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No es un cuento de hadas, pero podría serlo. Es la historia de trabajo de un club que después de mucho tiempo consiguió su preciado anhelo. Es la historia de Atlético Rafaela, el equipo que anteayer logró después de 14 años en la B Nacional, y que desde la próxima temporada se convertirá en el equipo de primera división proveniente de la ciudad más chica del país, con sus 80.000 habitantes.
La entidad es considerada un verdadero ejemplo de organización y criterio administrativo. En un fútbol donde endeudarse es casi un hecho común, los dirigentes de Rafaela arrancaron la temporada con la calculadora bajo el brazo: estimaron sus ingresos en 35.000 pesos mensuales, y esa cifra (30.000 para el plantel y 5000 para el cuerpo técnico) es el gasto destinado a los sueldos del fútbol. "Por eso no tenemos deudas", se ufana orgulloso Carlos Eguiazu, vicepresidente de la subcomisión de fútbol.
El próximo objetivo es claro: agrandar la capacidad de la cancha de 11.000 a 17.000 espectadores. Todo esto de la mano de un club que se hace fuerte con sus 6000 asociados, prácticamente uno de cada 13 habitantes de la ciudad. Y hay un detalle importante: el club funciona a la vez con fines deportivos y como mutual. Y si bien su fuerte es el fútbol, conviven en el club 28 disciplinas deportivas.
Esta temporada 2002/2003 comenzó con ilusión, pero sin abandonar el equilibrio que predomina en la entidad. Se mantuvo la base del plantel que había perdido en la semifinal del torneo reducido del año pasado ante Gimnasia y Esgrima, de Entre Ríos. Sólo se trajeron dos refuerzos: Rubén Forestello y Carlos Araujo. Para la segunda mitad del año futbolístico se sumaron Fernando Clementz (nació en el club y luego pasó por varias instituciones) y Claudio Filosa. Otro dato que habla de las cuentas claras del club: pensando en primera, más allá de los refuerzos necesarios, la base será la misma que ascendió, pues el 80% del plantel pertenece a la institución. Faltaba encontrar al conductor ideal que pudiera ir más allá de esas semifinales perdidas, y se pensó en un DT que conociera bien el mundo del ascenso: Oscar Blanco.
El entrenador, con el título bajo el brazo, realizó el siguiente balance: "Trabajamos hombro a hombro, promovimos algunos jóvenes de las inferiores y le dimos para adelante. El campeonato fue muy merecido. Ganamos los dos torneos y hasta demostramos nuestra hombría ganando un partido muy complicado en Mendoza", dijo el DT que aseguró que su referente es Carlos Bianchi.
Ayer, después de viajar los 900 kilómetros en su regreso desde Mendoza, el plantel fue recibido con todos los honores en la ciudad, con una caravana de 30 kilómetros de autos, un paseo por una ciudad eufórica como nunca y el festejo final en el estadio. Unos días antes, en un breve paso por Buenos Aires, cuatro de sus estandartes posaron en el Obelisco como una especie de anticipo de lo que iba a suceder. Un símbolo: la llegada a la gran ciudad. Y allí estaban Forestello, el goleador (jugó los 38 partidos de la temporada), Ezequiel Medrán, el arquero (asistencia perfecta: jugó los 3420 minutos del Apertura y del Clausura), Oscar Blanco, el gran líder, y Clementz.
"Parecemos Los Simuladores", bromeó Clementz en referencia a la serie televisiva. Y cierto punto de contacto hay: ellos cambiaron una difícil realidad para llegar a un final feliz. Como en un cuento de hadas, pero en la vida misma.


