

Encontrá resultados de fútbol en vivo, los próximos partidos, las tablas de posiciones, y todas las estadísticas de los principales torneos del mundo.
MARSELLA, Francia.- ¿En qué lugar habrá dejado el viento las palabras de Roberto Carlos? ¿Quién se hará cargo de aquello de "en el calor nos vamos a vengar de Noruega"? ¿Otra vez el que ríe último es el que ríe mejor? Brasil volvió a perder con Noruega. Recibió un merecido cachetazo por vivir de la incertidumbre y no saber a qué quiere jugar.
Este Brasil de figuras superofensivas con cotizaciones irracionales cayó ante un equipo que con un solo delantero le alcanzó para dar vuelta la historia. Este Brasil que pretende ser pentacampeón, pero que vive envuelto en peleas y falta de comunicación entre los jugadores y el cuerpo técnico. Este Brasil fue derrotado por 2 a 1, por un grupo de aguerridos vikingos que finalmente pasaron a la segunda rueda de la Copa del Mundo y se dieron el gusto de reflotar el Maracanazo en Marsella: porque fue la primera vez, desde la final con Uruguay, en 1950, que Brasil perdió un encuentro por un Mundial tras estar en ventaja. Los campeones mundiales, además, no caían en una Copa del Mundo desde que la Argentina los venció en Italia ´90.
Tan mal venía jugando que en cualquier momento podía venir el cachetazo. Y se dio. En ocho minutos, el que era el peor partido del Mundial pasó a ser, en los últimos diez, el más vibrante de todos. La desidia de Brasil fue el caldo de cultivo en el que se elaboró la victoria de los noruegos.
Para entender rápidamente este nuevo éxito de Noruega sobre Brasil (el anterior fue hace poco más de un año por 4 a 2) hay que instalarse a 8 minutos del final: el tetracampeón venía jugando mal pero ganaba por 1 a 0; Noruega estaba afuera del Mundial y hacía muy poco por seguir en carrera; en Saint-Etienne, Marruecos le ganaba a Escocia por 3 a 0 y quedaba en el segundo lugar del Grupo A.
Sólo, como en toda la tarde, Tore Flo buscó su oportunidad cuando vio partir el pelotazo. Desde la platea, era pelota de Junior Baiano; en la cancha, fue para el noruego, que esquivó al defensor y definió ante Taffarel.
El empate era justo. Después vino el confuso penal -más bien una avivada de Tore Flo, que foul de Junior Baiano-, el gol del triunfo, el festejo de los noruegos y la tristeza nao tem fin. Noruega, con muy poco, desnudó al mayor candidato. Con un simple cerrojo defensivo bastó para anular la imaginación brasileña.
Increíblemente, los reyes del toque y de la circulación fueron unos principiantes en esta materia. Fueron once individualidades con escasa conexión. Los gritos de papá Dunga, ése que los lleva a la cancha de la mano, no alcanzaron. Cada uno hizo lo que pudo. O lo que quiso.
Ronaldo no apareció -el Mundial todavía lo está esperando-, Roberto Carlos y Cafú subieron poco y nada, mientras que Rivaldo y Denilson nunca asumieron sus funciones como conductores futbolísticos del equipo. Encima, Junior Baiano se dio el gusto de dictar clase de cómo no debe jugar un marcador central. Una comida servida en bandeja para el primero que se animara a tomarla.
Entonces, Noruega, con más temores que ambiciones, tuvo unos minutos de atrevimiento y se sirvió el plato: otra vez se devoraba a Brasil. La primera vez fue en Oslo y se buscaron excusas en el frío. Esta vez, los brasileños, con Roberto Carlos a la cabeza, buscaban venganza en la alta temperatura de Marsella. Y el calor terminó siendo sólo un testigo del cachetazo. Un golpe que no puso en riesgo la continuidad de Brasil, pero que sí fue un toque de atención: si sigue jugando de esta manera, el tetracampeón puede ser accesible para cualquiera.


