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MIAMI.- (Enviado especial). Entrar a la Universidad de Barry es como meterse en una escena de película adolescente: chicos con mochilas al hombro saliendo de clase, risas en los pasillos, lockers, banderas de Estados Unidos colgadas en varios rincones, pisos con alfombra y un gimnasio con tablero electrónico que parece listo para la gran final. El tipo de lugar donde un chico tímido se enamora de su compañera de banco y, para llamar su atención, termina enfrentando al capitán del equipo en el partido más importante del año. Pero esta vez, la escena tiene un agregado inesperado, un protagonista especial: Boca. Porque Boca lo ploteó a su manera. Donde antes solo había logos institucionales, ahora hay escudos azul y oro. Y un aura distinto: el de un equipo que transforma el lugar con su sola presencia.
A solo 20 kilómetros del vértigo del downtown, donde la ciudad nunca parece dormir y las luces de South Beach brillan hasta el amanecer, hay una ciudad en la que el tiempo parece ir más despacio. Calles anchas y prolijas, casas de techos bajos y una atmósfera serena que invita al silencio. Se trata de Miami Shores, una de las siete villas que componen el condado de Miami-Dade. No tiene playas ni clubes de fútbol, ni centros comerciales masivos, pero sí un pequeño tesoro oculto que Boca eligió como base para su preparación durante el Mundial de Clubes.
La recorrida por la universidad empieza por la cancha principal, el lugar que Boca eligió para llevar adelante sus entrenamientos desde que llegó a Miami. El césped está en un estado impecable, tan parejo y cuidado que incluso supera al del Hard Rock Stadium. La rodea un típico alambrado metálico, de esos que abundan en los predios deportivos universitarios de Estados Unidos. Y en uno de los laterales aparece un detalle muy representativo de este tipo de escenarios: un tablero que muestra, en inglés y en tiempo real, la cantidad de remates, atajadas, tiros de esquina y faltas cometidas por cada equipo, como en un partido de la NFL.
Después, la cancha de básquet. Un gimnasio que invita a entrar y tirar al aro, con el parquet recién encerado, las gradas retráctiles y banderines colgados en lo alto que celebran los campeonatos del equipo local. No faltan las clásicas puertas de madera con barras metálicas, idénticas a las de cualquier colegio estadounidense, ni el enorme logo de los Buccaneers -el apodo que llevan los equipos de la universidad- pintado en el centro de la cancha, al mejor estilo NBA.
Barry, está claro, no es solo un lugar para estudiar: también es un punto de encuentro entre el deporte de alto nivel y la educación. En 2012, Shaquille O’Neal, una de las leyendas más grandes de la NBA, se recibió allí con honores en Aprendizaje Organizacional y Liderazgo. Luego, el Real Madrid eligió estas canchas para preparar sus temporadas en 2013, 2018 y 2019, jugando varios amistosos en el camino. En 2017, Edinson Cavani llegó con el PSG para aprovechar las instalaciones, y un año después, en 2018, el Manchester United también hizo base en Barry, con Sergio Romero y Ander Herrera como parte del plantel, dos que hoy defienden la camiseta de Boca. Y durante la última Copa América, las selecciones de Perú -con Luis Advíncula-, Panamá y Costa Rica armaron sus cuarteles generales en este mismo campus.
El vestuario es, quizás, el espacio más modesto de todo el complejo. Nada de lujos, pero todo lo necesario: casilleros de madera con perchero y caja de seguridad, alineados uno al lado del otro. Lo que sí llama la atención es el empapelado azul y amarillo que cubre casi cada rincón del predio. Algunos aseguran que fue una sugerencia de la FIFA, en busca de darle más color al Mundial de Clubes. Otros dicen que la idea partió desde Boca, con la intención de que el plantel se sienta como en casa. Y también están los que creen que, en realidad, se intentó tapar los colores originales de la universidad: rojo y blanco, los del clásico rival. Lo cierto es que hasta en el laundry, la utilería y la sala de recuperación -donde trabaja Cavani- aparecen pegatinas y detalles en los tonos del club. Cuando el plantel deje la universidad, algo que podría ocurrir tras un eventual partido de octavos de final, el club se hará cargo de desmontar todo y devolverle al lugar su identidad original, con las imágenes y emblemas de los Buccaneers.
Por si hiciera falta algún detalle más, la universidad también tiene su propia tienda: una versión online y otra física, ubicada en la planta baja del edificio principal. Eso sí, no vende la indumentaria de los atletas, sino ropa con el escudo y los colores institucionales: remeras, buzos, gorras y otros productos con el sello de Barry. En ese mismo espacio también se consiguen los libros que utilizan los estudiantes en sus clases. La marca que viste a los Buccaneers es, curiosamente, la misma que acompañó a Boca en su gesta ante el Real Madrid y en la conquista de su último título mundial frente al Milan.
Los Buccaneers compiten en la segunda división de la NCAA, la liga universitaria más importante de Estados Unidos, con presencia en 12 disciplinas. Entre los deportes masculinos figuran béisbol, básquet, cross country, golf, fútbol, natación, tenis, atletismo y vóley; mientras que las mujeres también participan en beach vóley, remo y sóftbol. El fútbol no es el deporte estrella, pero igual dejó su huella: el equipo masculino fue campeón en 2018, y el femenino levantó el trofeo en 1989, 1992 y 1993. De estas canchas salieron jugadores como Tony Edwards, que pasó por Colorado Rapids, y Marco Vélez, defensor puertorriqueño con paso por Toronto FC. De los más de 8.000 estudiantes que cursan en Barry, unos 1.500 viven en el campus, y cerca de 400 integran los distintos equipos deportivos que representan a la universidad.
Del otro lado del alambre que delimita el campus, Miami Shores ofrece un escenario particular. Con unos 11.000 habitantes en solo diez kilómetros cuadrados de superficie -un tercio de ellos cubiertos por agua-, esta zona de Miami-Dade combina tranquilidad con un alto nivel de vida. El ingreso promedio supera los 120.000 dólares al año, bastante por encima del promedio general. Las propiedades oscilan entre 700.000 y dos millones de dólares, y los autos que circulan por sus calles -Tesla, BMW, Mercedes Benz, Range Rover, Porsche, Mustang y Corvette- forman parte del paisaje cotidiano.
En ese sector tranquilo del sur de la Florida, Boca encontró un lugar ideal para prepararse. Un escenario que parece sacado de una película universitaria, con detalles propios de cualquier guion de Hollywood. Tras el empate con Benfica en el debut, ahora buscará escribir su propia historia allí, con un final feliz, como cuando el chico bueno de la clase finalmente conquista a su enamorada.



