Europa no muestra todo su poderío en el arranque del Mundial de Clubes, ¿táctica engañosa o señal de paridad?
El Viejo Continente sorprendió por el lado menos esperado, con la mayoría de sus equipos arrancando el certamen en deuda con el fútbol y con ellos mismos
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Cuatro enfrentamientos ante rivales latinoamericanos, cuatro empates. Más otro frente al conjunto asiático de mayor poderío. La primera fecha de la etapa de grupos de la Copa del Mundo de Clubes se completó cubriendo de dudas la actuación de muchos de los equipos europeos. ¿Son menos fuertes de lo que imaginamos a este lado del Atlántico? ¿Se sienten incómodos ante planteos poco habituales en sus torneos locales? ¿Pagaron el precio por el complejo de superioridad con el que suelen mirar a los clubes del resto del mundo? ¿O simplemente guardaron energías para cuando la competencia alcance etapas más decisivas?
Puede haber respuestas para todos los gustos, y solo cuando el torneo baje la persiana se podrán tejer conclusiones firmes. Mientras tanto, conviene desgranar algunas cuestiones como para valorar del modo más objetivo posible lo sucedido hasta el momento, sin agigantar en demasía ni llamarse a engaño con los dueños de euros, libras y otras monedas fuertes.
Los antecedentes inmediatos
Con una docena de equipos, Europa es el área más representada en la Copa, aunque en este caso, si se afina la mirada sobre las últimas actuaciones de cada uno de ellos, queda a la vista que el dato no es sinónimo de excelencia.
Un análisis previo permitía anticipar a priori que solo tres de los doce llegaron al Mundial en estado de gracia: París Saint-Germain, Bayern Munich y Chelsea. Otros tres, Inter, Real Madrid y Benfica, cumplieron temporadas dignas, aunque envueltas en un exceso de frustraciones. El resto estuvo muy por debajo de las expectativas creadas, y de alguna manera aterrizó en Estados Unidos con el anhelo de “salvar el año” con un título rimbombante o, como mínimo, actuaciones decorosas. Y salvo alguna excepción, la jornada inaugural no hizo más que confirmar los antecedentes.
La exhibición del PSG ante el Atlético de Madrid -único choque entre europeos hasta la fecha- fue la prolongación del recital de fútbol que los dirigidos por el asturiano Luis Enrique brindaron en la final de la Champions League. El Bayern había acabado la Bundesliga a todo vapor, sin aflojar ni siquiera cuando ya tenía el título en el bolsillo. Y los londinenses llevaban nueve victorias y una única derrota en los diez cotejos disputados antes de su debut ante Los Ángeles FC, con la obtención de la Europa Conference League en el camino. Que los tres solventaran el estreno con total suficiencia no sorprendió a nadie.
Detrás de ellos las cosas no pintaban igual. Inter viajó de sopapo en sopapo, perdiendo todas las finales que disputó en la temporada (incluyendo el 0-5 ante PSG en la Champions) y cediendo la liga por dos puntos ante el Nápoli. A Real Madrid y Benfica les pasó algo semejante: el Barcelona y el Sporting Lisboa, respectivamente, los dejaron con las manos vacías en todas las competiciones locales importantes; y ninguno avanzó lejos en la Copa de Europa. Además, españoles e italianos cambiaron de técnicos justo antes del Mundial.

La otra mitad padeció una temporada para el olvido. Manchester City vivió su primera gran crisis de la era Pep Guardiola, que apenas se enderezó al final con la clasificación para la Champions 2025/26. Algo parecido le ocurrió al Borussia Dortmund, que recién pudo asegurarse un puesto en dicha competición en la última fecha de la Bundesliga. Atlético de Madrid amenazó con pelear todo y desbarrancó en el tercio final de la campaña, en tanto Oporto y Juventus en ningún momento tuvieron opción de luchar por los títulos. El Salzburgo es un caso aparte, ya que participa en una liga de tercera línea, aunque tampoco pudo festejar nada.
