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Me preguntan por qué corro ultradistancia. ¿Qué es lo que me llama empujar al cuerpo a esos extremos? Los que menos lo entienden, y hasta me miran con cierta desaprobación, son quienes no corren, no van a la montaña, y me ven durante los días posteriores a la carrera con las muñecas, manos, panza y las piernas hinchadas. Cara inflada y pies deformados. Muecas de dolor ante todos los movimientos. Puedo entender que no lo entiendan.
Correr ultratrail es duro. No sólo nos enfrentamos a la distancia, el desnivel y la técnica de la carrera, sino que también nos enfrentamos al reloj, porque hay cortes horarios rígidos. No es lo mismo participar de La Misión (160k, 8000 metros de desnivel positivo, autoabastecimiento y 76 horas para completarla) que del Endurance Challenge de Chile (160k, 9100 metros de desnivel positivo, puestos de abastecimiento cada 7-13 kilómetros y sólo 40horas para completarla). Los números hablan por sí mismos.
Por eso es tan importante que The North Face incorpore los 160k a su raid de carreras, y en esta parte de América del Sur. Por primera vez en estas latitudes tenemos al alcance de la mano 100 millas.
A las 5.30 de la mañana del viernes 16 de octubre, estábamos los 37 corredores listos para comenzar. Así es. ¡Sólo 37! Nos mirábamos con emoción y comentábamos que estaríamos solos prácticamente toda la carrera. ¿Daba miedo? Algo. Pero lo más importante es que todos estábamos segu- Como la vida misma ros de por qué nos encontrábamos ahí. Gustavo Reyes, Manuela Vilaseca (ganadora con 26h10m), Marlene Flores (escolta con 26h28m), Juan Carlos Sagastume (ganador en 22h49m) y la lista continúa, todos nombres importantes del trail run, y todos allí.
Apenas 100 metros de calle hacia abajo para introducirnos en un verdadero trail. Enseguida se hizo de día y como las subidas seguían, decidí sacar mis bastones para cuidar las piernas. Le pregunté a Reyes cuándo empezar a usarlos. Después del kilómetro 40 fue su respuesta. Pero claro, no soy Gustavo Reyes.
La llegada al primer puesto de control (PC) fue una fiesta: todos los organizadores estaban alentándonos por nuestros nombres. Un poco de agua, otro tanto de maní con pasas, un poco de protección solar porque el sol ya se hacía sentir y a continuar. La carrera se presentaba difícil. Las subidas y bajadas no daban tregua.
Desde el km 40, el camino empezó a hacerse más denso. Notaba que algunos kilómetros pasaban muy lentamente (18, 19, 20, 15 minutos en las subidas más técnicas y empinadas). Además, en carreras largas, es inevitable que, en algún momento, la cabeza nos juegue una mala pasada y entonces todo se vuelva peor.
Un leve dolor en rodilla derecha, que me había molestado las últimas semanas, de pronto me iba a sacar la pierna entera de lugar; o las medias, que nunca había usado antes en carrera, me estaban lastimando la planta del pie y la tenía en carne viva…

Nada era cierto, ¡por supuesto! La mente, en todos los órdenes de la vida, juega un rol preponderante. A favor y en contra. El cuerpo necesita entrenamiento, preparación y determinados cuidados, pero la mente necesita muchísimo más que eso.
Pasando el kilómetro 60, ya me sentía bien otra vez. O eso creía. Una vez más, entendí que la ultradistancia es como la vida misma: hay momentos malos, es imposible evitarlos. Sólo tenemos que transitarlos y aprender de ellos, eventualmente pasarán y volverán las buenas. Es un sube y baja anímico.
Arribé al kilómetro 80, en el lugar mismo de la llegada. Me recibieron como a una reina. Acepté unos ñoquis con una bebida. De buen humor y confiada, salí a enfrentarme a la última mitad de la carrera. De a poco empezó a oscurecer. Era momento de usar la linterna frontal. Killian Jornet, el dios terrenal del ultratrail, dice que en las bajadas hay que danzar con el terreno. Así como no soy Gustavo Reyes, tampoco soy Killian Jornet. Debería haberlo tenido más claro.
Mientras danzaba por una bajada, pisé una piedra y, literalmente, me desbarranqué de la montaña. Rodé por el costado del camino unos metros, no mucho. Pasado el primer instante de shock, me paré, y trepé de nuevo al sendero. Caminé un poco y empecé a trotar, pero un poco mareada. No lo atribuí al golpe, sino a la linterna frontal. Al girar la cabeza para ver algo y al volver a levantarla para buscar con la luz alguna marca, me desbalanceaba y perdía el equilibrio. Volví a caminar. Así llegué a la bajada más técnica y empinada de la carrera. De nuevo, otro golpe. Esta vez en el sacro. Sólo pedía que se hiciera de día para poder apagar la linterna. No la estaba pasando bien.
Al arribar al PC del kilómetro 135 entendí que, al paso que iba, tenía seis horas más de carrera por delante y que no podría hacerlo. No tenía fuerzas para continuar. Me senté y vomité. La decisión ya estaba tomada. No podía continuar. Me acosté sobre la tierra y esperé el traslado en la ambulancia. Vino una etapa en la que el frío en mi cuerpo iba y venía. El suero, los pinchazos. Algo de oxígeno y más suero. En la clínica, algo recuperada, fue el turno de un scanner de cerebro, columna y sacro. El parte médico especificó: fuerte golpe en el cuello y otro en la cola. Según el neurólogo, el primer golpe me desequilibró los otolitos del oído izquierdo y de ahí todo el cuadro siguiente, sumado a una profunda deshidratación.
Es verdad que el ultratrail significa dolor. Pero de la mano de ese dolor viene la felicidad de no darse por vencido, de superarse, de saberse fuerte. Esta enseñanza de la carrera se traslada a la vida. Muchas veces las cosas no salen fáciles. Hay otras en las que cuestan. Hay momentos difíciles, pero después de ellos siempre aparece uno de felicidad. Una premisa es siempre seguir adelante, nunca darnos por vencidos, pero también debemos aprender a ceder y a dejar ir...
Con la carrera de The North Face Ultra Challenge, la reconocida marca de montaña apuesta nuevamente al trail y ultratrail en la Argentina. Este año serán dos las carreras que realicen, sumado a la que ya está planificada para el marzo del 2015. La premisa es simple: realizar carreras de montaña en las que todos puedan participar, los servicios sean buenos y sean accesibles al bolsillo del atleta, algo fundamental en estos días en el mundo del trail nacional. La próxima fecha ya tiene más de 1600 preinscriptos. Será en Bariloche y tendrá circuitos totalmente renovados respecto de 2013. Será el fin de semana largo del 23 de noviembre, con base en el bellísimo Cerro Catedral y tendrá sus tradicionales 80k, 50k, 21k y 10k.
Las distancias más largas serán más difíciles que el año anterior, ya que la organización técnica a cargo del Club de Corredores escuchó las sugerencias de los atletas y buscó realizar un trazado más de montaña. Por supuesto, con todos los recaudos que una carrera de este estilo requiere, pero que exigirá al corredor encontrarse más preparado para subir, bajar, y disfrutar de un día en las montañas que rodean a la localidad rionegrina. Los 80k tendrán un desnivel acumulado (ascenso + descenso) de 9550 metros. Será un muy buen parámetro para saber a qué se enfrentarán los corredores. La altura máxima que alcanzaran será 2051 metros. Otro aspecto a tener en cuenta es el clima variable: las temperaturas bajan y la vestimenta será un aspecto a cuidar para poder pasar el día disfrutando y sin problemas.
