La Dolfina y el adiós del padre del hexacampeón: un tal Milo
Durante muchos años, por decisión del entrenador Gregg Popovich, Manu Ginóbili se transformó en el revulsivo de San Antonio Spurs desde el banco, el "sexto hombre" que saltaba a la cancha a los 5 o 6 minutos de cada partido de la NBA. El hombre que le cambiaba la cara al equipo con su ingreso. El revulsivo de La Dolfina dejó de estar dentro del campo de juego hace tiempo, sin que nadie le sacara el orgullo de haber sido tricampeón de Palermo con Chapaleufú II. Y se va cinco años después de haber asumido como coach con toda la gloria. La historia dirá que La Dolfina es grande por Adolfo Cambiaso , una realidad incontrastable a partir de los 12 títulos del Argentino Abierto que logró desde su creación en el 2000 y de su superlativa actuación en esta final. Pero el mejor La Dolfina de todos los tiempos tiene un nombre grabado a fuego: el de Milo Fernández Araujo.
Milo fue "el Quinto Elemento". El hombre que le cambió la cabeza al grupo. La Dolfina, con esta formación de notables jugadores que desempolvaron el juego clásico que el viejo polero añoraba, había comenzado en 2011. Ya tenía equipo para ganar todo y sin embargo cerró las dos primeras temporadas con poco: 3 de 6 títulos de Triple Corona y una frustración que le atravesaba el alma, esa derrota en la final de Palermo 2012.
Llegó Fernández Araujo y les hizo ver otra realidad. Jugar desde el comienzo de la temporada, sin resignar nada. Tenían poco más de 30 años cada uno, excepto Cambiaso, el mayor del grupo. "Que nos ganen sí, pero que no sea porque nosotros se los regalamos" fue el leit motiv. Tres triples coronas seguidas (2013-2014-2015) y 39 victorias consecutivas hasta la final de Hurlingham 2016. ¡Obscenidad deportiva!
Hay que estar en el día a día y llegarles a cuatro 10 de handicap. ¡Llegarle a Cambiaso! Es como ser coach de Federer o Nadal: ¿cómo se los seduce desde el discurso para llegarles a los monstruos? Fernández Araujo, un tipo bien campechano, sin medias tintas, que de chico amaba el vértigo y soñaba con ser piloto, encontró en su rol de coach la llave para construir una verdadera fortaleza deportiva. No les iba a enseñar a jugar al polo: les enseñó a competir ferozmente y a defender a ultranza lo suyo.
Se fue creando una comunión en el equipo. De asados, charlas en las caballerizas, compañerismo que derivó en amistades, incluyendo a las esposas e hijos. Hubo jugadores que explotaron deportivamente a partir de lo que significó la marca La Dolfina dentro de la cancha, como Pelón Stirling. En tiempos en los que otros conjuntos elegían adoptar el modelo viejo de La Dolfina, de mayor posesión, Cambiaso se adaptó con gusto a la nueva versión: hacer correr la bocha, aprovechar los espacios libres, combinar pases y constante rotación de puestos. Detrás de todo eso también estuvo Milo.
Durante años amagó con que ya era tiempo de "soltarlos". Primero fueron las tres Triples Coronas seguidas. Después el tetracampeonato. El penta. Siempre había un motivo más para que le torcieran el brazo en la reunión de despedida del año. Hasta le dieron la concesión de arrancar más tarde la temporada. Pero 2018 fue diferente: ya estaba más decidido.
"No puedo llegarles más. A veces, inconscientemente, se llega a una zona de confort que no es buena. Siento que necesitan un aire nuevo, alguien que los vuelva a convencer. No es que no hagan lo que hacíamos, sino que soy yo el que siente que este es el momento de salir. También quiero tener más tiempo para mi familia y emprendimientos personales", nos dijo una y otra vez durante el año. "¿Pero te vas en serio?", le preguntamos no menos de cinco veces. "Esta vez sí, campeones o no campeones, me voy", respondió Milo. Nunca dejó una hendija para suponer otra cosa.
Desde que La Dolfina perdió la final de Hurlingham con Ellerstina, lo preocupaba algo concreto: la poca exigencia que tendría el equipo en Palermo. "No nos vamos a poner a punto para la final. Es como que sabemos, sin menospreciar a nadie, que en condiciones normales vamos a llegar a la final". Una preocupación que continuó en los días previos al choque decisivo con Las Monjitas. "No me alivió que haya quedado afuera Ellerstina. Las Monjitas es un gran equipo, de 37 goles y una enorme organización. Y nuestro problema es el mismo. Pero confío en que el equipo aparezca en la final. Como siempre".
Milo se va campeón porque, entre muchas cosas, nunca perdió la humildad. Cuando lo consultamos sobre si creía que el Ruso Heguy, coach de Las Monjitas, sabría como jugarles porque lo conocía perfectamente a él de cuando eran compañeros en Chapa II, se rió y soltó a modo de homenaje: "¿El Ruso? ¿Cómo no va a saber cómo pienso si me inventó él? Si yo fui o soy alguien en el polo se los debo a los Heguy. Yo era uno del montón hasta que me dieron lugar el Ruso, Pepe y Nachi".
"El Quinto Elemento" se baja, no del caballo, sino de los palenques. Puede estar feliz. No solo no perdió ninguna final de Palermo en su gestión, sino que sus muchachos cumplieron con el pedido que les había hecho hace unos meses cuando les dijo: "Chicos, me deben una buena despedida". ¡A lo campeón!
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