De los nueve equipos citados, siete no pudieron alejarse de sus titubeantes actualidades, entre el triunfo poco lucido del City, los dificultosos empates de casi todos y el sonoro traspié del conjunto del Cholo Simeone. Las excepciones fueron el Salzburgo, que se quedó con los tres puntos contra el Pachuca, un rival de su mismo nivel y, sobre todo, la Vecchia Signora, aunque en su caso el 5-0 ante el Al-Ain es menos asombroso. La Juve ya venía remontando la cuesta desde que el croata Igor Tudor reemplazó a Thiago Motta en la dirección técnica (5 victorias, 3 empates y 1 tropiezo), y los emiratíes cumplieron esta temporada una mediocre campaña en su torneo local.
Tácticas y psicología
Boca, Palmeiras, Fluminense, Monterrey y Al-Hilal fueron los adversarios de otros continentes que les birlaron puntos a los europeos en esta fecha. Los dirigidos por Miguel Ángel Russo y los mexicanos estuvieron en ventaja ante Benfica e Inter, aunque no lograron sostenerla, en tanto que los dos equipos de Brasil y el de Arabia Saudí dominaron durante muchos minutos de sus partidos a Oporto, Dortmund y Real Madrid; y los cinco pudieron ganar de haber tenido mayores dosis de eficacia en la definición.
Deducir que esto significa un nivel de paridad por encima de la creencia general en la calidad y jerarquía de los jugadores que nutren los clubes a ambos lados del océano parece en principio una temeridad. Resulta innegable que los europeos reúnen lo más granado del fútbol mundial, pero también es cierto que no están habituados al juego más físico y menos permisivo que es norma en otras tierras. Boca y Monterrey fueron los ejemplos más claros en ese aspecto; aunque Palmeiras y Fluminense tampoco le huyeron al cuerpo a cuerpo cuando hizo falta. Lo de Al-Hilal fue diferente: simplemente obligó al Real Madrid a correr detrás de la pelota durante casi todo el primer tiempo.
Por otro lado, no es descartable que estas dificultades tácticas y rigores físicos se hayan montado sobre dos situaciones que siempre revolotean en la mentalidad europea. Una es la generalizada mirada peyorativa que se suele dispensar al nivel del fútbol que se practica en otras latitudes. La otra, la relativa trascendencia que históricamente clubes e hinchas han brindado a Intercontinentales, Mundialitos y trofeos semejantes. Los futbolistas europeos (no los sudamericanos, aunque jueguen allí) sienten que se trata de títulos que casi nadie les exige, y para ganarlos, consciente o inconscientemente tienden a no arriesgar sus piernas más allá de lo razonable. En el mismo sentido, casi todos los entrenadores en esta jornada de apertura eligieron dejar en el banco de suplentes a varios de los titulares habituales. O, como hizo Xabi Alonso, retirar con bastante anticipación a sus figuras principales: Vinicius, Rodrygo, Bellingham y Alexander-Arnold.
Las perspectivas para lo que queda
En general, las expectativas quedaron por debajo de lo esperado, pero las tablas de posiciones indican asimismo que ningún equipo europeo quedó mal parado tras la jornada inaugural. Todos dependen de sí mismos y hasta el vapuleado Atlético de Madrid puede consolarse pensando que el peor de los tragos ya ha pasado.
No hace falta revisar los apellidos que pueblan casi todos los planteles para darse cuenta que tienen amplios márgenes de mejora. Muchos de ellos todavía no pisaron las canchas o lo hicieron durante escasos minutos -Mbappé, Bernardo Silva, Haaland, Dembélé…-, los nuevos entrenadores de Inter y Real Madrid sumarán días de trabajo para ir afinando funcionamientos colectivos que apenas tuvieron tiempo de transmitir, y la experiencia indica que la jerarquía casi siempre suele aparecer cuando más se la necesita.
Europa sorprendió por el lado menos esperado, con la mayoría de sus equipos arrancando el Mundial en deuda con el fútbol y con ellos mismos. Los 90 minutos jugados fueron un golpe de realidad: nadie les regalará nada. Los que pretendan confirmar el poderío que se les supone, continuar en la senda de sus últimos éxitos o “salvar” temporadas decepcionantes ya saben que, si no vuelcan todas sus capacidades sin escatimar esfuerzos y energías pueden pasarlo mal. El hambre de gloria del resto del mundo está al acecho y sueña con dejarlos con las manos vacías.
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