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El 31 de diciembre de 1985, Gabriel Cuevas (argentino, oriundo de Concordia y por entonces empleado de Aerolíneas Argentinas) y Lucila Urroz (uruguaya, recién recibida de contadora) celebraban y brindaban por fin de año en la casa de la familia de ella, en Salto, cuando en forma inesperada comenzaron los dolores. Todo indicaba que el parto se adelantaría. Alterados, cruzaron el río Uruguay hacia la costa argentina, porque allí Lucila tenía el servicio médico. Pocas horas más tarde, durante el primer día de 1986, nació Pablo Gabriel Cuevas, el actual 21º del ATP World Tour y mejor latinoamericano del ranking desde hace tiempo (condición que ostenta, sobre todo, desde que el tandilense Juan Martín del Potro quedó fuera de carrera por las repetidas operaciones en la muñeca izquierda).
Ya desde su nacimiento, el vínculo de Cuevas con ambas ciudades fue muy fuerte, y se fue profundizando con el tiempo. Es más: entre los diez y los doce años, Pablo estudiaba en una escuela de Concordia, pero practicaba todo tipo de deporte en el Club Remeros de Salto; cruzaba en kayak los casi cuatro kilómetros de una costa a la otra, con buen o mal clima, daba lo mismo. Sólo una vez se le dio vuelta el kayak, pero no se asustó; siguió como si nada, haciendo bromas con sus amigos. Era bastante inconsciente. Tenía mucha facilidad para hacer actividades físicas, sobre todo las vinculadas con el agua: natación, canotaje, remo. También le gustaban el karate y el básquetbol. ¿Fútbol? Nunca fue su fuerte. Claro que donde más se destacaba era en el tenis. Admiraba a Gastón Gaudio y a Guillermo Coria, y en un momento, tras analizarlo y discutirlo con sus padres, dejó el colegio para tratar de ser como ellos: profesional y exitoso con una raqueta en la mano. No le importó perderse las fiestas de 15 que se acercaban. Se mudó a Santa Lucía del Este, un balneario del departamento de Canelones, para entrenarse junto con el entrenador Felipe Maccio. Pero la apuesta no fue sencilla; por falta de dinero, practicaba pero no podía salir de gira, no podía competir en el exterior. Hasta que surgió un sponsor privado que lo apoyó; se fue a vivir a Buenos Aires y las cosas se le fueron simplificando hasta poder dedicarse de lleno al tenis, su verdadera vocación.
En 2003, el jugador diestro de revés a una mano ganó su primer partido profesional en el future de Uruguay. Entre 2004 y 2006 se desarrolló jugando futures y challengers. En 2007 actuó en torneos ATP y hasta debutó en un Grand Slam: superó la clasificación del US Open y perdió en 1a rueda del cuadro principal con Andy Murray. Comenzó el año como 230º y llegó al 116º en julio. En 2008 empezó la temporada alcanzando su primera semifinal ATP (en Viña del Mar) y se consagró campeón de dobles de Roland Garros junto con el peruano Luis Horna (en los cuartos de final vencieron a los hermanos estadounidenses Bob y Mike Bryan, por entonces los número 1). En 2009, Cuevas alcanzó el ranking número 45 en singles y fue el primer uruguayo en finalizar el año en el top 50 desde que lo hizo Marcelo Filippini (44º) en 1997 (esa temporada, el mejor sudamericano terminó siendo Guga Kuerten, 14º). En 2010, Cuevas siguió creciendo y, cuando apuntaba para terminar de explotar en 2011, una lesión en la rodilla derecha le movió los cimientos.
