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No ocupa ningún cargo dentro de la comisión directiva de Vélez, el club que defendió como hincha y, además, condujo como presidente, pero la nueva escalada de violencia que tiene consternado al fútbol doméstico le preocupa. Raúl Gámez no deja de tener la misma mirada crítica que sostuvo cuando dirigía a la institución de Liniers y que lo llevó a enfrentarse con Julio Grondona, el presidente de la Asociación del Fútbol Argentino. Ayer, en un reportaje realizado por los estudiantes de la Escuela Superior de Enseñanzas Deportivas, y reproducidas por la agencia DyN, volvió a fustigar a los dirigentes, a quienes les recomendó solicitar ayuda para terminar con este flagelo.
"Si los dirigentes no reconocemos que tenemos que darles entradas, que los soportamos dando vueltas por el club todos los días y no pedimos ayuda, no nos vamos a curar más. El primer paso es reconocer nuestra enfermedad", dijo Gámez, en alusión al feroz enfrentamiento que protagonizaron miembros de la barra brava de River, anteayer, en Liniers, antes del partido que los millonarios jugaron con Arsenal. El saldo de la salvaje refriega fue de 38 detenidos y seis heridos, uno de ellos grave.
Las escalofriantes imágenes que se sucedieron en la tribuna popular de la cancha de Vélez todavía generan pavor. Barras armados con cuchillos, facas, cinturones y palos peleando cuerpo a cuerpo ante la inacción de la policía y frente a inocentes que buscaban refugio y escapar de la barbarie, entristece. "Quedó demostrado que parar el fútbol no es una solución viable; tampoco basta con normalizarlo y contratar más policías. Los cambios deben ser de programación y actitud", manifestó. Y agregó: "Antes había conexiones entre los dirigentes y los barras, pero ahora ya no les sirven porque estos últimos los rechazan. Pienso que una manera de sacar esa violencia afuera del fútbol es aprovechar que, como todos sabemos, esos mismos barrabravas se mueven en otros círculos durante la semana. Cortarles el negocio sería una alternativa", esgrimió, y consideró que quienes están al frente de la seguridad en la AFA "deberían dar un paso al costado puesto que no encontraron una solución al problema".
El asesinato del joven Emanuel Alvarez, el simpatizante de Vélez que fuera baleado cuando viajaba en un ómnibus rumbo al estadio de San Lorenzo, el 15 de marzo último, pareció haber hecho recapacitar a los violentos, aunque quedó demostrado que el botín que se obtiene al liderar la barra brava de un club obsesiona a los hinchas, que acuden a cualquier método para enquistarse en el poder. "Hablamos de ayer como si hace quince días no hubiera pasado nada afuera de la cancha de San Lorenzo", declaró el ex titular del club de Liniers.
En el pasado, Gámez perteneció al grupo de hinchas caracterizados que alentaba a Vélez. "Nunca fui jefe. Era de la hinchada, no de la barra brava. Estábamos a mil kilómetros de esa figura. Me gustaba ser conocido entre los hinchas, pero no le sacábamos ventaja al club ni soñábamos con el negocio de ser hincha, que es lo que sucede ahora con las apretadas , los pedidos de dinero y otros beneficios. A veces nos equivocábamos y nos peleábamos por la bandera, por defender los colores. Pero a puño limpio, sin armas, sin drogas, sin alcohol", se defendió. Y también reconoció una deplorable actitud que tuvo cuando era dirigente de Vélez. "En el final de la Copa Libertadores, contra San Pablo, en el Morumbí, agredí al árbitro del partido [el uruguayo Ernesto Filippi]. Lo insulté, le pateé la puerta. Fue una actitud de hincha, impropia para mi condición de dirigente", recordó.
En el final de la charla, Gámez remarcó la urgente necesidad de realizar un cambio radical respecto a la convivencia que los dirigentes mantienen con los barrabravas. "Hasta que los dirigentes no tomemos la responsabilidad y pidamos ayuda, seguiremos caminando por el mismo sendero. Será más de lo mismo".



