Messi, nuevo rey del fútbol
Con un gol decisivo y una gran tarea guió a Barcelona a la consagración ante Manchester United por 2-0; en Roma, opacó en el duelo a Cristiano Ronaldo y dio un paso fundamental para consagrarse como el mejor del mundo
ROMA.- Ya sólo queda una cara en el afiche. Lionel Messi alcanzó la cumbre y plantó la bandera que se ondula con su nombre en el pico más alto. No hay preguntas. Ni siquiera el más insignificante rasgo de duda. Con 21 años, consumada la gesta de Barcelona en la Liga de Campeones, el rosarino, la Pulga, aquel que viajó hace años a Europa para olvidarse de un problema de crecimiento, se consagró como el mejor del mundo. Sin exageraciones, la realidad se escucha en uno tono imperativo. Messi, como nunca, tiene la verdad en sus pies.
Se despachó con un gol, el segundo, de cabeza, en el 2-0 con el que los catalanes resolvieron el pleito frente al Manchester United de Cristiano Ronaldo. Se arqueó en el aire y la sentencia quedó dictada. Barcelona, campeón, dueño de la triple corona que se completó con la Copa del Rey y con la Liga española. Leo, definitivamente, hizo suyo el trono.
Un par de toques bastaron para destacarse en el juego. Unas cuantas gambetas. La habilitación a Eto´o, que concretó la apertura en el primer tiempo. Y, ya en la otra parte, su firma con imagen de gol, de grito, de festejo, de alivio, de... todo junto. Su calidad también quedó expuesta con algunas fuertes infracciones que le cometieron los ingleses.
Todos esperaban algo grande de él, en una fiesta única, con una apertura breve, pero digna de una Copa del Mundo. Ya lo había dicho Guardiola: "Lo veo muy bien, preparado, vamos a ver a un gran Messi, espero que nos ayude y que le ayudemos". Como si hubiese adivinado el futuro, el entrenador de Barcelona tuvo razón.
En los comienzos de la Liga de Campeones, la misión de Barcelona quedó encomendada en sus pies. Aunque hubo problemas en el camino. En agosto del año pasado, una tormenta legal se desató por su participación en Pekín 2008. Un Tribunal Arbitral internacional falló en favor de Barcelona, pero luego Guardiola le dio el gusto a Leo, y lo dejó participar en los Juegos. Su consagración olímpica fue un buen presagio de una temporada perfecta. Se perdió los primeros compromisos de la Champions por estar con la selección en China, pero rápidamente hizo olvidar todo con actuaciones relucientes.
Con Iniesta y Xavi como impostergables socios para el toque veloz y certero, Messi siempre fue la cara de la campaña. Llevó adelante a su equipo con nueve goles en la Liga de Campeones. La final quedó planteada como el duelo entre él y Cristiano Ronaldo. Las diferencias con el portugués fueron notorias por resultado y eficacia. Aunque en el gol le haya pegado... con la oreja. Hasta en eso fue distinto. Si bien Ronaldo empezó mejor, con varios remates al arco. La Pulga se enderezó y, poco a poco, fue ganándose el cetro. La discusión se acabó con aquel gol, con aquel desahogo.
Tuvo al público en un puño desde mucho antes del comienzo del partido. Messi fue el más ovacionado cada vez que hubo un reconocimiento para los jugadores de Barcelona. Aventajó por una larga distancia a Carles Puyol, otro emblema catalán, cuando se anunció la formación. También se ganó el respeto de los ingleses. Y ni que hablar de los neutrales.
En la intimidad, Leo asumió el partido como un reto, como una vieja cuenta pendiente. Ya había ganado este título en 2006, pero en esa oportunidad se perdió la final contra Arsenal por una lesión. Ayer no quiso distraerse con nada más. Sintió ansiedad, nunca miedo. No atendió el teléfono en todo el día. Ni siquiera respondió los llamados de su padre. Tuvo a Manchester United entre cejas. Su única devoción enfocó la camiseta azulgrana. No podía permitirse otro consecuencia más que la vuelta olímpica. Así se lo propuso. Así lo logró. Así lo celebró...
Buscó a su familia ya con el trofeo en poder de Barcelona. Se alejó del ramillete de jugadores y le costó encontrar a sus seres queridos. Hizo vista durante varios minutos y precisó ayuda, acaso con la vista nublada por la alegría. Es más, Thierry Henry debió señalárselos en la platea. La emoción recorrió su ser, aunque sin exageraciones. Después de todo, ése es su estilo, callado, introvertido. La explosión sólo queda en el césped.
Se lo vio muy calmo en los festejos. Un par de saltos, algunos cánticos y la satisfacción del deber cumplido. Jamás buscó los primeros planos. Cada imagen lo tomó en grupo o detrás de algún compañero. No se desesperó por tener la copa primero ni por adueñarse de la medalla antes que nadie. Espero su turno y, detrás de Sylvinho, se colgó la gloria; el dorado resplandeció su pecho.
Messi rió y, al rato, jugó con la medalla: de costado, la revoleó hasta que un colaborador lo abrazó por enésima vez. Los abrazos también encontraron enseguida a Gabriel Milito, que, recuperándose de una operación de rodilla, viajó a Roma por especial pedido de Leo y de Guardiola. Milito, de pantalón negro y chomba roja del club, también recibió una cálida ovación. Después, Messi se estrechó con el DT, que lo cobijó y lo cuidó con rutinas especiales hasta en la alimentación.
Barcelona salió adelante con su líder futbolístico, señalado con el 10 en la espalda tras la ida del brasileño Ronaldinho. Hace un año, nomás, con dudas por sus lesiones, el mal momento futbolístico del conjunto, la presión sobre el presidente Joan Laporta... todo conspiraba contras las intenciones catalanas. Hasta que, como en un trampolín mágico, Messi se vio en la cima del mundo con el resultado más ansiado. Sus deseos se cumplieron.
Barcelona se consagró en Europa. Antes del partido, Leo había dicho que el éxito del equipo estaba por delante del lucimiento personal. La noche le salió redonda porque consiguió ambas cosas. Ya no quedan dudas. El año pasado la corona del mejor futbolista se le escapó por poco y quedó en poder de Cristiano Ronaldo. Hoy, Messi dio otro paso en su meteórico ascenso y está en la más importante consideración del mundo. Las voces más pesadas se rinden delante de él. Lo señalan, simplemente, como el mejor. Ahora, su nombramiento es un mero formalismo, una ceremonia con un final anunciado.
- Para Guardiola, la corona de Leo no corría riesgos
Pep Guardiola no dudó un instante sobre Lionel Messi. Vale la pena escucharlo. "Si hubiéramos perdido, mi opinión sobre él no hubiera cambiado. Para mí, es el mejor del mundo. Me imagino que ya estarán inscribiendo su nombre en el Balón de Oro. No necesitamos que gane nada para que sepamos lo bueno que es", comentó el director técnico de Barcelona.