Fútbol de verano: ¿pagar para ver un bodrio?

La flojera de los amistosos les dio la razón, al final, a los millones de abonados al cable que decidieron no pagar un plus por esta clase de amistosos. Es que el inagotable ingenio argentino, metido en el cuerpo de las empresas que ahora codifican la Superliga, había cocinado un plato indigerible: ponerle precio a un Talleres–Atlético Tucumán o un Godoy Cruz–Boca (con suplentes, eso sí). Un lance de pillos para una propuesta demasiado bajas calorías.

El paso de los partidos, que culminará hoy con el número 11 cuando se crucen River y Boca, dio la pauta de que la cosa no andaba, y entonces hubo marcha atrás: de pronto alcanzó con tener cable para poder ver esos entrenamientos a puertas abiertas ambientados mayoritariamente en el viejo estadio marplatense.

Y fue allí donde el viernes la jerarquía contrastada de Independiente y la evolución del nuevo Racing levantaron la vara de un verano más bien pobretón. El viejo clásico de Avellaneda mostró que la oleada de fútbol ofensivo que encarnan sus entrenadores no necesita amortiguarse ante el rival histórico. Holan y Coudet, representantes de dos generaciones distintas, confluyen en la idea de que tener la posesión y atacar acerca más a la victoria que especular y arrinconarse. Lo mostraron en el atractivo 2-2 que después el Rojo decidió a su favor en los penales.

Guillermo y Gallardo se parecen en eso de ir a provocar el error antes que esperarlo agazapados en su propio arco. Esta noche tienen la oportunidad de testearse otra vez, antes de la histórica final que los enfrentará el 14 de marzo próximo. Ojalá aprovechen el surco que dejaron los vecinos de Avellaneda, para el gusto de los 40 mil que vayan al Minella. Y para aquellos que hayan pagado el Pack Fútbol, claro: hoy sí se cobra.