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VALENCIA, España.- Un par de de miles de dólares devolvió rapidito Ariel Ortega. En algún enganche tiró las primeras chirolas para este Valencia que invirtió 12.000.000 para convertir al jujeño en su nuevo semidiós. Calzó bien en el papel de salvador. Sin mostrarse mucho, cierto. Pero con dos goles que, sin importar cómo llegaron, fueron determinantes para un triunfo por 4 a 2 ante el Sevilla, que sólo demostró el porqué de la huida de Bilardo.
El romance con los hinchas nació seguro. Por más que la primera pelota, al minuto de juego, encontrase el lateral antes que a un compañero. Sin embargo, el escaso aporte del N° 25 dejó de preocupar a los 45 minutos del primer tiempo. Remate de Gálvez, rebote en el arquero Unzué y Ortega que se anotó en las estadísticas del fútbol español. Saltó a lo Diego y esperó por brazos amigos que ayuden a su festejo. Los encontró en Gálvez, que después de ignorarlo quince minutos fue su compadre en la tarde del debut. Supo, entonces, que no estaría solo.
Podrá no haber mostrado todo. Su envolvente gambeta por ahora quedó en la aduana. Aunque su fama lo acompañó y le dio un compañero con camiseta de diferente color. El disciplinado y torpe Velasco tuvo como única misión probar la resistencia de los talones argentinos. Como para que se acostumbre al roce español. Quizá deban tomarle ellos la mano, porque las amarillas no tardaron en aparecer después de esas piruetas que agrandan las faltas.
A la derecha se encontró con Velasco, chocó con él por el centro y lo siguió por la izquierda. Si no lo ayudan, Ortega caerá seguramente en la trampa de patadas que le preparan. Su lucha -y la del movedizo y rústico Gálvez- está muy lejos de la línea de volantes propias. Pareció encerrado en un sálvese quien pueda, mientras su equipo se hundía en el desastre que proponía el arquero Zubizarreta.
El ex -muy ex- guardavalla internacional hizo lo imposible para la derrota de Valencia. Pero lo salvó -¿o no?- Orteguita , en la única pelota que recibió con un metro de ventaja. Amague y penal de Velasco. Noventa y cinco minutos. Tomó la responsabilidad. Después de todo, por algo lo compraron tan caro. Toque suave. Segundo grito. Locura y amor declarado el primer día de noviazgo en las tribunas del Mestalla.
"¡Qué barbaridad este chaval! Hizo dos goles sin jugar bien. Cómo vamos a gritar cuando se entone", dijo con voz ronca un viejo hincha. "Mira vos -agregó con un inusual tuteo cómplice-, también Mario Kempes debutó con dos goles en el ´76".
Se enamoraron enseguida. Eso que todavía les falta ver todo el repertorio de fantasía del hombre al que le pedirán mucho. Ortega empezó a devolver los dólares empeñados en sus habilidosas piernas. "No esperaba una presentación tan buena. Ojalá me convierta en ídolo aquí", fue la despedida del jujeño. La aprobación de las tribunas indica que va por ese camino reservado para unos pocos mortales.

