Están jugando con el juego más lindo del mundo: le costará a la FIFA seguir diciendo que es apolítica
Sería el colmo que, luego de haber hecho lo posible para que Argentina y España recién choquen para dirimir el título, deban eliminarse en dieciseisavos de final
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Están jugando con el juego más lindo del mundo. Lo segundo es subjetivo, lo primero comienza a ser una idea masiva. Cuesta encontrar una actividad que genere la pasión del fútbol. Costaría vaciarlo de atractivo popular, sería imposible en realidad. No hay un invento más exitoso que el Mundial. Millones de personas no dejarán de mirar lo que les interesa porque una persona juegue políticamente o por agregados a la esencia. Pero nunca conviene abusar ni con los productos más rentables.
Gianni Infantino es el canciller del mundo. Para comenzar el acto del viernes, el presidente de la FIFA saludó en todos los idiomas posibles. Luego demostró su comodidad para ser el centro de escena. Bromeó, regaló elogios, almibaró la ceremonia. El mundo esperaba que él terminara su show para que empezara lo que quería: que alguien abriera las bolillas y que el azar decidiera los cruces de las selecciones. Pero Infantino hizo suyo el acto y en algún punto el fútbol también. Le costará a la FIFA seguir diciendo que es apolítica. Ya no podrá sancionar a un club o a un jugador por alguna manifestación que quieran hacer. Infantino agasajó a Donald Trump casi hasta su santificación.

No se entiende el sentido de tanta adulación. Si es el precio por pagar para que Trump acepte organizar los torneos, cabría recordar que suele haber varios postulantes para ser anfitriones. Si la búsqueda apunta a colonizar Estados Unidos con el deporte que ellos llaman soccer, lejos está de suceder. En Washington ni se enteraron de la realización del sorteo del Mundial. El forzado intento de penetración del fútbol en un país que tiene otros gustos se evidencia con los números. El Argentina-Francia de Qatar 2022, el partido más visto en la historia del país, llegó a 26 millones de televidentes; como comparación, apenas el último Super Bowl, la final del fútbol americano, superó los 127 millones.
En el paso de un torneo de fútbol a uno de soccer, lo importante es no perder las características particulares. La música en los entretiempos es ajena, pero de última no altera lo importante. Sí puede suceder lo que sucedió en la Copa América del año pasado: uno de los problemas fue que, al disputar los partidos en estadios de fútbol americano adaptados, los campos de juego eran más angostos ¡de lo reglamentario! Se supone que tomaron nota y el año que viene no se repetirá.
La novedad para el Mundial también está relacionada con las conveniencias políticas de Infantino. De eso se trató la ampliación de selecciones participantes en un 50%, de 32 a 48 (el mismo porcentaje que en su momento tuvo nuestro torneo de primera: de 20 a 30). La puerta abierta permite, es cierto, emociones inéditas (la de Cabo Verde, por ejemplo) o recuperadas (la de Escocia, que vuelve después de 28 años). También rompe el statu quo: no sólo estarán en la gran cita los acostumbrados a estar. Sucede que no lo hace desde la búsqueda de excelencia, lo que se supone que debería significar un Mundial. Si para el 2030 la cuenta llegara a 64 seleccionados, probablemente sobrarían las goleadas en la fase de grupos.
De la cantidad de selecciones surgen desproporciones. Una es la de esta Copa en sí, que al contar con tres anfitriones de una región, tendrá entre seis y ocho representantes de Centro y Norteamérica. Otra es la del formato: ocho primeros de grupo enfrentarán a los mejores terceros y los restantes cuatro se las verán con segundos. Esto no estará ligado a la cantidad de puntos sumados sino a lo que el azar eligió. Sería el colmo que, luego de haber hecho lo posible para que Argentina y España recién choquen para dirimir el título, deban eliminarse en dieciseisavos de final.
Al fútbol en sí no lo pueden tocar. Que se pueda jugar en cualquier lado, apenas con cuatro marcas en el suelo que funcionen como arcos, lo hizo tan popular. La popularidad fue el punto de partida para ganar millones y millones en cualquier moneda. Por eso las reglas tienen que estar siempre claras. Las manos en posición natural o ampliando el espacio son una batalla perdida. Pero hay más.
Hasta quienes entendemos al VAR como una herramienta positiva creemos que se debe ajustar. En Qatar, la costura de la camiseta de Lautaro Martínez fue suficiente para encontrar una posición adelantada. El supuesto carácter objetivo del offside y la exactitud de la tecnología arman un combo poco práctico. La inclusión de las máquinas no tuvo como objetivo primario determinar una distancia de 3 centímetros. Esto se sufre más en las ligas como la argentina, donde la tecnología no es avanzada.
Tuvieron tres años para encontrarle una solución. Pero recién en marzo se discutiría si se aprueba la idea que pensó el francés Arsène Wenger, que eliminaría el concepto de misma línea. Sería extraño que comience a regir en el mismísimo Mundial, sin tiempo para que los jugadores se acostumbren. Porque, después de que el presidente se adueñara del sorteo y que luego las luces en el escenario recayeran sobre figuras de otros deportes, habría que recordar que los futbolistas siguen siendo los verdaderos protagonistas.
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