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La charla ocurrió en noviembre de 2023. Una conversación futbolera entre el más grande de todos los tiempos y uno de los mejores enganches de la historia, según el ojo clínico de un nutrido grupo de expertos. Lionel Messi y Zinedine Zidane, mano a mano, entre gambetas. El francés preguntaba, el rosarino contestaba.
Cómo se transformó la figura del 10, el número de la nostalgia. Si el envase venía acompañado de medias bajas (zurdo, preferentemente), mucho mejor. La relevancia que tenía en nuestro medio y cómo se fue perdiendo desde la formación infantil. “El 10 era el jugador diferente. Todos queríamos ser el jugador diferente y todos nos creíamos eso. Por eso, todos queríamos tener ese número. Reflejaba que eras el enganche o el media punta, cómo lo llamábamos nosotros. Hoy no sé si es tan así. Hay muchos equipos que juegan 4-3-3 y tienen más interiores que número 10. Tampoco entran en un 4-4-2″, analizaba la Pulga, que también fue 10. La mezcla perfecta de clásico y moderno.
Leo entiende el juego, también, desde las palabras. “Hay pocos 10 característicos como lo eran (Juan Román) Riquelme o (Pablo) Aimar. Quedan pocos de esos... O ya no hay. Ahora se transforman más en interiores o extremos”, sostenía. Y le daba valor agregado a los conceptos. “El fútbol cambió mucho. Cambió la manera de jugar, cambiaron los sistemas. Ya de chiquitos empiezan a jugar 4-3-3 o con una línea de tres o de cinco defensores. El número 10 no entra en esos sistemas o es difícil meterlo. Quizás, de esa manera, se perdió la formación de esos jugadores”, advertía.
No podía faltar Pelusa, entre gambetas y asistencias. “Para los argentinos el 10 es un número muy especial, porque vos hablás del 10 y automáticamente se te viene Maradona a la cabeza. Toda la vida, los que crecimos de chiquitos con el fútbol, queríamos ser como él. Si bien después ninguno llegó, el deseo siempre era ese: intentar de copiar lo que hacía Maradona”, apelaba, Leo también, a la nostalgia más dolorosa.
El recuerdo (excesivamente lejano), de Juan Román Riquelme y Pablo Aimar, entre risas y magia infinita en la selección, en Boca, River y hasta en Europa sirven de mensaje. Ellos, los que jugaban de ese modo, ya no existen. Tal vez, nacen todos los días y, como asegura Messi, se transforman y juegan a otra cosa. Otro ritmo, más obligaciones. No hay tiempo ni espacio para los libre pensadores. “Román entendía el juego, sabía dónde estaba cada uno de sus compañeros y tenía la obligación de la conducción del equipo”, contó alguna vez el Payaso, que hacía exactamente lo mismo. Riquelme es el presidente de Boca, Aimar es el ayudante de Lionel Scaloni.
Marcelo Gallardo es el principal número 10 que conduce a un equipo del fútbol argentino. Nicolás Diez lo intenta con armas nobles en Argentinos. Están del otro lado del mostrador, con la convicción de que (casi, casi) ya no hay intérpretes como ellos. El Muñeco dirige a River, se enoja al ver un River sin magia.
“No tenemos creatividad”, se lamenta el DT más ganador. No tiene un 10 indiscutido. Ni un grupo de jugadores que actúen con ese espíritu. Manu Lanzini hace lo que puede (ahora, con un dolor imposible en el hombro), Pity Martínez juega bajo el póster del Bernabéu y Matías Rojas, como tantos otros, está lesionado. “No veo que falte creación en el medio, no lo veo así”, desconoce el juego Fernando Gago, el DT de Boca, un número 5 que jugaba como un 10. Alan Velasco, por ahora, no arranca. El club de la Ribera pagó 10 millones por algunas imágenes de un antiguo Independiente. Kevin Zenón perdió posiciones con el actual DT, que lo proyecta más como extremo derecho. El chileno Carlos Palacios, de profesión extremo, juega de... 10. O algo así, de volante interior, una posición que lo incomoda.
Una muestra: los 10 surgidos de las inferiores de Boca. Aaron Molinas recién ahora está explotando (se tuvo que ir a Defensa y Justicia, le costó la adaptación), mientras que Vicente Taborda, que entró como una especie de salvador en la final de la Copa Libertadores 2023 en el Maracaná, ahora volvió a Platense. Gonzalo Maroni, también surgido de Boca, regresó de sus préstamos en San Lorenzo y Tigre y se fue otra vez. En este caso, a Newell’s. Un partido bien, un partido mal. Cumplen funciones que no sienten. Se pierden, se marean en la intrascendencia. O se adaptan... o desaparecen del mapa futbolero.
Hasta Riquelme reconoció alguna vez que no podría jugar en este fútbol. Y no solo por la falta de espacios. Apuntó a otros factores, que no todos toman en cuenta. “Hoy a mí se me complicaría. No solo por el juego en sí mismo, con el VAR me anularían todos los goles por el tema de los brazos, que Riquelme empuja... Ahora los defensores marcan con las manos atrás, ¿cómo haces? Cambió mucho el fútbol. Me cobrarían foules todo el tiempo”, contó en una entrevista.
