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CORDOBA.- Ahora River se burla de aquellos tiempos de sufrimientos y paternidad. O de esos días de vueltas olímpicas, pero frustraciones en los superclásicos. En cierto que en un partido de verano no están los tres puntos en juego, pero la victoria igual da derecho a la alegría desbordante. A la devolución de bromas. Es el folclore del fútbol. Entonces festeja River, que con presencia y variantes ofensivas goleó 3 a 0 a Boca, y pasó a la final de la Copa Ciudad de Córdoba que jugará mañana frente a Talleres. Claro que ésa ya será otra historia. Anoche consiguió ganar el segundo clásico consecutivo después de la victoria en el Monumental, por el último Apertura. Para extender en el 2000 ese final festivo de 1999.
Una térmica que osciló entre las emociones y algo de aburrimiento guió la primera etapa del clásico que volvió a jugarse en Córdoba tras 21 años de ausencia. Porque los dirigidos por Carlos Bianchi asumieron la iniciativa, con el esquema de siempre y buscando en La Paglia y Pereda reemplazantes para Riquelme y Cagna, respectivamente. Y los xeneizes crearon zozobras desde su actitud punzante. Además, también se aprovecharon de la cómplice inseguridad de la última línea millonaria.
Pero River llegó al gol y le pegó un cachetazo con dureza a Boca. Lo dejó sin reacción. Fue un corner de Gancedo que bajó Angel, para que Martín Cardetti definiera, de media vuelta, y con exagerada libertad en el área. Entonces el conjunto de la Ribera se perdió por varios minutos en la confusión. Zapata, Ledesma y Gancedo ganaron en confianza, para que Cardetti intentase desequilibrar con su velocidad. Y ahora las grietas se habían mudado a los movimientos dubitativos de Córdoba y Matellán.
Hasta que el partido volvió a activarse. Guillermo Barros Schelotto edificó la mejor jugada de la etapa tras eliminar a Franco, Yepes y Trotta, pero surgió la figura de Bonano para romper la ilusión del empate. Se sucedieron minutos emotivos. Con el atento Cardetti dispuesto a gatillar en cualquier momento, y el permisivo juez Angel Sánchez, que ignoró algunos golpes y no amonestó al mellizo Gustavo y a Ledesma. Hasta que a los vaivenes del partido les tocó atravesar por una laguna de chatura en el último cuarto de hora. Pero el encuentro parecía abierto.
Y River lo aprovechó. Ordenado, con oficio. Disimuló mucho mejor las ausencias afectadas al Sub 23, como Aimar y Saviola. Juan Pablo Angel definió con calidad para el 2 a 0. Boca perdió al lesionado Serna y no tuvo un conductor. Ingresó y debutó Marcelo Delgado, pero sólo aportó voluntad. El medio campo de River ya se había adueñado del clásico desde la calidad de Zapata y Cristian Ledesma, que hasta se atrevió a transformar en goleada un triunfo contundente. Con algunas caras nuevas, River extendió el festejo del 99. Parece que la historia se invirtió.


