Pepe Heguy, el cerebro de La Natividad: secretos de un campeón que nació para ser coach y la comparación con Chapaleufú
Desde sus tiempos de jugador mostró sus aptitudes estratégicas. Cómo llevó a los Castagnola a ganar el Abierto de Palermo, cuánto puede mejorar el equipo y cómo será el 2022
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Siempre fue Pepe Heguy. Quizá para diferenciarlo sin demasiado preámbulo de su padre, una de las leyendas de la familia y con el mismo nombre: Alberto. Pepe tenía 19 cuando saltó a la cancha 1 a jugar su primer Abierto de Palermo. Ese 1986 era raro: tenía doble cita del Argentino Abierto de polo. A fines de abril/principios de mayo y la tradicional en noviembre. El primero, en rigor, era el torneo de 1985, que había sido interrumpido por un brote de epizootia equina. Se completó con buena voluntad en el otoño siguiente. Los hijos de Horacio Antonio Heguy (Gonzalo, Horacito), con Indios Chapaleufú, ya iban por el tercer Abierto, y se sumaba Marcos. Alberto Pedro, que había sido parte del proyecto original familiar, abría su “nueva sucursal”: Indios Chapaleufú II. Con dos de sus hijos y el experimentado Daniel González. El Ruso, Eduardo, y Pepe, Alberto, tenían menos marketing por entonces, pero no les impidió acceder a su primera final. Nada menos que contra La Espadaña, el campeón. Que repitió esa tarde su conquista. Sufriendo hasta la última campana.
“¿Viste lo que es ese chico? Tiene una calculadora en la cabeza. No puede tener tan claro todo. No puede. Un tipo con esa inteligencia, te digo ya, va a ver el polo mejor que ninguno. Si algún día existen los entrenadores en el polo, como los hay en otros deportes, Pepe va a ser uno muy bueno. Ni lo dudes”. La premonición, sin saberlo, fue del recordado Marcos Uranga, por entonces presidente de la Asociación Argentina de Polo. Estaba maravillado con las características polísticas de ese número 1 desgastante para los rivales, táctico como ninguno y de los que hace lucirse al resto. El abanderado de cualquier formación a la hora de ponerse al servicio del equipo.
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Marcos tampoco imaginaba que Pepe, años más tarde, le iba a dar nietos: formó una familia con Paula Uranga, su hija. Y deportivamente hablando, se transformó en uno de los mejores delanteros, además de ser cuádruple campeón del Argentino Abierto y 10 de handicap. Había en esa etapa N° 1 de excelencia, como Bautista Heguy (su primo), el mexicano Carlos Gracida, Benjamín Araya, y más tarde, Adolfo Cambiaso y Facundo Pieres. Pero Pepe Heguy siempre estaba en la conversación y tenía un buen lugar entre los goleadores, a pesar de que no ejecutaba penales y otorgaba un handicap importante.
En los tiempos en los que empezaron a aparecer los coaches en el polo, se sabía que Pepe sería número puesto. En la Argentina, en el exterior. Acaba de tener el premio mayor: ser el técnico de La Natividad, el flamante campeón de Palermo. Conduciendo el equipo integrado por Camilo Castagnola (Jeta), Polito Pieres, Bartolomé Castagnola (h.) (Barto) y el sudafricano Ignatius Du Plessis.
Con el honor más alto en 2021 para un viejo campeón que repartió entrenadores entre los mejores conjuntos. De aquel Chapa II no sólo brotó Pepe: también Milo Fernández Araujo (La Dolfina), por lejos el más exitoso, Eduardo Heguy (RS Murus Sanctus) y Nachi Heguy (La Ensenada). Los cuatro tuvieron chances de llegar a la final más preciada. La gloria fue de Pepe, que a los 54 años, no ve casual lo que sucedió con los ex Chapa II...
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–¡Qué técnicos dio Chapa II!
–Es que Chapaleufú II era precisamente eso: cabeza. Jugábamos distinto todos los partidos. Había que pensar cada compromiso. Nos tocó una época impresionante. La época buena de Chapa I, de La Espadaña, de Ellerstina, de La Dolfina. Había equipos y organizaciones que eran superiores en juego. Entonces, nos fuimos haciendo cada uno coach dentro de la cancha. Fuimos aprendiendo cómo plantear los partidos contra esos equipazos. Yo me las tenía que ingeniar, ver cómo enfrentar a unos número 4 que tenían mucha potencia, buscarle la vuelta, pensar cómo desmarcarme. Pensá que tenía condiciones físicas inferiores, menos taqueo, respecto de los rivales. Así fui aprendiendo a estudiar las flaquezas de los otros equipos, a individualizar las fortalezas propias. Ese aprendizaje nos quedó para siempre. Nada es casual.
