El CASI logró torcer el destino

Los brazos arriba y el abrazo del final fueron el fiel reflejo del desahogo que vivió Atlético de San Isidro: en la gélida tarde de ayer volvió a sonreír tras ganarle por un ajustado 39-34 a Regatas, cortó la serie de tres derrotas consecutivas y ahora sueña con estar nuevamente en las finales.

Sin Ignacio Almela, lesionado, el CASI tuvo sustento en la virtuosa patada de Lucas Panichelli, que condujo a un equipo necesitado y alicaído; excepto por la ausencia del 10, son los mismos jugadores que el año pasado formaron un equipo casi invencible: su eterno gladiador y capitán, Juan Campero, una primera línea que sale de memoria y los siempre rendidores Muslera, Corbacho e Ymaz. Aun con un pack de lujo, el Atlético padeció y fue superado en el scrum, una formación que Regatas maneja a la perfección.

Los de Bella Vista volvieron a padecer algunos errores no forzados y allí estuvo la clave por la cual se fueron derrotados de la Catedral. Todo lo bueno que produce el cuadro del oeste, con jugadores de jerarquía y juego asociado, se derrumba en infracciones evitables y algunas fallas en el manejo, tal vez por ansiedad.

El CASI sabía que el terceto de caídas le había quitado el margen y jugó el partido con personalidad: deberá mejorar para volver al nivel que lo elevó a candidato cuando empezó la temporada. Regatas comenzó firme y llegó al try por intermedio de Vallega; doce minutos tardó el local en devolverle gentilezas tras un par de fases y la llegada al ingoal de Ymaz. Cada penal fue cambiado por puntos, ya fuera De la Torre o Panichelli, hasta que tras una enorme acción de Nicolás Pandelo apareció Bruno Devoto y rompió la paridad.

Los de San Isidro salieron con todo a sacar ventajas: Pérez Güimil encontró el hueco y pareció que el local se iba a afirmar; lejos de resignarse, Mariano Lecot rompió la línea de ventaja, dejó dos hombres en el camino y Malcom Spencer redujo la diferencia. Llegaron más tries, de uno y otro lado, en un partido que no dio respiro. Allí surgió la experiencia del CASI para batallar con sus forwards, armando y sosteniendo el último maul, el que forzó un penal que llenó de oxígeno a un equipo que sufría.