Las peripecias de un argentino en Río
Para un argentino, vivir un Mundial en Brasil no es nada fácil. La sincronización de publicidades burlándose de la celeste y blanca es perfecta, yendo desde marcas de cerveza hasta compañías de teléfonos celulares que tienen a nuestra especie como su blanco favorito.
Caminando por las calle, uno fácilmente pierde su identidad y pasa a ser conocido como el argentino de la publicidad "a" o "b". Yo, por ejemplo, soy el argentino de la Skol, la marca de cerveza brasileña que más tiempo y creatividad nos dedicó en estos últimos meses.
En mi estadía en Río de Janeiro, andar con la camiseta argentina es una abierta provocación aún durante los triunfos brasileños (llevarla en éste momento pos-derrota brasileña sería un suicidio). Debo admitir que las reacciones son disímiles, y uno puede recibir desde un "go home" en el turístico barrio de Copacabana o un grito de "argentino!" nada amigable, hasta bromas fraternas, que son la mayoría y generalmente tienen a Maradona como principal destinatario.
El técnico de la selección argentina sí que merece un párrafo aparte, ya que en su eterna disputa con Pelé respecto quién fue el mejor del mundo (aunque ciertos sectores de la opinión pública brasileña consideran que el mejor, en realidad, fue Garrincha), Maradona acapara toda la atención de los brasileños en la prensa gráfica y audiovisual, aún más que nuestro fútbol o estrella, Lionel Messi.
Fuera de la cuestión maradoniana, es cierto que no encontré un solo brasileño que esté contento con su selección o con su técnico, Dunga. En vano les recordaba que Brasil es Brasil, y que esa redundancia innecesaria valía más que mil palabras, pero aún en su cómodo triunfo contra Costa de Marfil o Chile siempre encontraron aspectos que no les gustaban. Si éste era el ánimo durante su etapa de bonanza, arriesgo a que la prensa local ya tiene a su técnico como el chivo expiatorio perfecto en el banquillo de acusados.
Lo que importa señalar es que hasta hace unas horas era de esperarse que el hincha promedio brasileño torciera por la selección de su eterno rival futbolístico. Desde que se conocieron los equipos que pasaron a octavos, se sabían las altas posibilidades de la final soñada por los verdeamarelos: Argentina-Brasil, coronada, claro, con un triunfo de este último. El pronóstico mayoritario era por 3 a 0.
Ahora todo cambió, y Alemania acaba de ganar nada menos que 191 millones de torcedores. A modo de consuelo, les recuerdo a mis conocidos brasileños que la Copa del 2014 será de ellos: sé que aún están sedientos de revancha por el maracanazo de 1950. Pero como sé que eso no basta, recurro a argumentos extra-futbolísticos y les recuerdo que son gobernados por Lula, quien con su 85% de aprobación, es y continuará siendo O presidente mais grande do mundo.
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