Sarandí ya no escribe historias en la "A": el ocaso de Arsenal y los primeros signos del adiós en el club de los Grondona
No queda casi nadie. El Sur vuelve a ofrecerse como un destino esquivo, marginal y olvidado. La estación Sarandí ya no escribe historias de primera: el anunciado descenso, sellado el fin de semana pasado, causó un impacto mayúsculo en el barrio de casas bajas y necesidades altas. Es un desierto, destemplado y desconsolado, el estadio Julio Humberto Grondona. Unos 2500 valientes, fanáticos de los colores celestes y rojos, no se trauman un lunes olvidado: cantan, saltan, se enojan, se sientan y se levantan, con el deber de la continuidad del programa, en un empate 1-1 contra Patronato. El partido fue un típico encuentro del ascenso: un inmenso amor propio y un par de ideas sueltas.
Con las medias bajas, Arsenal comenzó el prólogo de su despedida de la máxima categoría. La entidad creada por la familia más poderosa de nuestro fútbol vuelve al bajo fondo del ascenso, ahora lejos de la sombra de los gigantes, Independiente y Racing, sus primos hermanos. Del salto inolvidable del 18 de mayo de 2002, luego de un traumático 1-1 con Gimnasia de Entre Ríos –por una infraestructura que no dio abasto y por un equipo repleto de nervios- a hoy, pasó una vida. Gustavo Alfaro, un especialista en encontrar figuras detrás de las sombras, inventor de equipos planificados y sustentables, dirigió a Arsenal en primera en dos ciclos y seis temporadas, con cuatro títulos: Clausura 2012, Supercopa Argentina 2012, Copa Argentina 2013 y Copa Sudamericana 2007. La Suruga Bank 2008 fue conseguida por Daniel Garnero. Sus triunfos, históricos y meritorios, siempre estuvieron maquillados de sospechas de ayudas arbitrales, de canchas inclinadas.
Don Julio fue jugador, fundador y presidente: disfrutó, a su manera, buena parte de las 16 temporadas en serie en primera, un club que apenas había sido concebido como una entrañable postal local. Su aura se respira en cada rincón del pequeño escenario, para unos 16.000 espectadores, rara vez cubierto en su totalidad. Los hinchas aplauden: ese movimiento de palmas obedece a una gratitud eterna: ni el más fanático habría imaginado semejante gesta. Miguel Silva, el vicepresidente de Julio Ricardo Grondona -desde 2001 en el máximo cargo-, no baja la mirada. "Estamos hablando de Arsenal, que es un club chico. Estamos orgullosos del trabajo hecho. Esto le puede pasar a cualquier equipo. Han descendido clubes grandes, muy grandes. Y claro que le podía tocar a Arsenal", se confiesa, al tiempo que rechaza acuerdos espurios en los escritorios durante los años dorados. "Estupideces. Las mejores campañas de Arsenal las hicimos con jugadores del club, que no trajo Julio Grondona. Jugadores como Benedetto, Cuesta, Marcone, Pérez, el ‘Bicho’ Aguirre, Lisandro López, Braghieri, el ‘Papu’ Gómez… Hay una cantidad de cosas que la gente no ve. ¡Ahora la gente descubrió que Benedetto era un gran jugador! Arsenal tuvo jugadores de extrema jerarquía, surgidos en el club. Eso nos dio los títulos", se defiende.
En diciembre pasado, Humberto renunció como DT. El declive final era una cuestión de tiempo. "Si seguimos así, este club no va a estar muy bien. Hay que cambiar muchas cosas. Hay mucha vagancia. Hay que tener cuidado. Yo ya no estoy para luchar, me cansé", apuntó, antes del portazo. Sergio Rondina, la verdad, hizo lo que pudo, con un plantel recortado en calidad y entusiasmo.
La noche se apaga con el balón por el aire, el buffet sin clientes, con una bandera ("El sentimiento no cambia. Los pibes del barrio. Ayer, hoy y siempre"), instalada en la platea invisible, otra que dice "Sueño cumplido" y con una canción que se repite: "…siempre estuvimos en las malas; las buenas ya van a venir". La fe suele ser lo último que se pierde.
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