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Ni fútbol, ni fuerza, ni vuelo. Desprovisto de ideas, sumido en la confusión, Huracán empató sin goles ante Deportivo Morón, en Parque de los Patricios. Los silbidos, hirientes, cayeron sobre el equipo 15 minutos antes del final del encuentro.
Falló Huracán, del principio al fin. Buscó la victoria, quiso más que Morón, pero jamás creó una situación de juego asociado y sólo provocó con intentos esporádicos.
Morón, un equipo sin figuras que lucha por no descender, fue ordenado en la última línea y compacto en los metros finales. Le faltó fuerza ofensiva, es cierto, pero se aferró a la igualdad con una tarea digna.
El conjunto dirigido por Babington, en los primeros minutos, insinuó mucho, pero no tuvo inventiva para demostrarlo en la red. Saboredo y Soto, sin ingenio, carecían de potencia para superar a la defensa de Morón. Apenas la velocidad de Casas, muy impreciso, aportó algo diferente en la medianía general.
Godoy estaba perdido en la intrascendencia y sólo se destacaba la garra de Fernando Moner, primero para alejar el peligro en la propia área y luego en la búsqueda ofensiva. Sus compañeros parecían sintonizar otro libreto.
Y Morón, de a poco, al ver que su rival se debatía en sus propias dudas, se hizo dueño de la pelota y del desarrollo, siempre cubierto de mediocridad. Natalicchio se impuso en el medio campo y a partir de sus pies creció el conjunto visitante. Sin demasiado ingenio en los metros finales, su prolijo juego no tuvo fundamento ofensivo. Ni Chiaverano, ni Martínez supieron vulnerar a la defensa de Huracán.
La ansiedad de los hinchas locales, a medida que transcurrían los minutos, se trasladó en presión para Huracán. Si en el comienzo las incógnitas lo gobernaron, superados los primeros minutos de la segunda etapa los nervios fueron su peor imagen. A esa altura, ni aquel remate de Casas que contuvo bien el arquero Arrabal desnivelaba en la tabla de los merecimientos.
Huracán no podía, cubierto de impotencia, y Morón, no quería, conforme con la unidad que obtenía. Ingresaron, entonces, Graieb y Di Carlo, para sumar algo de potencia al ataque. Pero no hubo caso: sin ideas todo era más difícil.
Sin presiones, Morón creció más y su fuerza no decayó hasta el final, ni siquiera con la expulsión de Ruiz. Con un hombre menos, supo sobrevellar la arremetida de Huracán, que en el final sufrió la roja de Casas.
Huracán dio un paso en falso en la ruta por regresar a la primera división. Hizo todo mal y se cubrió de dudas, de cara al futuro. Morón soportó con dignidad e hizo su negocio.
Cuando todo hacía presumir que el partido se encaminaba hacia un inexpresivo empate, un penal en favor de Arsenal, convertido por Palavecino a los 22 minutos de la segunda etapa, le abrió el camino al equipo visitante para una victoria que ninguno de los dos conjuntos había merecido.
Platense nunca encontró el rumbo, y su desesperación le permitió a Arsenal, con dos incisivos contraataques, estirar diferencias con un nueva conquista de Palavecino y otra de Gareca.
En el entretiempo, integrantes de la hinchada local hostilizaron a los jugadores calamares.

