Crack del Gales multicampeón de los años setentas y cirujano, no se dedicó al deporte blanco porque su padre le habría retirado la palabra
Hace 15 días, a los 74 años, murió John Peter Rhys Williams, estrella del rugby británico de los años setentas y leyenda de todos los tiempos. Uno de los mejores fullbacks de la historia, símbolo de una época romántica, con galeses, como él, de doble vida: simples oficinistas, servidores públicos, cuentapropistas o mineros de lunes a viernes, y superhéroes de botines negros los fines de semana. Paladines de pelo largo y patillas amplias. Espigados guerreros, fuertes, rápidos, valientes, alejados de los físicos robóticos de la actualidad. Protagonistas de un rugby violento. Y a pesar de todo, soñadores de espíritu amateur que dejaban la piel por dominar aquella pelota marrón en canchas muchas veces barrosas.
Sus iniciales lo identificaban. Bastaba decir “JPR” para que se supiera de quién se hablaba. Un talentoso deportista nacido en el condado de Bridgend, Gales, el 2 de marzo de 1949. Apasionado por el rugby y el tenis, deportes que llenaban sus horas libres de la adolescencia. Y es posible que exhibiera mayor virtuosismo con una raqueta que pateando una pelota ovalada. “En el tenis era bueno, bueno”, aseguraban quienes lo veían. Bueno en el nivel nacional, ámbito en el cual compitió exitosamente, alcanzando el éxito en un importante torneo junior en 1966 en el mítico All England Lawn Tennis and Croquet Club, la sede del certamen de Wimbledon.
Más adelante, en 1968, JPR cambió la raqueta de madera por la pelota ovalada de cuero y también mostró extraordinarias condiciones. Su carrera estuvo jalonada por triunfos y hazañas. Williams inició en 1967 su campaña en clubes, en Bridgend Ravens, y la finalizó en 1986 defendiendo los colores del mismo equipo. En 1969 y con apenas 19 años debutó en el conjunto nacional, el de los Dragones Rojos, y a los 20 fue el capitán. Entre 1969 y 1977 Williams vistió la camiseta de Barbarians, un seleccionado exclusivo para elegidos, y en el ’74, al cabo de una gira de British and Irish Lions, se quedó unos meses en Durban, Sudáfrica, para jugar en Natal Sharks. Sobresalió en Lions durante la década de los setentas, acompañado por grandes figuras, como Phil Bennett y Gareth Edwards.
Representó a Gales en 75 test matches. Ganó seis veces el viejo Cinco Naciones (el anterior a la incorporación de Italia) en 1969, 1971, 1975, 1976, 1978 y 1979. En las temporadas ’71, ‘76 y ‘78 lo hizo con Grand Slam, es decir, ganando todos los partidos. Dejó el rugby internacional en 1981 y luego del retiro siguió despuntando el vicio en equipos juveniles –lo invitaban– y de veteranos, hasta 2003. El mítico back se capacitó como médico en el Imperial College London y en las instalaciones del Hospital de St. Mary’s en 1973, y llegó a ser un reputado cirujano ortopédico. Una vez jubilado se concentró en su condición de cirujano, y durante el tiempo libre actuó como miembro del coro Bridgend Tabernacle.
John Peter Rhys disfrutaba de la cerveza y de la música clásica tanto como del rugby, deporte a cuya práctica terminó inclinándose debido a su carácter amateur, no profesional, como sí la tenía el tenis. Esa condición le daba la posibilidad de seguir la carrera de medicina mientras embolsaba pelotas altas, iniciaba contraataques y hacía tries. Para muchos, Williams ha sido uno de los mejores jugadores de la historia, y no sólo en su posición. Su manera de entender el rol del fullback hizo que revolucionara el puesto. Le cambió la concepción, los fundamentos. Rompió varias convenciones e impuso su estilo, dándole a la función una impronta más ofensiva.
Desde 2014 JPR integra el Salón de la Fama de World Rugby. Y pasó sus últimos años ejerciendo la presidencia del club Bridgend Ravens, hasta que se le apagó el corazón. Williams murió pacíficamente el 8 de enero en el Hospital Universitario de Gales, de Cardiff, rodeado por su mujer, Scilla, y sus cuatro hijos, después de luchar con bravura contra una meningitis bacteriana.
Pudo ser un gran tenista... profesional
JPR formó parte de uno de los mejores seleccionados de la historia del rugby, el Gales de los setentas. Sin embargo, sus virtudes para empuñar una raqueta y golpear una pelotita bien pudieron cambiar radicalmente su historia, y en ese caso, en lugar de sentarse en torno a la mesa de los próceres del rugby, Williams tal vez habría ocupado una de las sillas del salón de los grandes del tenis. Ese suerte de Wimbledon de chicos británicos con participación extranjera que conquistó mostró su gran potencial. John Peter tenía cualidades técnicas, fortaleza mental y despliegue físico como para imaginar, sin exageraciones, que habría liderado rankings y se habría ganado holgadamente la vida golpeando pelotitas de drive y de revés.