En la primera rueda de Roland Garros 2011 debió retirarse cuando perdía con el croata Antonio Veic. Lo que siguió fue una verdadera pesadilla. Hueso infartado u osteocondritis, fue el diagnóstico. Se operó en la Argentina, estuvo seis meses inactivo, pero no funcionó. Viajó a los Estados Unidos para volver a entrar en un quirófano, y nada. Muletas, tristeza, depresión, un futuro oscuro. Como alguna vez lo había hecho el propio Rafael Nadal con una lesión maliciosa, Cuevas llegó a evaluar la posibilidad de dedicarse al golf profesional. Pero en realidad no se trató de nada serio, sino de un intento de salida desesperada. En los tratamientos médicos gastó una gran parte de los premios económicos que había sumado en su carrera. Cuando ya estaba por darse por vencido, Cuevas conoció al Mago Aguerre, un hombre que se presenta como "acupunturista y kinesiólogo", vinculado al rugby y, sobre todo, a los polistas argentinos. Aguerre ayudó al tenista a que se sanara, sobre todo, "la mente". ¿Cómo? "Se trataba de que se moviera sin patologías, y para eso lo primero que tenía que sanar era la cabeza", le contó Aguerre al diario uruguayo El País. Y añadió: "Hay gente que cree que cuando viene a mi consultorio abro la puerta con una túnica roja y hago magia (...). No hay profesionales que te curen. Hay quienes marcan un camino que, si decidís tomarlo, es posible que te solucione. Soy partidario de entregar las herramientas, pero no ser parte de la solución. Le clavé un par de agujas, pero el 99% restante lo hizo Pablo, no yo".
Cuevas pudo volver a competir en abril de 2013, en el challenger de Santos. Mucho más fuerte, en 2014, ya logró jugar una temporada completa y consiguió algo que hasta ese momento era inédito en su campaña deportiva: títulos individuales ATP. Se consagró en Bastad y Umag. En 2015, triunfó en San Pablo (y perdió la final de Estambul) y ganó, en dobles, el Masters 1000 de Roma junto con el español David Marrero. Mientras esta temporada, obtuvo los trofeos de Río de Janeiro (superando a Rafael Nadal en las semifinales) y San Pablo (también perdió las finales de Hamburgo y Nottingham, esta última sobre césped). En agosto de este año, alcanzó su mejor posición en el tour: 19º.
Cuevas y su mujer, Clara Ruiz, fueron padres de Alfonsina en octubre de 2014. Suele viajar por el circuito con ellas. "Es muy lindo poder compartir su niñez, porque si no estuvieran conmigo me estaría perdiendo su crecimiento, cada momento que pasa es el mejor. Disfruto de ver a mi hija que me mira cuando me entreno", confesó Cuevas, que tiene una excelente relación con la mayoría de los tenistas argentinos. Es más: cuando no está compitiendo suele vivir cerca del Buenos Aires Lawn Tennis Club. Además, Luli Mancini suele ayudarlo como entrenador en algunos tramos de la temporada.
Cuevas tiene una relación particular con su país y la Copa Davis. El año próximo, Uruguay competirá en el Grupo III americano. Actualmente, Cuevas no actúa en la competencia porque prefiere priorizar su carrera en el circuito y muchos se lo recriminan. "De las 30 semanas que juego por año, siempre soy Pablo Cuevas de Uruguay y la bandera está en cada estadio. Siempre fue mi ilusión, desde que empecé a jugar la Davis, poder estar en el equipo con mi hermano, lo logramos, y el sueño era ir juntos al Grupo Mundial, donde Uruguay nunca pudo estar. Entiendo que es mucho más importante para el tenis uruguayo tener un 20 del mundo que estar en el grupo II", declaró hace un tiempo, tajante, en El País. Jugó 17 series de Davis; la última, en 2015. En una oportunidad, en la que los puentes estaban cortados entre Uruguay y la Argentina, cruzó en bote desde Buenos Aires porque si no no llegaba a jugar.
Cuevas, que ayer se retiró en la 1a rueda de Viena por una molestia en la rodilla izquierda cuando perdía 6-3 y 3-0 con el portugués Joao Sousa, cumplirá 31 años en enero próximo. Su sueño es llegar muy lejos en el cuadro individual de Roland Garros. Y después de los males que padeció, confía en que todo puede ser posible.




