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"Fue todo increíblemente rápido. Estaba en Inglaterra y una tardecita me llamó Carlos [por Babington]; me contó lo que había pasado y me ofreció el cargo. Le dije que sí de inmediato y esa noche ya era el técnico de Huracán." Osvaldo Ardiles relata como si tal cosa lo que para cualquiera significaría un vuelco drástico, un perpetuo atentado contra el metabolismo. Pero a él lo convocan desde el otro lado del mundo y ni lo piensa. Pone sobre aviso a su esposa, Silvia, les da la novedad a sus hijos, Pablo (32 años) y Federico (28), arma las valijas, toma un avión y aparece a miles de kilómetros para quedarse quién sabe hasta cuándo. A los 55 años lleva repetida esa rutina con tanta naturalidad que ya ni lo afecta. Pero esta mudanza no era una más: significaba dejar la placidez del hogar londinense y hundir de nuevo el cuerpo en nuestro medio social y futbolístico, con todos los contrastes que eso implica.
Cualquiera supondría una dura resistencia familiar ante semejante cambio, pero no hay nada de eso: "A mis hijos les encanta porque saben que a mí me gusta estar trabajando. Yo podía haber hecho muchas otras cosas, pero lo que me hace sentir bien es dirigir. Quizá viene de mi época de jugador, con esa adrenalina tan especial, no sólo de los fines de semana. Lo necesito. Entonces, cuando sale una propuesta, los chicos saben que diré que sí. Y el apoyo es total. Silvia está acá, conmigo. Me sigue a mí, pero va y vuelve", dice el Pitón con esa voz sólo audible desde muy cerca, densa en palabras y siempre capaz de disparar algo inesperado.
Tras dejar Racing a mediados de mayo de 2003, Ardiles emprendió un recorrido profesional que incluyó dos años en Japón -dirigió a Tokio Verdy-, un paréntesis en Inglaterra y un paso por Beitar Jerusalén, de Israel. Ya había pasado por Arabia Saudita, Croacia, México... "La experiencia de vida en Jerusalén fue espectacular, con todo lo histórico que lo rodea a uno ahí... En lo futbolístico no fue tan buena. Estábamos primeros y jugando una copa, pero perdimos un partido y el dueño del equipo, un archimillonario ruso, decidió cambiarme a mí, al cuerpo técnico, al presidente... Fue una pena. Uno está acostumbrado a esas cosas."
-No, ni tampoco le pedí explicaciones. Podría haberme dado un montón de excusas que yo no habría aceptado. Siempre hay razones, pero las que te dan no son las reales.
Y después Ardiles volvió a Londres. "Yo vivo entre Inglaterra y España cuando estoy sin trabajar, esperando. En España estoy en Marbella, en un lugar muy bonito que tengo ahí, para relajarme con sol, golf, para escaparle al mal tiempo de Inglaterra. Pero mi base está en Londres, donde están mis dos chicos y la gran mayoría de mis amigos. Ahí pasé los últimos 30 años de mi vida."
-Londres es el lugar donde siempre termino. Salí de Racing y fui a Londres; terminé en Japón y también. Siempre vuelvo a mi casa ahí, y siempre salgo de ahí. Si me preguntás por mi casa, por mi hogar, está en Londres.
-¿Y la Argentina qué sitio ocupa en ese mapa?
-La Argentina es un lugar especial, por supuesto. No es mi casa en sentido permanente, aunque ahora lo es. Aquí están mi madre y muchos amigos. Mi futuro está cada vez más pegado a mis hijos. Ellos son argentinos, pero totalmente londinenses. Ahora están por casarse con dos chicas inglesas.
-Pero ¿qué fue lo que lo llevó a dejar esa vida tranquila y volver a meterse en este lío?