Y fue más allá: “El fútbol de hoy es un quilombo, ahora el 5 que te pegaba patadas se agarra la cara porque lo tocás... Jugar al fútbol también tiene sus trampas y mañas. A veces miro y digo que eso no es falta, es una maña, pero ya no se puede ni rozar al contrario. Cualquier falta pedimos tarjetas rojas, se tiran al piso, reclaman al árbitro, todos contribuimos un poquito para que el fútbol sea peor”.
El 10 sigue siendo el 10. Se trata de la camiseta emblemática: hasta en un partido entre amigos, la mirada ajena se posa sobre el que utiliza ese número sobre la espalda. Sin embargo, en el fútbol moderno (aquí, en Europa), muy pocos marcan la diferencia. El juego mundial evolucionó al punto tal de que la creatividad no depende de un sólo jugador. De todos modos, siempre la exigencia mayor va en esa dirección.
Incomprendidos, necesarios y súper exigidos. Mágicos, también. Evidentemente, los 10 no son lo que eran. Se disfrazan de doble cinco, de “interiores”, hasta de falsos 9. Algunos corren a las esquinas.
La explosión en el Torneo Apertura 2025 tiene nombre, apellido y un pasado que (no) lo condena. A Luciano Cabral, el fútbol (y la vida) le dieron otra oportunidad. En un puesto siempre exigente que no conoce de paciencia. Se presentó en Independiente, pidió la 10 que (tenía) Santiago Toloza (ahora busca su destino en Platense) y brilla. El 3-0 sobre Vélez es una obra de arte. Estuvo inactivo unos 6 años y algún atrevido ya lo compara con Ricardo Bochini. ¿El problema es la camiseta o no aceptamos el paso del tiempo?
SEÑORAS, SEÑORES: ¡¡QUÉ PEDAZO DE 10 TIENE INDEPENDIENTE!! ¡¡GOLAZO DE CABRAL PARA EL 3-0 ANTE VÉLEZ!! pic.twitter.com/tvIcwx8Vc9
— SportsCenter (@SC_ESPN) February 13, 2025
“Ojalá que me puedan dar la camiseta con la número 10. Deseo tenerla. Por ahí, a algún administrativo del club le dije lo mismo, que mi deseo es tener la 10. La he usado en Argentinos, que es una camiseta muy especial. Para mí sería un honor usar la 10 en Independiente”, anticipaba, apenas aterrizado en el universo rojo. El número extraordinariamente maldito. El que nos invita a la nostalgia.
Luciano Vietto en Racing, por ejemplo. Medias bajas, cara de atorrante como cuando era un adolescente, era delantero y ahora se reconvirtió. Está viviendo la comparación en vivo (la mayoría, al menos ahora, superadora) con respecto al aporte de Juanfer Quintero. Que brilló solo un par de noches en Racing. Y fue para siempre. A Baltasar Rodríguez, que viene de las inferiores, le cuesta jugar seguido y no se destaca. ¿Y en San Lorenzo? El Perrito Barrios, el 10, se fue con el Gallego Insua a buscar continuidad en Barracas Central. Aunque en el Ciclón ya jugaba de cualquier puesto menos de enlace.
El Gordo Aquino, el 10 del último campeón del fútbol argentino se fue libre a Colo Colo (Europa no era una opción). Alvaro Montoro, de 17 años, pasó de la explosión inicial a... cargar toda la presión de Vélez, un equipo campeón que ya no lo es (dicho literalmente por Sebastián Domínguez, el DT que reemplazó a Gustavo Quinteros). Montoro busca gambetear, pero aparece a veces arrinconado por la izquierda, condicionado. Los murmullos solo son para ellos: cuando un zaguero manda a la calle un pelotazo, hasta algunos no se sonrojan al aplaudir...
Claudio Echeverri es el capitán, el 10 y hasta goleador del Sub 20 que se clasificó para el Mundial de Chile. Hace jugar al equipo, tira fantasías y es figura en los partidos importantes... todo lo contrario a lo que vivió en River, con Martín Demichelis, primero y el Muñeco, más tarde. Le pesó la camiseta... y el sentirse dueño exclusivo de la creación. Franco Mastantuono es suplente: en el equipo juvenil y en River. Son jóvenes, es cierto. ¿Cuánto tiempo tienen para equivocarse? ¿Influyen los técnicos, el entorno, las presiones?
Debería saberlo el Diablito: Pep Guardiola no juega con un 10. Los dueños de la creación son tres, al menos. Como casi ningún otro gran equipo del fútbol mundial. Tal vez por eso, algunos se aferran a la magia subterránea de Marcelino Moreno, que a los 29 años vive una primavera en Lanús, luego de los reproches y hasta algunos silbidos. Si jugara en Boca o en River, tal vez lo cuestionarían más de lo que lo aplaudirían por su falta de constancia.
Brilla en un partido y en los cuatro siguientes, tal vez ni la toca. Un símbolo de que el fútbol (y la sociedad) de hoy ya no le guarda espacio a los pequeños retazos de romanticismo.
¡LANÚS ABRIÓ EL MARCADOR!
— TyC Sports (@TyCSports) February 5, 2025
A los 38', Moreno puso con gran categoría el 1-0 del Granate ante Lamadrid en la #CopaArgentinaEnTyCSports. pic.twitter.com/GhL7t7F69W