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–La Natividad, después de un 2020 a los tumbos, explotó a mitad de temporada y ganó Hurlingham y Palermo, sumó tres nuevos 10 de handicap. Nadie lo esperaba, al menos tan rápido.
–Sí, fue como que se ganaron dos o tres añitos a lo que todos creíamos que iba a pasar. Faltaban organización, puestos, caballos. Polito Pieres y Jeta Castagnola no son dos tipos para jugar juntos, son dos número 1. Pero se acomodaron. Parecía que les iba a faltar, que no estaban todavía para ganar el Abierto, y terminaron agrandándose. Fue raro lo que pasó, se les dio todo junto contra equipos que padecieron lesiones, falta de funcionamiento. Ninguno llegó bien bien a esos partidos, y La Natividad llegó muy bien. Son puertas que a veces se abren. Aprovecharon la oportunidad en un año de recambio.
–¿Qué fue lo que más te sorprendió de los chicos y sobre qué trabajaste puntualmente?
–Estos chicos ya te sorprenden poco. Lo más impresionante fue cómo se adapta el Jeta a cualquier cosa. Porque después de los dos primeros partidos le tuve que pedir que jugara de 2 y que Polito vaya de 1, porque a Polito de 2 el circular no le sale tan natural y de 1 es un animal. Y Jeta jugó toda la temporada de 2, más allá de que la remera, el número, diga otra cosa. Pensá que el tipo jugó toda su vida, acá y afuera, como 1 y se adaptó de 2, que es el puesto más dificil, y sin tantos caballos, porque todavía no está tan tan montado. Al final consiguieron muchos caballos y mejoraron, pero lo que más me impresionó fue la capacidad del Jeta de reinventarse, pasar a ser el 2 y seguir siendo el goleador del Abierto. Y Barto, tiene una fuerza impresionante. Había empezado la temporada más o menos, pero se fue agrandando y la terminó cada vez mejor. A los chicos los ves jugar y son distintos. Ya no te sorprende nada de ellos.
–¿Metiste mucha energía en ese cambio o salió natural?
–Al principio no fue tan fácil acomodar a los dos 1. Además, Polito es un 1 atípico, una bestia ahí adelante, pero que también le gusta tirarse atrás. Los dos del fondo (Barto Castagnola y Nachi Du Plessis) fueron fáciles, son bastante clásicos. Con los dos de adelante hubo que trabajar bastante para encontrarle la vuelta a que apretaran, que no se vayan los dos para atrás, que hubiera siempre uno de punta. Polito se hizo un jugador sacrificado, de mucho trabajo, y a veces está por todos lados y se olvida de ir de 1. Hubo que buscarle la vuelta para que se turnaran el 1 y el 2. Por momentos nadie apretaba, dejaban jugar tranquilo al back contrario.
En cuanto a los dos de atrás, al principio Barto estaba medio toquetón de bocha y enredado. Después se puso más clásico, se convenció de que había que pegarle, de que era lo mejor para el equipo. Cuando entra a atacar, tiene una fuerza impresionante. Y Nachi Du Plessis, empezó sin caballos. Entonces estaba como con miedo de que lo pasaran y se quedaba bien atrás, pero muy lejos de la jugada. Fue clave convencerlo de que tenía que jugar metido adentro, que no se preocupara tanto por defender, porque lo agarraban a contramano, muy lejos. Las dos finales las jugó luchando en el medio campo. Tiene una personalidad y una garra impresionantes. Lo convencimos de que el back, en un equipo como éstos, no es estacional, de estar allá atrás, sino que depende de la jugada que le quede.
–Por momentos dependieron mucho de Camilo...
–Sí, fueron mejorando día a día. A principios de año nos bancó mucho el Jeta, se bancó varios partidos casi solo, los ganó con un nivel tremendo. Después levantaron los otros y en la final de Palermo con La Dolfina, los mejores fueron Du Plessis y Barto.