-Mirá, yo estoy muy bien en Inglaterra y también en España. Mi vida allá es jugar al golf, que me encanta, hacer promociones deportivas, fiestas de beneficencia, actos a los que me invitan como celebridad, digamos Pero todo eso no me llena. Parece muy lindo y lo es, pero por un tiempito. Es la vida de una persona retirada, que está esperando que Dios se lo lleve. No, no y no. A mí la gente me reconoce, me dice: ´uh, el Mundial 78 , o ´uh, Inglaterra, Tottenham Me molesta tremendamente eso. Tal vez más adelante no, pero ahora me molesta. Eso es el pasado. Quiero hacer algo hoy. Yo gané un Mundial, gané la Copa inglesa, etc Ya pasó. Lo que vale es el presente.
-De ahí viene lo del quil de Argentina, etc. Y sí, seguro que es así. Yo sabía muy bien adónde venía, desde lo futbolístico y desde lo personal. Pero poniendo en la balanza todo, me siento vivo dirigiendo acá. Esto tiene cosas lindas y cosas feas, pero uno está viviendo, haciendo algo.
-¿Y con qué se encontró aquí? ¿El medio futbolístico es igual, peor o mejor que cuando lo dejó?
-Básicamente, igual. La Argentina tiene una pasión por el fútbol muy particular. A mucha gente le gustaría dirigir en la Argentina porque sabe de esa pasión, de lo difícil que es y también de lo precario. Acá terminar un año es dificilísimo. Cuando me fui de Racing quedaban apenas dos o tres de los técnicos que estaban cuando llegué, en menos de un año. El trabajo del DT es sobrevivir, estar en el candelero. Algunos lo hacen de manera espectacular, como Ferguson o Bianchi. Pero es sobrevivir. Por eso el fútbol es tan interesante. Es vida. Ahora que hay tanta comparación con los Pumas, el rugby El fútbol es la vida; tiene solidaridad, compañerismo, el ambiente agradable, y también la trampa, los abusos...
-... Insólitos.
-Digamos así. ¿Qué lugar le dejó los recuerdos más fuertes?
-Todos te dejan algo. Dirigir en Inglaterra es espectacular. Hay un respeto muy especial por el técnico. El contrato nunca es por un año, sino por tres, como mínimo. Ellos piensan que el DT necesita tiempo para dejar su impronta.
-En Japón estuve tres veces, por un total de siete años. Japón es otro lugar en el que se dirige tranquilamente. Y, como país, es increíble a lo que llegó esa gente; deja chico a todo lo demás, Inglaterra incluida. En Croacia estuve justo después de la guerra que partió a Yugoslavia, en Dinamo Zagreb. Fue muy intenso ver cómo queda un país después de una guerra. En Arabia hay una opulencia tremenda, pero la mujer tiene un plano secundario, o más bien inexistente.
-Allá un extranjero no puede vivir con ellos. Nosotros somos infieles para ellos, y el trato es mínimo. Vas a un restaurante y tiene dos sectores: el normal es para hombres solos; en otro, en el family restaurant, están las mujeres. Yo iba ahí con mi señora. Es cerrado; no se veía al resto ni ellos a uno. Vivíamos en un lugar cerrado, con quince casas, muy lindo, pero todos extranjeros. Rezan cinco veces por día; parábamos la práctica para eso y yo me quedaba mirando. Israel, otro país particular. El miedo a un misil... No llegaban a Jerusalén ni a Tel Aviv, pero mucha gente del club, muchos jugadores, eran soldados. El jefe de prensa, por ejemplo, un chico bárbaro, era paracaidista y tuvo que irse a la guerra. Estaba detrás de las líneas. Era una preocupación permanente. Y en Chivas, en México, un país muy lindo, en el que futbolísticamente fue todo difícil.
-Quiero llegar a lo más alto como técnico. Esa es mi meta. Como jugador llegué a niveles muy altos; cuando empecé en esto pensé que me sería más fácil, que iba a sobrepasar lo que hice como futbolista. Después vi que no era tan así, que hay muchas cosas que influyen en esto. Pero quiero ver hasta dónde puedo llegar. Estuve muy cerca de dirigir la selección japonesa; eso habría sido bárbaro. Me encantaría dirigir en un Mundial. ¿Qué será lo más alto? No lo sé, y tampoco sé si será en la Argentina o en dónde. Pero soy muy ambicioso y quiero llegar lo más alto posible.