Desde niño lo cautivaron los deportes. Era un chico despierto e inteligente, respaldado por una familia unida y muy comprometida en su formación, tanto intelectual como deportiva. Entre el tenis y su pasión por el rugby pasaba las horas de esparcimiento a los 19 años; al resto del tiempo lo dedicaba a los estudios. Tenía un objetivo claro: ser médico. En 1968 se planteó el gran dilema y debía tomar una decisión, quizás la más relevante de su vida: ¿ser doctor, como lo anhelaba, y jugar al rugby de forma amateur (recién en los noventas llegó el profesionalismo), o dedicarse exclusivamente al tenis, un deporte en vías de desarrollo y de práctica ya rentada? Él tenía una idea, pero en la decisión pesó la postura de su papá. Así lo contó JPR oportunamente: “Mi padre se opuso firmemente a que hiciera deporte de modo profesional. Me dijo que si jugaba por dinero dejaría de hablarme, por lo tanto, no tuve alternativa. Abandoné el tenis. Fue difícil, me costó dejarlo, y tomé la decisión de ir a la universidad y jugar al rugby”.
El certamen ganado en 1966 no fue un Wimbledon de juniors, como algunos creyeron o trascendió. En aquel tiempo, el campeonato juvenil que reunía a los mejores exponentes de Gran Bretaña no era oficial, por más que se desarrollara en el All England. “Me pasaba todos los veranos jugando al tenis, era prácticamente lo único que hacía durante esos días, y me sorprendía bastante ver que era capaz de ganarle a mucha gente cuando empecé a competir por todo Reino Unido”, comentó Williams. En ese certamen venció, entre otros, a los estadounidenses Sandy Mayer (número 7 del mundo en 1982) y Dick Stockton (octavo en 1977).
A pocos días de tomar la determinación de dejar el tenis, el adolescente Williams se trasladó a Bournemouth, condado inglés de Dorset, para afrontar la etapa previa del primer torneo oficial de la Era Abierta, que irrumpía en el tenis unificando competencias bajo el paraguas de la práctica remunerada. Algunos historiadores del tenis apuntan que el primer encuentro de la nueva era fue protagonizado por el australiano especialista en dobles Owen Davidson y el inglés, criado en Escocia, John Clifton, pero en las ruedas preclasificatorias intervinieron otros jugadores, entre los que se hallaba el que a la postre sería una referencia del rugby.
Williams recordó ese momento crucial, en el que ganó su enfrentamiento preliminar, se quedó con las 20 libras de premio y se clasificó para la primera etapa: “No creo que ninguno de los que jugamos aquella rueda previa fuéramos conscientes de que éramos pioneros y de que estábamos cambiando por completo el mundo del tenis. Me decepcionó mucho perder en la vuelta inicial contra Bob Howe [de Australia], que era gran jugador de dobles pero tenía 42 años. En cuanto terminó el partido subí al auto con mi padre e hice un viaje de dos horas hasta mi pueblo, a donde llegué justo a tiempo para jugar un match de rugby”.
En una entrevista con el diario británico The Guardian, John Peter evocó aquella decisión y pronunció palabras reveladoras: “Acabé decantándome por el rugby debido a la influencia de mi padre y porque el rugby era un deporte mucho más popular que el tenis en Gales, aunque si pudiera elegir de nuevo, no tendría dudas: escogería el tenis”. Sorprende que un hombre que construyó semejante trayectoria en el rugby se haya expresado de ese modo. El fenomenal fullback amplió: “Lo habría hecho porque se gana mucho más dinero en el tenis y no es tan peligroso como el rugby para la integridad física”.
Patillas prominentes, medias bajas
El hombre de las prominentes patillas tuvo genes de fullback. Es indudable. Facilidad para estar siempre bien ubicado, velocidad, habilidad, seguridad en los tiros altos... Incluso ciertas acciones del tenis lo ayudaron a mejorar su técnica de capturar pelotas aéreas, tan comunes entre las tareas de los números 15. “Siempre me sentí cómodo recibiendo pelotas que caían del cielo. Creo que el tenis me dio una gran coordinación en ese movimiento”, reconoció quien se caracterizaba por tener permanentemente las medias bajas, a la usanza de los cracks del fútbol de los sesentas y los setentas.
Tries de JPR Williams contra Inglaterra en 1976
JPR cumplió notables desempeños en las famosas giras de Lions del ’71 por Nueva Zelanda y el ’74 por Sudáfrica. En la segunda, los británicos, vencedores en 21 de los 22 compromisos, respondieron a la violencia del juego de los locales provocando una gresca general en la que cada cual tenía un adversario designado. El de Williams era Moaner Van Heerden.
