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Si me echan, yo hablo." ¿Mito o verdad? Estas cinco palabras nacidas del locuaz Ramón Díaz se han convertido en una de las frases del año. Sin detenerse en el cuándo y cómo el técnico dijo esto, lo real es que, en River, cualquiera puede hablar. Y mucho.
Peleas. Denuncias. Sospechas. Un presente que se puede calificar como turbulento, al menos. Un empresario muy cercano al club, dijo: "En River hay siete presidentes". Anarquía moderna; en realidad, esto es lo de menos...
No es todo. Las ventas de Hernán Crespo (a Parma) y Celso Ayala (a Betis) también dejaron sospechas de diferencias de dinero. Hasta David Pintado duda. Una vez, un hombre de La Nacion le preguntó: "Doctor, ¿usted también cree que aunque al club ingresaron 4 millones, la operación por Crespo se concretó en mucho más?". No hubo respuesta. En relación con esto, vale recordar una frase de Ricardo Grosso, secretario de actas, vertida en febrero último: "Cuando había mortadela, comíamos todos. Cuando llegó el caviar, nos dejaron afuera".
Ante este panorama, el hincha de River empezó a desconfiar de algunos dirigentes. Además de los insultos de los últimos partidos del Clausura, en el partido contra Colón se repartieron unos panfletos firmados por los Borrachos del Tablón. Se preguntaban: "¿Es cierto que un dirigente tiene el 25% del pase de un jugador de mechón rubio?".
Al día siguiente, consultado por varios medios, el vicepresidente Alfredo Davicce respondió: "Yo no tengo nada que ver. Lo desmiento totalmente". Palermo es representado por Mascardi; el empresario odiado por Ramón Díaz y parte de la dirigencia. Hace un tiempo el dirigente Máximo Sabbag gritó tras una reunión de la Comisión Directiva. "¿Pero quién es el presidente? ¿Mascardi?".
Algo similar ocurrió con Javier Saviola, que de un día para otro dejó de ser representado por Berman, pese a que el jugador una vez le dijo que más que "un amigo era un hermano".
Incumplimiento de contrato, argumentó el padre del futbolista, Roberto. Juego de intereses, se podría retrucar. En River se mira con cuatro ojos quién representa a cada jugador. De acuerdo con eso, a veces se procede.
Otra de Grosso: dijo que en el pase de Carlos Netto se quedaron 500.000 dólares en el camino. Ramón Díaz pidió una rectificación urgente. El dirigente lo hizo, aduciendo que "se había comprado mal". El error de Grosso puede entenderse como un acto fallido (a esa cifra le sobra un cero). Dos fuentes aseguraron -off the record- que en ese pase también hubo irregularidades, aunque originadas de otro sector a las mencionadas líneas arriba: "Hubo una cometa en el camino".
1) ¿Será cierto que un dirigente cobra un porcentaje de la prima y los premios del DT?
2) ¿Será cierto que Antonio Caliendo le dio a Ramón Díaz, por pedido expreso suyo, el número de cuenta en el exterior donde habría depositado dinero proveniente de las ventas antes mencionadas? Consultado, Caliendo lo negó rotundamente).
3) ¿Será cierto que un dirigente tiene bajo su control a varios jugadores de las divisiones inferiores?
Entre tantas frases escuchadas en los pasillos del Monumental, hay un comentario vox populi tragicómico: "Menos mal que el estadio no tiene rueditas...".
Recordar que hoy River, tras una de sus mejores décadas deportivas (léase éxitos en la cancha, más recaudaciones, más ingresos por TV, y, sobre todo, entrada por ventas de jugadores) debe más de 30 millones de dólares.



