, y fuera de ella, un tipo macanudo. En aquella gira por Estados Unidos compartimos vuelo y hotel, y cruzamos unas palabras. Hubiera sido increíble jugar junto a semejante jugador. Si sabía que era hincha, le habría pedido que se viniera”.
Eusébio tuvo por fin su tarde soñada en la Bombonera el 11 de agosto de 1968, durante la Copa Ciudad de Buenos Aires, transmitida en vivo por Canal 9 y organizada como presentación oficial de los refuerzos de Boca. También participaron River, Nacional de Montevideo y Santos, con Pelé, que se llevó el trofeo. Fue la primera vez que el astro mozambiqueño pisó suelo argentino. Aunque la ocasión tenía un valor especial para él, no pudo disfrutarla por completo: venía de una operación en los meniscos de la rodilla izquierda y apenas había sumado unos minutos en una gira previa por Brasil. No estaba en condiciones de jugar, pero pidió ser titular a pesar de las recomendaciones médicas.

En una Bombonera semivacía, con apenas unos miles de hinchas en las tribunas, Eusébio fue el primero en salir al campo para reconocer el terreno. Vestía camiseta roja, pantalón marrón y una rodillera en la pierna izquierda, todavía resentida por la operación. Caminó hasta el túnel, se detuvo unos segundos y observó el césped en silencio, como queriendo tomar dimensión de ese momento. Luego volvió al vestuario para reaparecer vestido de corto, con la número 10 en la espalda. Cuando pisó la cancha, la gente lo recibió con aplausos, y él, conmovido, se llevó la mano al corazón y levantó los brazos en señal de agradecimiento. Jugó apenas unos minutos, con el físico limitado por la lesión, hasta que un cruce con Armando Omar Ovide, marcador de punta de Boca, lo obligó a pedir el cambio.
El 12 de agosto de 1968, al día siguiente del partido, LA NACION fue contundente en su título: “Ni Eusébio ni nadie”. La crónica, centrada en el discreto rendimiento del Benfica en su presentación ante Boca por la Copa Ciudad de Buenos Aires, fue terminante con el astro portugués: “Durante su breve participación fue una estrella apagada, sin destellos ni jugadas personales que llamaran la atención. Tras una acción con Ovide, se retiró con molestias en la rodilla y su figura desapareció por completo, al igual que sus compañeros, ninguno a un nivel sobresaliente”. El resultado fue 1 a 1 con goles de Rubén Suñé, de penal, y Jacinto Santos, también desde los 12 pasos.
“No tuve mala intención —aclara Ovide, desde España—. Fue una jugada fortuita en la que ambos fuimos a trabar la pelota. Eusébio venía de una lesión y posiblemente se volvió a torcer la rodilla, porque no hubo golpe”. Pese a su explicación, Ovide fue señalado por parte de la prensa como el responsable de haber sacado de la cancha a la gran estrella. “Después del partido, los periodistas me apuraban con preguntas, como si yo lo hubiera lesionado a propósito, pero no fue así”, insiste. A más de medio siglo de aquel episodio, el exmarcador de punta, que disputó 200 partidos con la camiseta de Boca, todavía se emociona con la posibilidad de haber compartido equipo con Eusébio: “¡Qué lindo hubiera sido tenerlo de compañero! En esa época, todo el mundo quería jugar en Boca. En cada mercado llegaban jugadores de primer nivel. Siempre había chances de sumar figuras mundiales”.

Sin Eusébio, Boca atravesó igualmente una de las etapas más gloriosas de su historia. Entre 1968 y 1980, año en que la Pantera de Mozambique se retiró del fútbol, el Xeneize conquistó tres Copas Libertadores, una Copa Intercontinental, cuatro torneos locales y la primera edición de la Copa Argentina. Eusébio, por su parte, permaneció en Benfica hasta 1975 y luego inició una etapa itinerante por América del Norte y Europa: jugó en los Boston Minutemen, Las Vegas Quicksilvers, New Jersey Americans y Buffalo Stallions, todos en Estados Unidos; en Monterrey de México; Toronto Blizzard de Canadá; y cerró su carrera en Portugal con pasos por el Beira-Mar y el União de Tomar. Su mejor rendimiento fuera de Benfica lo tuvo en los Blizzard, donde marcó 18 goles en 25 partidos.
En 2014, el corazón de Eusébio se detuvo por una insuficiencia cardíaca, pero su figura no dejó de latir en la memoria del fútbol. Su legado sigue vivo en cada rincón de Lisboa, en cada hincha del Benfica que aún lo idolatra como al más grande. Muchos de ellos estarán este lunes en la tribuna, cuando su equipo debute ante Boca, el club al que alguna vez soñó con llegar, pero cuya camiseta nunca pudo vestir de la forma en que lo había deseado: dentro del terreno y con el aliento de la Bombonera.
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