La maniobra recibió el nombre de “call 99″. Una represalia instantánea a la que recurría el equipo completo si un jugador devolvía un golpe a un Springbok. El escaso control de los árbitros y la falta de la asistencia de video propiciaban los desbandes y los combates cuerpo a cuerpo. “En uno de aquellos partidos, al estallar la pelea, JPR corrió cerca de cincuenta metros para golpear a un Springbok. Quizás él haya sido el tipo más competitivo que he conocido”, evocó su fenomenal coterráneo Jonathan Davis, muy compungido al enterarse de su muerte. “Si uno quería a alguien detrás en el equipo, formando como fullback, nadie mejor que él. Era un fantástico jugador de rugby, de un carácter increíble”, añadió.
Debutó ganando con la camiseta colorada y las tres plumas sobre el corazón en el Cinco Naciones de 1969. Los Dragones Rojos vencieron por 17-3 a Escocia en Murrayfield. Todos esos duelos resultaban ásperos. Había demasiada rivalidad. Pero contra ningún otro seleccionado la hostilidad era tan fuerte como cuando del otro lado del campo estaba Inglaterra, a quien los enemigos parecen sobrarles. Y Gales, junto a Escocia, figura en primera fila. La tradición oral cuenta que una vez un jugador inglés dijo admirando el espíritu de los Dragones: “Los ingleses jugamos al rugby porque lo inventamos; los escoceses y los irlandeses, por su animadversión a todo lo inglés y así aspirar a derrotarnos, y los galeses lo hacen porque parecen haber nacido para ello”.
La profunda enemistad se refleja claramente en la arenga que, como capitán, pronunció Phil Bennet, otra gloria de los rojos, en los momentos previos a un enfrentamiento con la Rosa: “Miren lo que han hecho con Gales estos bastardos. Se han llevado nuestro carbón, nos quitaron el agua, nos arrebataron el acero, compran nuestras casas y luego viven en ellas apenas 15 días por año... ¿Y qué nos han dado a cambio? Nada. Absolutamente nada. Hemos sido explotados, violados, sometidos y castigados... Todo eso hicieron los ingleses... Y contra esos tipos vamos a jugar esta tarde”.
Parte del “mejor try de la historia”
Entre 1969 y 1979 Gales jugó un rugby fantástico. Ganaba y gustaba de la mano de monstruos, como el propio JPR, Gareth Edwards y Bennet. Uno de los pasajes cúlmines del rugby hecho arte sucedió el 23 de enero de 1973, cuando esos cracks, vistiendo la camiseta negra y blanca a rayas horizontales de Barbarians, recibieron a los All Blacks en Cardiff. Un partidazo ganado por el combinado británico (23-11) en el cual se anotó el “mejor try de la historia”. Y JPR Williams estuvo involucrado. La secuencia, de pase tras pase, duró unos veinticinco segundos, desde el instante en que Bennet recogió un kick largo en su sector de 25 yardas y combinó con Williams hasta que Edwards se filtró junto al touch y aterrizó en el in-goal.
Un modelo por seguir
Terence Cobner fue compañero de JPR en el seleccionado nacional y en British Lions. Actualmente presidente de Unión Galesa de Rugby (WRU), se refirió a la pérdida del notable 15: “El mundo del rugby ha perdido a uno de sus mejores jugadores de todos los tiempos. Un hombre que revolucionó el puesto de fullback”, expresó con tristeza.
Williams asiste médicamente a su compañero Cobner
Jamie Roberts es una referencia de los últimos años del rugby galés, con incursiones en Stormers y en Waratahs. A los 37 años, el ex inside internacional, de prolífica carrera, opinó sobre JPR: “Era un ícono para Gales, Lions y Barbarians... Una inspiración y un modelo por seguir”. John Taylor, otro exponente de la década dorada de Gales, actual comentarista, lo definió de manera simple: “Fue increíble. La gente lo recuerda como a un gran jugador y lo conoce como a un hombre muy valiente y duro”. Celebridades como el neozelandés Sean Fitzpatrick y el escocés Ian McGeechan no dudaron de calificarlo como “el mejor back de todos los tiempos”.
JPR se ganó la admiración, el respeto y el reconocimiento de sus compañeros y de los adversarios. Generaciones enteras de tres cuartos querían ser como él. Lo emulaban. Se identificaban con sus destrezas, con su estilo audaz, ofensivo. Williams sobresalía por su talento. Por su bravura. Por su excéntrica pinta. El pelo largo, las patillas gruesas y las medias bajas. Un crack de ayer... Una leyenda para siempre.
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