Un momento determinante
Como en toda campaña, hay momentos bisagra. Lo tuvo La Natividad y también Pepe Heguy como entrenador. Ya habían sufrido el golpazo en el debut frente a Chapaleufú y no se podían permitir otro tropiezo porque significaba directamente la eliminación. El segundo compromiso era nada menos que contra La Dolfina Brava. El primer partido en Palermo de los Castagnola contra su primo Poroto Cambiaso. Un partido que fue duro, con clima de final, parejo hasta el sexto chukker, gol a gol, arduamente disputado. Recién se abrió en ese segmento final del encuentro, para la victoria 18-13 de La Natividad.
Pero no sólo el partido fue duro por su desarrollo. También por un imprevisto. Fue una jornada muy calurosa. Hubo varias durante el torneo. A Barto lo afectó especialmente. Estaba como mareado antes del partido. Dudoso hasta para entrar. Pero como era un cotejo decisivo, hizo lo que pedía la lógica: subirse al caballo y probar. No la pasó bien. Se lo notaba perdido. En cada descanso era ir al fondo del box a hidratarse y recibir asistencia. Se empezó a preparar el suplente, Tommy Beresford. En algún final de chukker, hasta se barajó la posibilidad de realizar un cambio temporario, sobre todo después del tercero, así después agarraba el descanso largo. El argumento era que esos 12-13 minutos podían permitir su reacción.
Pero el partido no estaba para dar ventajas y menos para meter a un suplente con semejante presión. “Vos no te bajás. Seguí. Ya va a pasar”, le dijo Pepe a Barto. También se lo dijo a Lolo: “Ahora no se baja. Sigue”. Barto siguió, empezó a sentirse un poco mejor en la segunda mitad y aportó lo suyo para la complicada victoria del equipo. Fue un momento crucial en el torneo. Y se vio el carácter de Pepe como conductor desde afuera. Quizá en otro contexto, Lolo, al tratarse de su hijo, hubiese aceptado que Barto saliera del juego por una cuestión protectora, una reacción del momento. El rol del coach, en ese momento, fue determinante.
Aunque no el único: en la final también hubo pasajes importantísimos...
–¿Le tenías algún temor a la reacción de ellos en la final o no? En cuanto a la parte mental digo.
–No le tenía temor al hecho de jugar finales, tienen mucha personalidad. Pero igual si me preguntás, creo que todavía les falta aprender a cerrar los partidos. La semifinal entraron ganando por 6 y se les pusieron a dos, les metieron tres o cuatro goles seguidos. Y la final lo mismo: se les pusieron a uno. Lo que pasa es que tienen una garra increíble y ellos saben que siempre van a meter goles.
–Desde que aparecieron en 2019, a los Castagnola se los empezó a comparar con Chapaleufú, con tus primos, por lo que habían provocado en la gente, el carisma que tenían y que son muy jóvenes. ¿Vos les ves similitudes desde ese lado y también desde lo polístico, en cuanto al estilo?
–No. A ver, lo único que tienen en común es el cariño que reciben de la gente, las reacciones, las muestras de apoyo que provocan. En esa parte sí son parecidos a Chapaleufú. Ya cuando jugaban en la cancha 2 la gente los seguía y los ovacionaba, y este año en la final pasó lo mismo. En eso sí es como Chapa I. En sistemas de juego, ¡nada que ver, no se parecen en nada! Chapaleufú era un equipo sin la potencia de estos jugadores. Lo que pasa es que jugaban a otro ritmo, era un polo a una velocidad impresionante, totalmente distinto a lo que hacen estos chicos. Estos le pegan 200 yardas a la pelota cuando quieren. Tienen otra fuerza, otro taqueo. En eso los veo totalmente distintos.
–Bueno, ya son campeones, se reforzó La Dolfina con Juanma Nero, Ellerstina sigue igual. ¿El año que viene va a ser más difícil?
–Yo me voy de vacaciones (risas). No sé qué haré el año que viene. Ya me hicieron trabajar demasiado... El 2022 va a ser mucho más dificil. Siempre es más complejo mantenerte que llegar. La Natividad ya no va a ser la sorpresa. Todos los equipos te van a encarar sabiendo que sos el campeón. Sí probablemente van a tener la ventaja de que, al ser campeones, les tocará una zona más accesible, no tenés que jugar contra el 2° y 3° equipos, que van a ser fuertísimos. Llegar llegás, mantenerte cuando todos te quieren ganar, es más dificil.
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